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viernes, 4 de diciembre de 2020

LAS «FAKE NEWS» EN EL SAJAMBRE DEL SIGLO XVI Y LA LLEGADA DE LOS PIÑÁN A VALDEBURÓN

 

Eso que en la modernidad de las redes sociales se conoce con la expresión anglosajona de fake news no es otra cosa que bulos, infundios y patrañas que alimentan lo que en esta sociedad nuestra también llamamos desinformación. El cóctel que forman las noticias falsas y la manipulación constante de la realidad es lo que los filósofos han denominado (a mi parecer, de forma obscena) como “posverdad”, cuando no es más que una mentira. Vaciar de contenido y de significado las palabras que identifican conceptos importantes (como verdad, mentira, libertad, fascismo, democracia) es otra estrategia perversa del mundo actual.  

Los bulos no son solo cosa del presente. También se utilizaron en el pasado como arma política. Lo que resulta novedoso en el mundo de hoy es la enorme extensión y la gran rapidez que la desinformación llega a adquirir entre una población arrogante, mayoritariamente carente de sentido crítico que, por estar escolarizada y tener a su alcance la información inmediata de internet y de los medios de comunicación, se considera culta cuando no lo es. Esta confusión constante entre información y cultura, que campa a sus anchas en los estercoleros que son las redes sociales, es un mal tremendamente peligroso.  Un ejemplo de este peligro es la situación creada en los Estados Unidos de América tras el reciente proceso electoral, con un presidente abonado a la posverdad, por estar acostumbrado a que la mentira siempre le haya sido rentable.  Ya sabemos que es un patán integral y el mejor ejemplo que se me ocurre de que cultura y dinero no van emparejados. Pero si grave es (y mucho) que semejante ser haya sido elegido presidente de la nación más poderosa del mundo, más grave es que le haya votado una masa crédula, por ignorante, o a la que no le importa que se mienta, se manipule y se tergiverse. Lo más triste y demoledor es que no se trata solo de un mal propio de ese país americano, sino también de Europa y, por supuesto, de España. En Estados Unidos es un indicio más de la decadencia imparable en la que está inmerso el Tío Sam y en Europa, un síntoma aterrador del mundo al que nos dirigimos.  

En el pasado, la difusión de nuevas o noticias de uno u otro color fue forzosamente más lenta y limitada, pues circulaban de boca en boca y con los medios de transporte de la época.  También se difundieron mentiras y, en algunos momentos, se organizaron conspiraciones para propagar bulos que pusieran en peligro la paz de los pueblos.  

Durante su reinado, Felipe II sufrió varios atentados contra su vida y, en otras tantas ocasiones, quedó documentada la circulación de bulos, con los que sus enemigos perseguían la desestabilización política del reino.  Uno de los primeros se extendió por la Península en los últimos días del año 1563 y primeros de 1564, intentando hacer creer a la población que el monarca había sido asesinado. 

En el Archivo de la Casa Piñán se ha conservado un documento que retrata la llegada del bulo a Sajambre y las medidas que adoptaron sus autoridades ante una noticia que creyeron cierta.  El estudio de este documento y su edición íntegra han sido recientemente publicados por mí en un libro (1), de tal forma que en este caso me voy a limitar a resumir su contenido, quedando en la publicación la restante información y la transcripción íntegra del texto principal y de los añadidos.  Incluyo también en este post (no en el artículo publicado) nuevos datos sobre el linaje Piñán en Valdeburón.    

El 27 de diciembre de 1563 se levantó acta notarial en la localidad de Sames, en el concejo asturiano de Amieva, de cómo el alcalde de la Santa Hermandad y cinco sajambriegos más habían llegado a dicha población “persiguiendo a unos hombres que habían matado al rey”. 

Esos cinco sajambriegos debían ser los cuadrilleros, es decir, los miembros de la Santa Hermandad o policía de la época. Su jefe era el “alcalde de la Santa Hermandad”, cargo que se renovaba por elección todos los años a principios del mes de enero. Entre ellos había representantes de las cuatro asambleas vecinales del valle, es decir, de Oseja, Soto, Ribota y Vierdes-Pio.

Uno de los representantes de Soto fue “Piñán”, a secas, sin nombre de pila. Se trata de Gonzalo Piñán, el primero que conocemos con este nombre avecindado en Sajambre y documentado en Soto desde 1545, que no debe confundirse con otro Gonzalo Piñán que fue vecino de Polvoredo en los años 1553 y 1554.  Los documentos conservados en ambos casos no nos permiten saber si estaban emparentados, aunque lo sospecho. 

Ahora bien, si los documentos no proporcionan información directa sobre el origen del Piñán de Polvoredo, sí la dan indirecta, de tal manera que es probable que los Piñán de Polvoredo y los de  Sajambre ya estuvieran emparentados en el siglo XVI. Lo que es casi seguro es que los Piñán de Polvoredo no son originarios de dicho lugar. Lo explico.    

Del Gonzalo de Polvoredo se conservan varios documentos, entre ellos una ejecutoria del rey Carlos I, fechada en Valladolid, el 17 de junio de 1554, en la que se dice que

Gonçalo Pinan vezino del dicho lugar de Polboredoes hombre hijodalgo notorio de padre y solar conozido, debengar quinientos sueldos segúnd fuero de España… y los dichos sus padre y agüelo y cada uno de ellos en su tiempo, en los lugares donde bibieron y moraron, que estobieron syempre en posesión de hombres hijosdalgo e de no pechar ni pagar ellos, ni alguno de ellos en pedidos, ni monedas, ni en otros ningunos pechos ni tributos reales, ni conçejales e abiéndoles sido guardadas al dicho su parte y a los sus padre y agüelo todas las honrras, franquezas, esençiones e libertades que a los hotros hombres hijosdalgo suelen y deben y acostumbrar ser guardadas…

Una real ejecutoria es la sentencia final de un pleito dirimido ante el rey en última instancia. Este pleito lo fue de hidalguía y lo solicitó Gonzalo Piñán porque el concejo de Polvoredo no le reconocía su estado noble y le obligaba a pagar impuestos. Esto era habitual cuando se cambiaba de residencia de un municipio a otro. Es decir, la incoación de este pleito de hidalguía fue necesaria, posiblemente, porque este Gonzalo Piñán se había mudado a Polvoredo procedente de otro concejo. Los documentos no dicen de cuál.  

Al mismo tiempo que este Gonzalo Pinán o de Piñán vivía en Polvoredo, desde 1545 se documenta otro Gonzalo Pinán, Penán o de Piñán en Soto de Sajambre, considerado hidalgo en los padrones de 1552. El sajambriego murió entre 1584 y 1595 dejando, al menos, cinco hijos en el valle: Catalina, María, Juan, Pedro y Gonzalo. Este último vivió, casó y murió en Soto de Sajambre.

Hay tres factores que me llevan a hipotetizar un parentesco entre estos Piñanes ya en el siglo XVI. Uno es la homonimia, muy frecuente en las familias de aquella época, pudiendo ser estos dos Gonzalos primos, o tío y sobrino. El segundo factor es la peculiaridad del apellido, poco común entonces y ahora, que confluye en dos núcleos familiares asentados en lugares tan cercanos como son Polvoredo y Sajambre.  El tercero es que los dos Gonzalos fueron hidalgos notorios de solar conocido. 

Volviendo al bulo sobre el asesinato de Felipe II. Uno de los cuadrilleros que llegaron hasta Amieva fue Gonzalo Piñán, junto a otros sajambriegos que también se nombran en el documento, en seguimiento de unas personas que abían muerto al rei, nuestro señor, con sus armas. Persiguiendo a tales sospechosos llegaron hasta Sames, donde se encontraron con cuatro vecinos de Caño que venían desde el concejo de Cangas de Onís y que también se nombran. Ante el notario que levantó el acta, dejaron constancia de cómo todo el oriente de Asturias hasta Oviedo estaba ya avisado de dicha muerte.  

En el artículo explico el procedimiento policial, según las leyes de la época, que obligaba a los concejos a perseguir a los malhechores y cómo los sajambriegos lo aplicaron en este caso; me detengo también en el recorrido que se describe en el propio documento y que no fue otro que el del camino real desde Oseja hasta Sames por el puerto de Beza, donde se habla de la venta de Saúgu, convirtiéndose esta noticia en la más antigua, hasta la fundación de la ermita y del albergue de caminantes por el Arcediano casi un siglo después; y trato sobre los desgraciados a los que se debió acusar infundadamente de un crimen que, en realidad, no se había cometido. Entonces, como ahora, las noticias falsas tenían víctimas y consecuencias nefastas. No me extiendo sobre ello porque, como digo, está publicado en el mencionado trabajo.  

El bulo empezó a correr por la Península en los últimos días de diciembre de 1563. Los propios contemporáneos del hecho creyeron que se había difundido a partir de tres focos simultáneos: uno en Castilla, otro en Aragón y el tercero en Cataluña. Pero este documento demuestra que en Asturias y en el norte de León la difusión de la falsa muerte de Felipe II fue bastante anterior en el tiempo a la región levantina y que el foco castellano no debió estar muy alejado de Asturias y Valdeburón.

El desmentido del atentado no empezó a circular por España hasta los días 4 y 5 de enero de 1564. En circunstancias normales, tras conocerse el carácter falso de la noticia, el acta notarial hecha en Sames habría sido destruida por no tener validez. Pero en este caso se conservó. ¿Por qué?

El acta se levantó en Sames a petición de los sajambriegos, para que quedara constancia de que habían cumplido las leyes; y los sajambriegos se llevaron dicho documento a su concejo. El hecho de que se haya conservado en el Archivo de la Casa Piñán, con notas dorsales de Gonzalo Piñán I, indica sin ninguna duda que el acta notarial quedó en poder de dicho Gonzalo Piñán, manteniéndose en el archivo familiar de Soto, hasta que en 1636 Domingo Piñán de Cueto Luengo trasladara dicho archivo al palacio que se había hecho construir en Oseja.

¿Y por qué se lo quedaría Gonzalo Piñán si lo lógico habría sido que se lo quedara el alcalde de la Santa Hermandad, como máximo responsable policial que era?

Pues no lo sabemos, pero sospecho que porque el Piñán era la única persona alfabetizada de toda la cuadrilla.

¿Y por qué se conservó el documento en lugar de destruirse, que era lo que correspondía en tal caso?

Pues por culpa del tocino y las coricias.

El primer Gonzalo Piñán sajambriego aprovechó el espacio dejado en blanco al dorso del documento para usarlo como “libro de cuentas”, escribiendo de su propia mano varias notas contables sobre viajes a Oviedo, cebada, lechones, pucheras de vino, tocinos, coricias y otras cosas que había gastado y pagado a diferentes personas, como Sancho de Quintana o Juan Prieto.  

Estos apuntes de la economía doméstica de un sajambriego de mediados del siglo XVI permitieron la conservación de un curioso documento que, en otras circunstancias, se habría destruido.

 

NOTAS

(1) Elena E. Rodríguez Díaz, “El bulo de la muerte de Felipe II (1563) en el oriente de Asturias y norte de León”, en Elena E. Rodríguez Díaz y Antonio C. García Martínez (eds.), Historia y Archivos. Estudios en homenaje a Dña. Remedios Rey de las Peñas, Universidad de Huelva, 2020, pp. 297-309.   

sábado, 15 de julio de 2017

HIDALGOS NOTORIOS DE SAJAMBRE EN EL SIGLO XVII


Como ya dijimos en otra publicación, en 1680 alrededor del 75% de la población de Sajambre pertenecía a la nobleza no titulada. Este porcentaje correspondía al nivel más bajo del estamento nobiliario: el de los hidalgos.  
Todos poseían los mismos privilegios (1), pero el escalafón aparece estratificado en la documentación: hidalgos notorios, hidalgos de ejecutoria, hidalgos de posesión, hidalgos por los cuatro costados, etc. De todos ellos, nos interesan hoy los «hidalgos notorios».  
El hidalgo notorio era el que procedía de solar conocido, en ocasiones con casa solariega y blasonada, “que no cambió a lo largo del tiempo de vecindario o que su hidalguía era de tal notoriedad que nadie se atrevió a disputársela” (2). En el Sajambre del siglo XVII solo había 12 apellidos que disfrutaban de dicha calidad.  
La notoriedad se perdía cuando el hidalgo cambiaba su lugar de residencia a otro municipio y en las líneas bastardas. El varón era el que transmitía la nobleza, por lo que los hijos naturales reconocidos de cualquier hidalgo pasaban automáticamente a serlo también. Sin embargo, tanto los bastardos, como sus descendientes, dejaron de considerarse hidalgos notorios en todos los padrones sajambriegos de los siglos XVII y XVIII.
Los 12 apellidos considerados hidalgos notorios en Sajambre fueron los siguientes:
1.     ALONSO TIELVE. Solo este apellido compuesto. Los que se apellidaban únicamente Alonso, así como Alonso de la Mata y Alonso de Quintana, no fueron hidalgos notorios.
2.     BLANCO.
3.     CALVO.
4.     COCO.
5.     DÍAZ/DÍEZ. Lo fueron los de Oseja y los de todo el concejo. 
6.     DÍAZ/DÍEZ DE CALDEVILLA. Los de Oseja y los de todo el concejo.
7.     DÍAZ/DÍEZ DE LA CANEJA. Los de Oseja y los de todo el concejo.
8.     FERNÁNDEZ. Solo fueron hidalgos notorios los miembros de la línea principal del Fernández de Ribota. Los Fernández de Soto no lo fueron y tampoco los descendientes de un Juan Fernández, que fue hijo bastardo y reconocido de Lupercio Fernández, de Ribota, y que perderán la calidad de notorios a partir de 1680. 
9.     GÓMEZ. Los así apellidados en Ribota. 
10.  MUÑIZ. Documentado siempre según la forma antigua de «Moñiz» / «Moniz». Solo fueron hidalgos notorios los de Soto. Los de Oseja no.  
11.  PIÑÁN. Únicamente los miembros del linaje Piñán de Cueto Luengo. En cambio, son solo hidalgos (sin la calidad de notorios) todos los Piñán de Soto, todos los Piñán de Ribota y algunos de los de Oseja (3).    
12.  VIYA.     
Los documentos conservados nos dicen que solo 3 de estos 12 apellidos fueron además «hidalgos notorios por los cuatro costados», lo que quiere decir que los cuatro abuelos (de las líneas paterna y materna) pertenecían al estado noble. Así llegan, al menos, a mediados del siglo XVIII. 
Es el caso de los Díaz de la Caneja, los Díaz de Caldevilla y los Piñán de Cueto Luengo
Localmente, esta situación se traducía en influencia y prestigio social.   

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NOTAS
(1)  Exención del pago de impuestos (pechos) reales y concejiles; exención de ser reclutados en las levas militares; exención de tener que alojar a las tropas en sus casas; derecho a disfrutar de oficios públicos; privilegios judiciales.
(2)  Pardo de Guevara y Valdés, E. “Algunas consideraciones en torno al hidalgo español”, en Universalidad, función social, presente y futuro de la Nobleza, Madrid: Hidalguía, 1980, p.79. [Instituto Luis de Salazar y Castro, CSIC].
(3)  Los motivos de esta diferencia fueron relatados en Rodríguez Díaz, E. E., Prácticas de escritura de un párroco rural leonés del siglo XVII. El Libro de difuntos de Domingo Piñán, Alcalá de Guadaíra, 2016.

martes, 18 de noviembre de 2014

EL APELLIDO PIÑÁN EN EL SIGLO XIII


Recientemente, he localizado 5 testimonios documentales, que son los más antiguos hasta el momento, del apellido Piñán.  Se hallan en documentos fechados en los años 1236, 1239 (2 casos), 1245 y 1248. Proceden de los fondos del monasterio de San Vicente de Oviedo.   
                                                                                                                                                                                                                                                                                                            
1236, abril, 4. Oviedo.
María Pétriz y su familia venden a Sancho Fernándiz y su mujer la mitad de la casa que fue de sus padres, situada enfrente del camino que va al Pontón de Mercado, en la ciudad de Oviedo (1).

Al delimitar la propiedad, vemos que ésta se localizaba “inter casas de monasterio Sancti Vincencio et inter casa de Pinnan”, claramente Piñán. 


1239, noviembre, 1. Oviedo.
Sancho Fernándiz y su mujer venden a Pedro Rubio el quiñón de una casa que estaba en la calle de La Noceda, en la ciudad de Oviedo (2).

Entre los testigos de esta venta se encuentra Dominico Pinnan, es decir, Domingo Piñán.


1239, noviembre, 1. Oviedo.
Dominga, hija de Pedro Lorénciz, vende a Pedro Rubio y a su mujer la parte de una casa que perteneció a sus padres en La Noceda (3).

Entre los testigos aparece un Iohannes Pinnan, o sea, un Juan Piñán. 


1245, noviembre, 30. Oviedo.
Los hermanos Miguel y Menén Fernándiz de Rañeces retiran una demanda que habían puesto contra el monasterio de San Vicente de Oviedo por una propiedad en Las Regueras (4).

Entre quienes confirman el hecho se encuentra Iohannes Pinnan (Juan Piñán). 


1248, marzo, 21. Oviedo.

Benita, viuda de Ioanini, su hija y sus nietos pactan con sus parientes para que lleven lo que habían heredado en Olivares (Oviedo), que era un aforamiento de San Vicente, a cambio de quedar con la mitad de la fruta que se recogiera (5).

Entre los testigos aparece Domingo Yannes Pinán, es decir, Domingo Yañez Piñán. 


*


Todas estas grafías antiguas (Pinnan, Pinan) se registran también en los documentos sajambriegos desde 1526 para referirse a los Piñán de Cueto Luengo.

Y aunque Juan y Domingo fueron nombres muy frecuentes, tanto en la Edad Media como en la Edad Moderna, estos casos asturianos son los testimonios más antiguos de dos de las designaciones que llevaron varios miembros de la familia Piñán de Cueto Luengo en los siglos XVI y XVII, entre ellos el propio comisario de la Inquisición y cura de Oseja y Soto, Don Domingo Piñán. 


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NOTAS
(1)   Celia Álvarez Arias y Miguel Metzeltin, Documentos orixinales del monasteriu de San Vicente d’Uviéu, t. I (1231-1238), Uviéu, 2008, n.75.
(2)  Andrea M. Miranda Duque y Celia Álvarez Arias, Documentos orixinales del monasteriu de San Vicente d’Uviéu, t. II (1239-1250), Uviéu, 2008, n.112.
(3)  Ibídem, n.113.
(4)  Ibídem, n.247.
(5)  Ibídem, n.301.

martes, 9 de octubre de 2012

EL ORIGEN ASTURIANO DE LOS SAJAMBRIEGOS



El núm. 177 del Boletín de Letras del Real Instituto de Estudios Asturianos que se publicó el pasado mes de julio, aunque con fecha de 2011, contiene un artículo mío titulado «Genealogía y derecho de patronato: relaciones entre Sajambre, Amieva y Ponga en el siglo XVII», en el que se dan a conocer varios documentos que demuestran el origen asturiano de familias sajambriegas, cuyos descendientes llegan a la actualidad.  

Para dar a conocer este descubrimiento y estando ya editado el artículo con los cinco documentos que interesan al caso, el 18 de  agosto di una charla en Oseja de Sajambre sobre el particular. El trabajo completo será colgado en la red cuando el Real Instituto de Estudios Asturianos lo considere conveniente. 

Lo que voy a exponer en este post no es un resumen de dicho artículo, sino solo una parte del mismo centrándome en lo que resulta de mayor interés para los sajambriegos. 

Y para aquellos que saben Historia debo empezar diciendo que cuatro de los cinco testimonios que nos interesan en este caso (se editan seis) son documentos de presentación de clérigos intitulados por los patronos de varias iglesias asturianas que estaban sometidas al derecho de patronato bajo la modalidad del patronato laical. 

Como resulta obvio, para que un público no especializado pueda entender bien el párrafo anterior (y alguna otra cosa) es necesario que lo explique de la manera más sencilla posible, pues los documentos hablan de realidades jurídicas e institucionales desaparecidas. 

Lo que estos documentos dicen es que una serie de familias (que se enumeran) de Oseja, de Soto, de Ribota y de Vierdes poseían derechos recibidos por herencia de sus antepasados en iglesias parroquiales de Amieva y de Ponga. Dicen, en concreto, que eran patronos de Santa María de Viego (Ponga), Santa María de Mián (Amieva), San Juan de Casielles (Ponga) y, algunos de ellos, también de San Pedro de Sobrefoz (Ponga). Los documentos están datados en los años 1660 y 1670, y se conservan en el Archivo de la Casa Piñán. 

Pero ¿qué significa esto de que un grupo de familias sajambriegas eran «patronos» de iglesias de concejos distintos al suyo? Vamos a explicarlo a través de un caso actual que guarda cierto parecido.

Hoy existe un patronato laico de ermitas y así los vecinos de Oseja son los patronos de la ermita de San Roque o los vecinos de Burón son los patronos de la ermita de Pontón. Lo que estos documentos retratan es algo similar que hunde sus raíces en la Edad Media y cuyos rescoldos siguieron vivos en la Edad Moderna.

En la Edad Media los laicos podían ser dueños de monasterios, de iglesias o de ermitas y la Iglesia reconocía y respetaba esos derechos de propiedad. Este fue el origen, por ejemplo, de la iglesia de Santa María de Oseja que había sido propiedad de los condes de Flaínez hasta que fue entregada al monasterio de Sahagún.

Cuando a partir del siglo XII empiezan a desaparecer muchos de los grandes dominios monásticos, algunos de aquellos templos que fueron en su origen «monasterios propios» o «iglesias propias» (id est, de propiedad privada laica) y que acabaron absorbidos por los grandes señoríos monásticos, se convertirán en parroquias, aunque la Iglesia seguirá reconociendo a los antiguos propietarios permitiéndoles elegir al párroco, participar en los diezmos, disfrutar de asientos destacados en las iglesias, etc. 

De todos estos privilegios, nos interesa fijarnos en la elección de los clérigos porque, una vez elegido por los patronos, el candidato se «presentaba» al obispo, quien a su vez se aseguraba de que éste cumpliera con los requisitos establecidos en los cánones y, si no existía impedimento, procedía a su institución canónica. Esto se conocía con el nombre de «derecho de presentación». Por eso, el monasterio de Sahagún poseyó el derecho de presentación de los clérigos presbíteros en la iglesia parroquial de Oseja. 

De esta manera, desde la Edad Media, la Iglesia reconocía derechos de fundación y construcción de iglesias a los laicos y, asimismo, reconocía derechos de fundación o dotación de los beneficios (curados o simples). Para que todo el mundo lo entienda y simplificándolo, podemos decir que el beneficio curado era “una plaza de cura” adscrita a un templo determinado y, por consiguiente, a efectos institucionales y administrativos una cosa era el templo y otra cosa era el beneficio que se obtenía de la administración de los sacramentos, los derechos parroquiales y los diezmos. En el pasado, los laicos podían fundar templos y acompañarlos de una dotación económica y podían también fundar beneficios y dotarlos sin que necesariamente hubieran construido la iglesia a la que se adscribía dicho beneficio.  En ambos casos, se les reconocían los derechos derivados de haber sido los fundadores, dueños o «patronos» tiempo atrás.

Estos derechos fueron disminuyendo según avanzaron los siglos a favor de la Iglesia, hasta que el Concilio de Trento estableció límites a aquella vieja servidumbre a la que estaban sometidos los obispos. A partir de entonces, los derechos de los patronos quedaron reducidos al derecho de presentación.

Y esto es lo que hacen algunas familias sajambriegas en 1660 y en 1670, como patronos que eran de los beneficios de Santa María de Viego (Ponga), Santa María de Mián (Amieva), San Juan de Casielles (Ponga) y, algunos de ellos, de San Pedro de Sobrefoz (Ponga): elegir a los clérigos de los beneficios de los que eran patronos y presentarlos al obispo de Oviedo. Ese acto jurídico se plasma en cuatro documentos que se conservan: dos hechos en Oseja, uno en Soto y otro en Ribota que incluye a los presenteros de Vierdes.

Los documentos de 1660 nos dicen que los patronos del beneficio de Santa María de Mián vivían en Sajambre y en Valdeón; y que los patronos de Santa María de Viego vivían en Sajambre, en Amieva, en Ponga «y en otras partes». Ahora bien, como los documentos conservados solo contienen la elección hecha por los patronos sajambriegos, únicamente conocemos los apellidos de éstos y no los de las familias amievenses, ponguetas o valdeonesas. 

Todos los patronos pertenecían al estado noble (hidalgos), lo que no podía ser de otro modo, pues los miembros del estado llano no podían disfrutar de tales privilegios. 

Los patronos sajambriegos de Santa María de Mián se apellidaban Alonso, Díaz/Díez, Fernández, González, Mendoza, Suero y Vega. 

Los patronos sajambriegos de los restantes beneficios se apellidaban Alonso, Amigo, Blanco, De la Puente, Díaz/Díez, Fernández, García, González, Granda, Gutiérrez, Martino, Mendoza, Muñiz, Palacio, Simón, Suárez, Suero, Vega y Viya. 

Pero lo más interesante a efectos genealógicos es que los documentos fechados en Oseja, Soto y Ribota en 1670 nos dicen de dónde procedía el derecho de patronato que tenían estas familias sajambriegas. Veamos el pasaje correspondiente del documento hecho en Soto, el 19 de marzo de 1670, que dice exactamente lo mismo que los instrumentos hechos en Oseja (el 23 de marzo) y en Ribota (el 26 de marzo):

«...todos vezinos y naturales del dicho lugar de Soto de Sajanbre, dijeron y otorgaron que por quanto el beneficio curado de Santa María de Biego, arçiprestazgo de Ponga y Amieba, en el Concexo de Ponga, diócesis de Obiedo, es de patronato laizal y presentación en todo tienpo de los susodichos, con otros muchos patronos y presenteros de los dichos concexos de Amieba y Ponga y otras partes, como descendientes que son de las casas de Monasterio, Rubín y Corral de Cortes, por justos y legítimos títulos de tienpo inmemorial a esta parte...».

De manera que varias familias que, en el siglo XVII, vivían en Sajambre, en Amieva, en Ponga y posiblemente también en Valdeón eran descendientes de los linajes nobles de Monasterio, Rubín y Corral de Cortes, los tres de origen asturiano y los tres radicados en Ponga, con casas solariegas los dos primeros en la localidad de Viego. 

Como decía más arriba, el artículo ofrece más información sobre este asunto en base a lo que sabemos de estas iglesias y de estos linajes asturianos afincados en Ponga, aunque su principal finalidad fue la edición de los documentos conservados en el Archivo de la Casa Piñán. 

Por otra parte, este mismo fondo documental está demostrando la procedencia asturiana de casos concretos por otras vías, como sucede con los Vega, y de otras familias que no aparecen en estos testimonios de 1660 y 1670, lo que está permitiendo que las piezas dispersas de este rompecabezas vayan encajando

Resumiendo y a los efectos que aquí interesan, podemos decir que los documentos publicados muestran lo siguiente:
  
1.       La existencia de antiguos vínculos genealógicos entre algunas de las familias hidalgas que vivían en los concejos de Ponga, Amieva, Sajambre y Valdeón por proceder todas ellas de linajes nobles del Oriente de Asturias. 
  
2.      Una parte importante de los hidalgos de Sajambre descienden de los linajes asturianos de Monasterio, Rubín y Corral de Cortes. 

3.      La existencia de una población de origen común (en este caso, asturiano) asentada en el territorio que son los actuales concejos de Sajambre, Amieva, Ponga y Valdeón es totalmente coherente con la lógica geográfica por encontrarse Sajambre y Valdeón aguas vertientes a Asturias.  

4.      Los documentos sobre Sajambre que se conservan en el Archivo de la Casa Piñán y en otros archivos peninsulares están mostrando que no sólo existió una confluencia social y económica entre Sajambre, Amieva y Ponga, sino también una coincidencia histórica de carácter más amplio entre poblaciones y territorios que acabaron disgregándose en distintas realidades político-administrativas con el correr de los siglos.

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Elena E. Rodríguez Díaz, «Genealogía y derecho de patronato: relaciones entre Sajambre, Amieva y Ponga en el siglo XVII», en Boletín de Letras del Real Instituto de Estudios Asturianos, n.177 (2011), pp.79-101.