Alonso, Jerónimo
Alonso, José
Alonso, Samuel
Bajo, Cecilio
Caldevilla, Bernabé
Caldevilla, Calixto
Caneja, Engracia
Díaz, Calixto
Díaz, Hilario
Díaz, Prudencio
Díaz Caldevilla, Dámaso
Díaz Caldevilla, Santiago
Díaz-Caneja, Cándido
Díaz-Caneja, José
Díaz-Caneja, Pedro
Díez, Ignacio
Díez, Mariano
González, Antonio
González, Florencio
González, Francisca
González, Francisco
González, Patricio
González, Ramón
González, Simón
Granda, Ciriaco de
Granda, Inés de
Granda, Petra de
Granda, Salvador de
Granda Mendoza, Juan de
Martínez? (o Martino), Pablo
Martino, Ángela de
Martino, Casimiro de
Martino, Catalina de
Martino, Domingo de
Martino, Eleuterio de
Martino, Fausto de
Martino, Francisco de
Martino, Genaro de
Martino, Gregoria de
Martino, Isabel de
Martino, Isidora de
Martino, José de
Martino, Manuela de
Martino, María de
Martino, Mauricio de
Martino, Pedro de
Martino, Santos de
Martino Díaz, Juan de
Martino González, Pedro de
Piñán, Francisco
Posada, Andrés de
Posada, Ignacio de
Posada, Marcelino de
Sánchez, Celestino
Sánchez, Dionisio
Sánchez, José
Sánchez, Mateo
Sánchez, Miguel
Vega, Baltasar
miércoles, 13 de mayo de 2009
lunes, 11 de mayo de 2009
VIERDES: HABITANTES DOCUMENTADOS EN 1876.
Fernández, Isabel
Granda, Andrés de
Granda, Fernando de
Granda, Hilario de
Granda, Josefa de
Granda, Juan de
Granda, Lorenza de
Granda, Magdalena de
Granda, Marcos de
Granda, Pedro de
Granda, Santiago de
Granda, Vicente de
Redondo, Andrés
Redondo, Baltasar
Redondo, Froilán
Redondo, Tomás
Simón, Juan
Granda, Andrés de
Granda, Fernando de
Granda, Hilario de
Granda, Josefa de
Granda, Juan de
Granda, Lorenza de
Granda, Magdalena de
Granda, Marcos de
Granda, Pedro de
Granda, Santiago de
Granda, Vicente de
Redondo, Andrés
Redondo, Baltasar
Redondo, Froilán
Redondo, Tomás
Simón, Juan
PIO: HABITANTES DOCUMENTADOS EN 1876.
Bayón, Fernando
Díaz, Aquilino
Díez, Ángela
Díez, Julián
Díez, Manuel
Díez, Nicolás
Fernández, Eugenio
Fernández, Manuel
Granda, Casimiro
Granda, Fermín
Granda, José de
Granda, Lucas de
Granda, Manuel
Granda, Marcela de
Mendoza, Félix de
Muñiz, Ignacio
Puente, Cecilio
Puente, Manuel
Puente, Pedro
Redondo, Esteban
Redondo y Fernández, José
Redondo Fernández, Manuel
Redondo, Mariano
Redondo, Salvador
Redondo, Teodoro
Redondo, Vicente
Ribero, Manuel
Ribero, Pedro
Rojo, Manuel
Simón, Isidro
Simón, Manuel
Simón, Mateo
Simón, Tomás
Díaz, Aquilino
Díez, Ángela
Díez, Julián
Díez, Manuel
Díez, Nicolás
Fernández, Eugenio
Fernández, Manuel
Granda, Casimiro
Granda, Fermín
Granda, José de
Granda, Lucas de
Granda, Manuel
Granda, Marcela de
Mendoza, Félix de
Muñiz, Ignacio
Puente, Cecilio
Puente, Manuel
Puente, Pedro
Redondo, Esteban
Redondo y Fernández, José
Redondo Fernández, Manuel
Redondo, Mariano
Redondo, Salvador
Redondo, Teodoro
Redondo, Vicente
Ribero, Manuel
Ribero, Pedro
Rojo, Manuel
Simón, Isidro
Simón, Manuel
Simón, Mateo
Simón, Tomás
RIBOTA: HABITANTES DOCUMENTADOS EN 1876.
Alonso, Mariano
Blanco, Ildefonso
Blanco, josé
Díaz, Atanasia
Díaz, Baltasar
Díaz, José
Díaz, Juan
Díaz, Pedro
Díaz, Santiago
Díaz, Toribio
Díaz, Vicente
Díez, Simona
Espadas, Blas
Fernández, Engracia
Fernández, José
Fernández, Isabel
Fernández, Manuel
Fernández, Manuela
Fernández, Pascual
García, Francisco
García, Manuela
Genoveva
Gómez, Francisco
Gómez, Juan
González, Andrés
González, Bartolomé
Granda, Celedonia de
Granda, José de
Granda “menor”, José de
Granda, Manuel de
Granda, Mateo de
Granda, Melchor de
Martínez, María
Martino, Froilán de
Martino, Justo de
Muñiz, Manuel
Piñán, Agustín
Piñán, José
Ramón
Redondo, Petra
Redondo, Policarpo
Ribero, María
Simón, Ángel
Simón, Domingo
Valdés, Antonia
Blanco, Ildefonso
Blanco, josé
Díaz, Atanasia
Díaz, Baltasar
Díaz, José
Díaz, Juan
Díaz, Pedro
Díaz, Santiago
Díaz, Toribio
Díaz, Vicente
Díez, Simona
Espadas, Blas
Fernández, Engracia
Fernández, José
Fernández, Isabel
Fernández, Manuel
Fernández, Manuela
Fernández, Pascual
García, Francisco
García, Manuela
Genoveva
Gómez, Francisco
Gómez, Juan
González, Andrés
González, Bartolomé
Granda, Celedonia de
Granda, José de
Granda “menor”, José de
Granda, Manuel de
Granda, Mateo de
Granda, Melchor de
Martínez, María
Martino, Froilán de
Martino, Justo de
Muñiz, Manuel
Piñán, Agustín
Piñán, José
Ramón
Redondo, Petra
Redondo, Policarpo
Ribero, María
Simón, Ángel
Simón, Domingo
Valdés, Antonia
domingo, 3 de mayo de 2009
"EL PALACIO" DE OSEJA: UN CENTRO DE PODER DE HACE MIL AÑOS. CONCLUSIÓN (y IV).

1º.- La existencia, durante el siglo XI y posiblemente antes, de una institución señorial a la que estaba subordinada la población de varias aldeas sajambriegas.La sede de este poder señorial era el palacio que se levantaba en el lugar de Oseja así llamado. De alguna forma, esta ubicación y, sobre todo, la presencia de un señor, de un poderoso, que conformaba un centro simbólico de poder, pudo haber tenido alguna trascendencia institucional tras la desaparición de estas formas de estructuración y explotación del espacio. Me refiero a que este centro de poder empieza a señalar al pueblo de Oseja como el corazón administrativo del territorio sajambriego.
2º.- La existencia de campesinos dependientes del poder o poderes señoriales, que debían hacer frente a las onerosas cargas de uno o de más señores, pagar las multas y los impuestos, y satisfacer a la Iglesia los diezmos y los derechos derivados de la práctica cultual.Como aquellas "oppresiones" que mencionan los documentos medievales que hablan de palacios, imagino a nuestros antepasados sajambriegos renunciando a su condición de hombres libres para poder sobrevivir; aceptando depender de un poderoso para poder cultivar un pedazo de tierra del que poder quedarse con una parte, siempre ínfima, de sus frutos y poder alimentar a su prole; aceptando la subyugación personal para poder aprovecharse de los productos de la ganadería que les correspondieran en el reparto desigual de los trabajos y sus provechos; encadenados a la tierra de por vida; sometidos a los abusos del señor; sufriendo la (in)justicia administrada por la autoridad del palacio; soportando los excesos de las decisiones arbitrarias, las multas desorbitadas, las penas desmedidas...
Poco o nada debía importarles a nuestros antepasados sajambriegos que aquel explotador fuera un noble o un eclesiástico. Para ellos era sólo un dominador más al que había que mantener, servir y obedecer.
La huella del Palacio hubo de ser profunda.
Por eso perduró en la toponimia.
"EL PALACIO" DE OSEJA: UN CENTRO DE PODER DE HACE MIL AÑOS. SU TITULAR (III).

Un palacio podía ser el centro del poder jurisdiccional del abad y del monasterio imperante en una aldea. De ser así, en este caso se trataría del monasterio de Sahagún a través de la persona delegada para la administración de sus tierras y hombres. Ahora bien, lo que el profesor José Ángel García de Cortázar demostró hace tiempo es que el trinomio "una aldea-un palacio-un señor" no se correspondía con la mayoría de los casos documentados, pues si estaba claro que no podía existir más de un palacio por aldea o conjunto de aldeas, sí abundaba en cambio la existencia de varios poderes dominicales en un mismo lugar: "una aldea-un palacio-varios señores".
Esto quiere decir que, aunque sepamos de la existencia de un poder señorial eclesiástico en Sajambre y en Oseja (el monasterio de Sahagún), pudo haber existido también otro poder señorial diferente (laico o eclesiástico) en el mismo lugar y en la misma época. Quiere decir que el titular del palacio que se levantaba en Oseja pudo haber sido otro patrón eclesiástico distinto a Sahagún, o pudo haber sido un patrón laico. En este último supuesto: ¿podríamos pensar en el linaje de los Fláinez? Tampoco lo sabemos, aunque sea plausible tal suposición por poseer esta familia propiedades en la zona y, en concreto, en Oseja misma ya en el siglo X. Pero es que incluso el palacio podría haber pertenecido al propio rey, ejerciendo su autoridad dominical mediante persona designada. La carencia de documentación nos imposibilita seguir adelante.
"EL PALACIO" DE OSEJA: UN CENTRO DE PODER DE HACE MIL AÑOS. SU FUNCIÓN (II-2).

Lo normal era que los palacios poseyeran campesinos dependientes que vivían no sólo en la aldea en la que se ubicaba el palacio, sino también en las aldeas de los alrededores. Casi con seguridad, los restantes pueblos del valle (los que existieran en aquellos tiempos) debieron depender de este palacio, de la misma manera que muchos de los vecinos de Oseja. Cuando en esta época se habla de donar, vender o comprar bienes raíces, hay que entender que estas transacciones llevaban implícitas una transmisión de tierras y de los hombres que las trabajaban. Estos homines a veces poseían el status jurídico de siervos y otras veces eran libres. Sin embargo, la dureza de la vida en aquellos tiempos obligaba a los hombres libres a perder parte de su libertad cuando se vinculaban a un señor por relaciones de dependencia.
Era obligación del palacio organizar la explotación económica del territorio rural adscrito y, a cambio, el señor se procuraba unas rentas gracias a la población campesina instalada en sus tierras y vinculada al palacio mediante relaciones vasalláticas. Estos homines estaban obligados a trabajar y a servir al palacio con tareas diversas que incluían el pago de las rentas por el disfrute de la tierra, de los impuestos, de ciertos servicios y deberes o de las prestaciones personales de trabajo obligatorio, como la serna (>sienra, Las Sienras). Al considerar las cargas señoriales del campesinado sometido al palacio, hemos de pensar siempre en las que establecía la ley general del reino y en las obligaciones arbitrarias impuestas por el señor. A menudo, los documentos medievales utilizan ciertos epítetos que dejan percibir la dureza de la vida, como sucede cuando se califican las cargas señoriales como "oppresio", o cuando se menciona la necesidad de obligar por la fuerza a los campesinos a satisfacer las rentas o a cumplir con los trabajos establecidos.
El palacio era también un centro de administración señorial con funciones judiciales. El señor del palacio se encargaba del ejercicio de la justicia, decidía sobre la vida y la muerte de los campesinos, se beneficiaba de las multas por los delitos, establecía normas y regulaba la vida de las gentes que estaban subordinadas a su autoridad y dominio.
sábado, 2 de mayo de 2009
"EL PALACIO" DE OSEJA: UN CENTRO DE PODER DE HACE MÁS DE MIL AÑOS (II-1).

Los documentos de Sahagún nos dicen que los dominios feudales de la Iglesia en Oseja se extendían desde el monasterio de Santa María de Oselia hacia el sur, arrancando de La Fuentona en dirección al Puerto del Pontón y Panderruedas. Siempre me pregunté por qué los documentos medievales no incluían también el resto de lo que hoy es el centro de Oseja. Pensaba entonces en dos posibilidades: o porque el resto del lugar no estaba ni explotado, ni habitado, o porque pertenecía a otro u otros dueños. A juzgar por la realidad que retratan diversos diplomas, la segunda opción parecía la más plausible.
Al colocar sobre el plano lo que sabemos del poblamiento medieval de Oseja se observa lo siguiente: una zona documentada que correspondía al dominio de la Iglesia (la descrita). Junto a ella, La Cortina que fue cementerio medieval. Y desde el camino de La Pandiella en dirección norte: El Palacio.
Porque El Palacio comprende gran parte del centro de Oseja que la construcción de la carretera en el siglo XIX dividió en El Palacio de Arriba y El Palacio de Abajo.
El Palacio de Arriba abarca, aproximadamente, desde la casa de Serapio hasta la zona del hórreo bajo El Retiro, y desde la carretera, el dispensario médico y los aparcamientos hasta el camino de Quintana y el barrio del mismo nombre.
Y El Palacio de Abajo corresponde (salvo de error de la que escribe) a la zona que existe entre el camino de La Pandiella y el que baja a La Yana desde la carretera. El actual Ayuntamiento, el supermercado, el viejo hotel o el antiguo cuartelillo pertenecería todo al Palacio de Abajo, extendiéndose hacia el barrio de La Pandiella por las escuelas hasta llegar a La Estrada.
En los siglos XVI y XVII la zona de El Palacio de Abajo era una ería y limitaba con tierras de la Iglesia, de algunos particulares, con la cárcel y con el camino real (¿La Estrada?). Había allí tierras de labor y caserío. Varios lugareños añadieron un “de Palacio” a sus nombres para reconocerse por el lugar en el que se ubicaban sus viviendas.
Todo esto indica que la institución que dio nombre al lugar debió haber desaparecido muchos, muchos años antes.
Los palatia documentados en todo el norte peninsular lo están en los siglos X, XI y XII. Eran muy abundantes en número por ser instrumentos de explotación y control del espacio. Solían ubicarse en ciudades y villas, pero las más de las veces se levantaban en zonas rurales. Explotaban un territorio dominical y a él estaban sometidas varias aldeas de los alrededores formando una demarcación cuyo centro administrativo y jurisdiccional era el palatium.
La amplia zona a la que la toponimia designa con el nombre de El Palacio en Oseja indica que lo que la tradición local recuerda no es el lugar que había ocupado el edificio señorial, sino las tierras que le pertenecieron en origen y, quizás también, lo que significó como centro de poder que explotó la tierra y dominó a los hombres que a él estaban sometidos.
Al colocar sobre el plano lo que sabemos del poblamiento medieval de Oseja se observa lo siguiente: una zona documentada que correspondía al dominio de la Iglesia (la descrita). Junto a ella, La Cortina que fue cementerio medieval. Y desde el camino de La Pandiella en dirección norte: El Palacio.
Porque El Palacio comprende gran parte del centro de Oseja que la construcción de la carretera en el siglo XIX dividió en El Palacio de Arriba y El Palacio de Abajo.
El Palacio de Arriba abarca, aproximadamente, desde la casa de Serapio hasta la zona del hórreo bajo El Retiro, y desde la carretera, el dispensario médico y los aparcamientos hasta el camino de Quintana y el barrio del mismo nombre.
Y El Palacio de Abajo corresponde (salvo de error de la que escribe) a la zona que existe entre el camino de La Pandiella y el que baja a La Yana desde la carretera. El actual Ayuntamiento, el supermercado, el viejo hotel o el antiguo cuartelillo pertenecería todo al Palacio de Abajo, extendiéndose hacia el barrio de La Pandiella por las escuelas hasta llegar a La Estrada.
En los siglos XVI y XVII la zona de El Palacio de Abajo era una ería y limitaba con tierras de la Iglesia, de algunos particulares, con la cárcel y con el camino real (¿La Estrada?). Había allí tierras de labor y caserío. Varios lugareños añadieron un “de Palacio” a sus nombres para reconocerse por el lugar en el que se ubicaban sus viviendas.
Todo esto indica que la institución que dio nombre al lugar debió haber desaparecido muchos, muchos años antes.
Los palatia documentados en todo el norte peninsular lo están en los siglos X, XI y XII. Eran muy abundantes en número por ser instrumentos de explotación y control del espacio. Solían ubicarse en ciudades y villas, pero las más de las veces se levantaban en zonas rurales. Explotaban un territorio dominical y a él estaban sometidas varias aldeas de los alrededores formando una demarcación cuyo centro administrativo y jurisdiccional era el palatium.
La amplia zona a la que la toponimia designa con el nombre de El Palacio en Oseja indica que lo que la tradición local recuerda no es el lugar que había ocupado el edificio señorial, sino las tierras que le pertenecieron en origen y, quizás también, lo que significó como centro de poder que explotó la tierra y dominó a los hombres que a él estaban sometidos.
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