viernes, 11 de octubre de 2024

SAJAMBRE EN EL CENSO DEL CONDE DE ARANDA (1768-1769)

 

De los censos que se hicieron en el siglo XVIII destinados a conocer la población española real, el del Conde de Aranda se llevó a cabo entre los años 1768 y 1769 (1). Al año 1769 corresponde la información relativa al concejo de Sajambre, que enviaron al rey los dos párrocos del valle, porque el censo se realizó por obispados y parroquias. 


Cada clérigo tuvo que responder a un mismo cuestionario en el que debía constar el número de párvulos hasta 7 años, de 7 a 16, de 16 a 25, de 25 a 40, de 40 a 50 y mayores de 50, divididos por sexo y por estado civil. Aparte se debía indicar el número de exentos de impuestos, es decir, los hidalgos, los que estuvieran en la milicia y los que trabajaran para la Real Hacienda, Cruzada e Inquisición, así como el número de clérigos y de sirvientes de la Iglesia. 


De Sajambre aparecen datos de las parroquias de Santa María de la Asunción y Santa María del Pópulo, su anexo, que correspondían a los “lugares de Oseja y Soto de Sajambre”; y la de San Juan Bautista y Santa Marina, su anexo, que correspondían a los “lugares de Rivota, Vierdes y Pió”. Las dos parroquias aparecen adscritas al arciprestazgo de Valdeburón, al corregimiento de la Merindad de Valdeburón y al concejo de Sajambre, en el obispado y provincia de León.  


Obsérvese que la iglesia de Soto ha adoptado como advocación la de la capellanía fundada por doña Juana González de Coco y que todavía depende de la de Oseja que, a su vez, ya se identifica como Santa María de la Asunción. En el asiento de la parroquia de Oseja se añadió una nota advirtiendo que, desde hacía tiempo, había dos varones fuera del concejo sin que se conociera su paradero. Los dos estaban casados.  

 

PARROQUIA DE SANTA MARÍA DE LA ASUNCIÓN (OSEJA) Y SU ANEXO, SANTA MARÍA DEL PÓPULO (SOTO)


386 almas censadas, con un total de 193 varones y 193 hembras, más el único cura de la parroquia. De estos 386 individuos son hidalgos 372, uno de los porcentajes de hidalguía (96’3%) más elevados de Valdeburón. No se registra nadie más exento. 


SOLTEROS

135 varones y 133 hembras.  

Varones: hasta 7 años (32), de 7 a 16 (45), de 16 a 25 (39), de 25 a 40 (10), de 40 a 50 (5), más de 50 (4). 

Hembras: hasta 7 años (30), de 7 a 16 (47), de 16 a 25 (22), de 25 a 40 (12), de 40 a 50 (12), más de 50 (10).


 CASADOS

58 varones y 60 hembras.  

Varones: de 16 a 25 (0), de 25 a 40 (31), de 40 a 50 (23), más de 50 (4).

Hembras: de 16 a 25 (3), de 25 a 40 (30), de 40 a 50 (27), más de 50 (0).   


Comentario: Como se observa, entre los solteros hay una mayor mortalidad en la franja de 25 a 40 años, mientras que entre los casados la mortalidad se retrasa al tramo de más de 50 años, con un paso dramático de 23 casados a 4. Las mujeres solteras son más longevas que las casadas, seguramente por los riesgos de los partos. Los 4 hombres de más de 50 años y la ausencia de mujeres de dicha edad confirma la ancianidad que poseían los sexagenarios en aquella época, a la que alude a menudo la documentación notarial.  

 

PARROQUIA DE SAN JUAN BAUTISTA (RIBOTA) Y SU ANEXO, SANTA MARINA (VIERDES Y PÍO)


285 almas censadas, con un total de 139 varones y 146 hembras, más el único cura de la parroquia. De estos 285 individuos son hidalgos 181 (63’5%) y hay 1 en el Real Servicio.  


SOLTEROS

93 varones y 100 hembras.  

Varones: hasta 7 años (24), de 7 a 16 (34), de 16 a 25 (20), de 25 a 40 (10), de 40 a 50 (8), más de 50 (4). 

Hembras: hasta 7 años (23), de 7 a 16 (36), de 16 a 25 (18), de 25 a 40 (10), de 40 a 50 (5), más de 50 (8).  


CASADOS

46 varones y 46 hembras.  

Varones: de 16 a 25 (3), de 25 a 40 (21), de 40 a 50 (17), más de 50 (5).

Hembras: de 16 a 25 (3), de 25 a 40 (21), de 40 a 50 (17), más de 50 (5).   


Comentario: En el Tercio de Allende el Agua, las mujeres parecen algo más longevas que en Oseja y en Soto. No mucho, porque al llegar a la cincuentena se produce una reducción drástica de mujeres casadas (de 17 a 5), pero al menos 5 sobrepasaron los 50 años. La población femenina se iguala a la masculina en índices de mortalidad y ambas se casan en la misma franja de edad, a partir de los 25 años, lo que parece tarde para la época. La progresión de la mortalidad entre sexos parece más equilibrada que en Oseja y Soto.   

 

PROCENTAJES DE HIDALGUÍA EN LAS LOCALIDADES DE VALDEBURÓN, TIERRA DE LA REINA Y RIAÑO SEGÚN EL CENSO DE ARANDA


 

Huelde 124 de 124 – 100% 

Salamón 129 de 129 – 100%

Villafrea de la Reina 206 de 206 – 100%

 

 

Pedrosa del Rey 244 de 247 – 98’7%

Liegos 177 de 180 – 98’3%

Oseja y Soto de Sajambre 372 de 386 – 96’3%

Carande 268 de 285 – 94%


 

Polvoredo 160 de 201 – 79’6%


 

Ribota, Vierdes y Pío de Sajambre 181 de 285 – 63’5%


 

Boca de Huérgano 123 de 233 – 52’7%


 

Los Llanos (Santa Eulalia de Valdeón)  171 de 344 – 49’7%

San Pedro (Soto de Valdeón) 130 de 282 – 46%

Riaño 254 de 587 – 43’2%

Acebedo 148 de 351 – 42’1%

 

 

Anciles 59 de 149 – 39’5%

Burón 152 de 403 – 37’7%

Maraña 131 de 385 – 34%

Caín (Santo Tomás) 25 de 74 – 33’7%

 

 

Santa Marina de Valdeón 51 de 172 – 29’6%

Cuénabres 40 de 162 – 24’6%

Vegacerneja 59 de 276 – 21’3%

 

 

Espejos de la Reina 17 de 88 – 19’3%

Lario 49 de 288 – 17%

La Uña 41 de 249 – 16’4%

Éscaro 200 de 364 – 10’9%

Siero de la Reina 26 de 182 – 14’2%

 

 

Besande 14 de 216 – 6’4%

Casasuertes 3 de 116 – 2’5%

Barniedo de la Reina 20 de 242 – 0’8%

 

 

Llánaves de la Reina 0 de 109 – 0%


 

El porcentaje de hidalgos en España en 1768 era del 7'7% (722.794) sobre una población total de 9.309.804 (2); era lo que quedaba del 10% de nobles que existían a finales del siglo XVI. Según el Censo de Floridablanca, publicado en 1787, en lo que aparece como provincia de León, la hidalguía suponía el 8'8% (22.016) del total de la población censada (250.134 almas). En la vecina Asturias, la hidalguía total suponía un 32'8% (114.174) sobre una población censada de 347.776 almas. 


El norte de León, y en él Sajambre, se aproxima más al modelo asturiano que a lo que sucede en el resto del territorio leonés y los niveles de hidalguía que llegan al siglo XVIII aumentan según nos dirigimos hacia la Cordillera. A modo de ejemplo, en una localidad de la montaña central leonesa, como Canseco, son hidalgos el 100% de sus habitantes. Aunque con fluctuaciones, estos porcentajes disminuyen según nos orientamos hacia el sur. Esto es un fenómeno conocido y muy estudiado. Incluso en la propia época, la defensa de un origen "montañés" se utilizaba como argumento de peso en las pretensiones de hidalguías (3). Sin embargo, también es verdad que existieron muchos engaños y que en el siglo XVII se ennoblecieron muchos de manera fraudulenta, como ya mostraba el propio Domínguez Ortiz. En este mismo blog presentamos el caso de los Acevedo, de Oseja, que pasaron de pecheros a hidalgos por voluntad de sus valedores enriquecidos, y algunos documentos bajomedievales parecen transmitir la idea de que, entonces, el estado noble no estaba tan extendido como en los siglos XVII y XVIII.  La verdad es que no resulta nada fácil dilucidar el origen de estas desigualdades.   

 

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NOTAS

(1) Instituto Nacional de Estadística, Censo del Conde de Aranda, T. V, ns. 402 y 491.  

(2) F. Menéndez Pidal de Navascués, La nobleza en España: ideas, estructuras, historia, Madrid: BOE - RAH, 2008, p. 324.

(3) J. Pérez León, "El fraude en la hidalguía: intrusiones en el estado de hijosdalgo durante el siglo XVIII", Estudios Humanísticos. Historia, 9 (2010), p. 125.


 

domingo, 1 de septiembre de 2024

LAS BOLERAS SAJAMBRIEGAS ANTES DE 1830

 

Índice: 1. Un poco de historia previa. 2. Boleras de Sajambre en los documentos anteriores a 1830.  


 1. Un poco de historia previa 


El juego de bolos o de birlos, como era conocido en el pasado (así en el Brocense), hunde sus raíces en la noche de los tiempos. Artefactos encontrados en el Neolítico hacen creer en la existencia de prácticas de puntería y precisión que serían los antecedentes más remotos de este entretenimiento, con variedades que se multiplicaron sin interrupción desde el antiguo Egipto hasta tiempos recientes en todas las culturas del Mediterráneo, primero, y de la Europa germánica después, y cuyo denominador común consistía en derribar objetos a distancia lanzando bolas, que primero fueron de piedra y más tarde de madera. 

Claudine Bouzonnet-Stella y Jacques Stella, Les quilles (1667). 
Fuente: Metropolitan Museum of Art.

En España, de oeste a este y de norte a sur, existieron distintas modalidades de juego como muestran las fuentes históricas y etnográficas; y lo mismo podría decirse de una gran parte del Occidente europeo. A nosotros nos interesa el estilo que se extendió por Asturias y norte de León y que, desgraciadamente, ha dejado poco rastro en la documentación antigua. De ahí que cuando aparece alguna evidencia, resulte más valiosa. Sin embargo, aunque sus huellas escritas sean exiguas, no son inexistentes. En las fuentes judiciales puede hallarse algún que otro testimonio y, como se verá en la segunda parte de este artículo, también en otro tipo de registros históricos. 

Las variedades del juego en León y en Asturias son consideradas de origen céltico y prerromano por algunos o configuradas a lo largo de la Edad Media por otros. Aquellos que niegan su existencia en el siglo XIII basándose en su ausencia en el Libro de los juegos de Alfonso X, copiado en Sevilla en el año 1283, se equivocan en su juicio porque esta obra se dedicó a lo que podríamos calificar, grosso modo, como juegos de mesa y naturalmente los bolos quedan al margen del objeto preferente del tratado alfonsí, que el rey identificó propiamente como libros del açedrex e tablas e dados, que solían jugarse sentados. No obstante, en el prólogo se mencionan otros juegos a caballo y a pie, en ambos casos de forma sucinta y genérica como se puede comprobar: "E los otros que se fazen de pie son assí como esgremir, luchar, correr, saltar, echar piedra o dardo, ferir la pellota e otros iuegos de muchas naturas en que usan los omnes los miembros por que sean por ello más rezios e reciban alegría" (f. 1r del original escurialense).  Ese "echar piedra o dardo" es una referencia genérica a todos los juegos del siglo XIII en los que se tiraban o lanzaban piedras, pues está claro que los  dardos se lanzan a distancia, y recordemos que, en los birlos, las bolas fueron de piedra durante mucho tiempo y todavía en la Edad Media. No hay duda, por tanto, que el juego de bolos quedó incluído de manera genérica en dicha expresión. 

Las menciones documentales del siglo XIV sobre birlos en otras latitudes peninsulares insisten en su práctica en la Edad Media hispana. A partir del XVI se prodigan las alusiones tanto en documentos, como en fuentes literarias, lo que ha hecho afirmar a algunos autores que es entonces cuando se difunde verdaderamente en España el juego de bolos o birlos (1).  Sin embargo, yo me pregunto hasta qué punto esta percepción no será falsa porque con anterioridad a 1500 las fuentes escritas son numéricamente muy inferiores a las conservadas con posterioridad al siglo XVI. Por eso, al aumentar el número y la variedad de fuentes escritas en la alta Edad Moderna, aumenta también el número de hallazgos documentales sobre el juego de bolos. Esto me parece significativo y debiera hacernos relativizar las afirmaciones negativas que se han formulado sobre la Edad Media para nuestro país.   

En esta primera parte de mi artículo voy a referirme a los tres casos más antiguos que conocemos en lo que fue el territorio del antiguo Reino de León que corresponden, en este caso, a Asturias y a la provincia de León, si bien mucho más tarde, ya a finales del siglo XVIII hay algún otro caso en tierras salmantinas. El primer testimonio histórico es ovetense, data del año 1495 y ha sido ampliamente repetido desde que se diera a conocer. El segundo es leonés, ha permanecido inédito hasta el momento y está fechado en el año 1549. El tercero también es inédito, vuelve a ser asturiano y está datado en el año 1554. Como se ve, los tres son muy cercanos cronológica y geográficamente. Ninguno de ellos informa sobre modalidades técnicas concretas que puedan distinguirse en la actualidad, pero sí sobre su existencia y difusión, sobre costumbres relacionadas con el juego o su ubicación en el espacio urbano y sobre aspectos sociales y hasta económicos de dicho entretenimiento. 

1495, Oviedo. Se ha transmitido en una querella interpuesta por Alonso de Quintanilla, contador mayor de los Reyes Católicos, contra Nuño Bernaldo el 17 de julio de 1495 por un agravio acaecido durante una partida de bolos que se había jugado en el campo de San Francisco. La noticia fue dada a conocer por Uría Ríu en 1949 y completada en el año 2000 por Ruiz Alonso (2).  El ultraje que terminó ante la justicia se describe en el documento: "Estando un día del mes de abrill  deste anno de nouenta e çinco en las octavas de Pascua, estando en el campo de San Françisco, que es fuera de la çibdad de Oviedo, que es çerca del monesterio de Santa Clara, mirando cómo Nunno Bernaldo... jugando a los byrlos que dixo el dicho Nunno Bernaldo que avía meado por las armas de Alonso de Quintanilla" (3). En este testimonio consta que apostaban vino y cabritos en las partidas, y se observa algo que sigue constatándose en la documentación posterior: jugaban juntos nobles y plebeyos.   

1549, Ponferrada. Una cincuentena de años después del conocido documento ovetense, en 1549 sucedió otro altercado que terminó en pleito criminal cuando “un día domingo, que se contaran doze días del mes de mayo del dicho año, estando ellos jugando los bolos en cuerpo y sin espadas algunas, en el camino real quanto ha de Las Heras de la dicha villa para La Cruz, extramuros della...” (4). Como en el caso anterior, la partida se juega fuera de las murallas de la ciudad, pero a juzgar por lo sucedido, dicho emplazamiento no debía quedar muy lejos del convento de San Agustín. La única puerta que queda en pie de lo que fue la muralla medieval de Ponferrada se conoce hoy como el Arco de las Heras, tras el cual se encuentra la plaza del Ayuntamiento, lugar en el que se localizaba antiguamente el convento de San Agustín. Así que uno de los lugares donde los ponferradinos del siglo XVI jugaban a los bolos debía estar bastante cerca de dicha puerta.  

Lo que sucedió fue lo siguiente. Tras personarse en la partida Cristóbal de León, su criado Pedro Doria y otros vecinos, todos armados, algunos jugadores les increparon diciéndoles que “qué avían de hazer armados de diversas armas, espadas, broqueles y cascos e piedras e cotas de malla”. La reacción de los aludidos consistió en agredir a Pedro Arias, cuando este estaba “andando en el exerziçio del dicho juego, avaxándose a tomar un bolo, el dicho Antonio Hernández, haziendo lo que le avía mandado el dicho Christóval de León, le tirara con una gran pedrada, con la qual le diera en las espaldas alevosamente”. Tras la pedrada llegaron los golpes y cuchilladas con las espadas: “e una le açertara en las espaldas de que le ronpiera cuero e carne e le avía salido mucha sangre”. El documento narra cómo el tal Pedro Arias se salvó de una muerte segura gracias a la concurrencia de gente que asistía a la partida, lo que le permitió huir y refugiarse en el convento de San Agustín. 

Como dijimos, al igual que en el caso ovetense de 1495, la partida se celebraba extramuros y había en ella una gran cantidad de gente, es decir, era un juego al gusto de la población y con amplia difusión social, lo que indica tradición. Como en 1495, entre jugadores y asistentes se entremezclaban los diferentes estamentos sociales, motivo de conflictos en uno y en otro caso.   

1554, Colloto (Oviedo). Poco después de aquella infausta partida en Ponferrada se documenta otra en Santa Eulalia de Colloto, en Oviedo, donde vemos cómo los habitantes del lugar jugaban en este caso junto a las tabernas, apostaban y eran los taberneros los que guardaban los bolos.

La información procede de otro pleito, ahora contra Juan de Cimadevilla, vecino de Oviedo, por ruidos y alborotos en su taberna a causa de los que jugaban a las cartas y a los bolos y por permitir apuestas “a dos reales de fruta y vino”. Es muy interesante desde una perspectiva económica el descargo de culpas que se argumenta sobre las cantidades apostadas. Se acusa también a María de Mercado porque “siendo la tavernera pública, en su casa avía dado naypes y bolos para jugar”. Al formularse la primera acusación se especifica que “avía en frequençia juego de naypes e volos e otros géneros de juegos e visto el daño e ayuntamiento de gentes e gastos e ruydos que suçedían por los taverneros de naypes e birlos y avía estado dentro de la taverna de Juan de Cimadevilla, en anocheciendo, mucha gente jugando a los naypes e junto a la casa, otros a los volos...” (5). 

Según la acusación, ambos contravenían una real provisión sobre los juegos en las tabernas y además estaban amancebados. De esto último se defienden argumentando falsedad y mala intención porque Juan de Cimadevilla tenía más de 60 años y María de Mercado más de 75. Seguramente y como era habitual en la época, María de Mercado sería viuda y habría heredado de su marido la taberna local.

La real provisión que se menciona debió ser una de las muchas órdenes destinadas a evitar los alborotos y pendencias que este tipo de reuniones sociales traían consigo, especialmente el juego de cartas. Ya vimos hace tiempo en este mismo blog cómo en la Nochevieja de 1670, a causa de una partida de naipes en Oseja, un hijo de Tomás Díaz de la Caneja, llamado Pedro, había dado muerte a navajazos a su primo, Toribio Díaz, quien lo perdonó in articulo mortis, siendo desterrado del concejo el matador. Los casos anteriores de 1495 y 1549 son ejemplo de las disputas y problemas que podía acarrear una partida de bolos. Pero a diferencia de ellos, ahora observamos la ubicación de las boleras en el interior de la población y en la proximidad de las tabernas. La concurrencia seguía siendo nutrida. 

Aunque esta actividad lúdica no haya quedado suficientemente reflejada en los documentos del pasado, es obvio que siguió practicándose sin interrupción y en abundancia en Asturias y en León, por lo que Jovellanos aludió a su práctica en varios de sus escritos, como en la Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España, de 1790, y dejó escrito que en la mayoría de los pueblos y lugares de Asturias hay siempre una bolera que es el sitio en donde se reúnen y juegan los vecinos”. Esto también es válido para Sajambre. 


2. Boleras de Sajambre en los documentos anteriores a 1830


Otra manera de documentar el juego de bolos consiste en rastrear pacientemente las delimitaciones de propiedades en contratos, transacciones y negocios diversos transmitidos en la documentación  notarial porque, de existir, las boleras podían utilizarse como referentes espaciales.  Utilizo como fuente para esta segunda parte la documentación notarial sajambriega de los escribanos públicos Gonzalo y Agustín Piñán de Cueto Luengo, José Díaz de Caldevilla y Juan Bautista Piñán. 

Lo lógico sería pensar que todos o la gran mayoría de los pueblos de Sajambre tuvieron boleras en la Edad Moderna y, desde luego, en la época de Jovellanos. Incluso en el siglo XIX y principios del XX se jugaba a los bolos en las majadas de todos los valles de Picos de Europa, práctica que sospecho más antigua. No obstante, en los documentos sajambriegos conservados de los siglos XVI, XVII, XVIII e inicios del XIX solo he encontrado boleras en Oseja y en Vierdes.    

1675, 1703, Oseja (barrio de Las Cortes). En el barrio de Las Cortes quedó el topónimo Huerta de la Bolera porque en dicho lugar se situó una de las boleras de la localidad, que se documenta en 1675. Esto no quiere decir que no pudiera ser anterior. En realidad, debió serlo. Lo que quiere decir es que en tal fecha aparece por primera vez en un registro escrito.   

Ahora bien, en ninguno de los documentos anteriores a 1830 aparece el topónimo Huerta de la Bolera tal y como existe en la actualidad. Lo que aparece es una casa o un hórreo que lindan con la bolera, con el camino de la bolera, etc. Es decir, la bolera del barrio de Las Cortes se usa como referente espacial para situar propiedades. Esto significa que dicha bolera estaba en uso.  

La noticia de 1675 procede del inventario de bienes de María de Cabrero, viuda de Pedro Díez de Viya, efectuado el 10 de septiembre. En él se dice que su casa de morada se situaba en el barrio de Las Cortes junto a los hórreos de Juan y José Bermejo, junto a la casa de los Acevedo y junto “al camino de la bolera”.  

Este camino de la bolera debía ser el mismo que conducía a los molinos de Carunde desde dicho barrio, ya que así aparece varias veces (1693, 1703, 1705, 1706) en documentos relativos a la casa más antigua de los Acevedo. La casa familiar de los Acevedo Villarroel (espero dedicarles un artículo en otra ocasión, sobre todo a los que salieron de Sajambre) o casa vieja se dividió en 1693 en cuatro partes: una pertenecía a Pedro de Acevedo y sus herederos, la segunda era de Gregorio de Acevedo y sus herederos, la tercera de María de Acevedo y de su marido, José Alonso, y la cuarta correspondió a Ana de Acevedo y a su marido, Agustín de Vega. Todo lindaba con la bolera y “con los caminos que van a los molinos de Carunde por bajo y por arriba”.   

Por esta razón, en el testamento de Pedro de Acevedo fechado en 1703 se identifica su vivienda como “la media casa de la bolera que se compone de caballeriça y pajar, bodega y portal que se partió con Juan Bermejo, y dicha casa y bodega es la parte de abajo y linda con casa y bodega de Roque Bermejo y con el camino real que ba a los molinos de Carunde”.   

En consecuencia, en el siglo XVII la bolera del barrio de Las Cortes y del adyacente barrio del Valleyo, que eran entonces, como saben bien los lectores de este blog, los emplazamientos más poblados de la villa, se situaba en medio del caserío y al borde de un camino. No era la vía principal de acceso a la localidad o camino real, como en el caso de Ponferrada, pero esta es una coincidencia que se observa en varios de los casos más antiguos.  

1812, Vierdes.  En un documento de cargo y data relativo a la actividad de Pedro Simón, vecino de Vierdes, durante la tutela de sus sobrinos menores de edad, escriturado el 2 de diciembre de 1812, en plena guerra contra los franceses, se incluyó “la huerta de la volera sita en este lugar, cerrada sobre sí, palmiento como dos carros y medio de abono, tasada en seiszientos y cinquenta reales”.  

Aquí “la bolera” vuelve a ser un referente espacial porque se escribe con minúscula, cuando a lo largo de todo el documento el escribano pone mayúsculas en los topónimos. No debe extrañar a nadie que hubiera huertas en medio de las aldeas, ya que la unidad de poblamiento sajambriego fue la de casa-hórreo-huerta, estando la última a menudo junto a las casas o en su parte trasera. Todavía quedan viviendas con esta disposición en el centro de las poblaciones del valle.  

Este Pedro pertenecía a la única familia apellidada Simón que existió en Vierdes en el siglo XIX, por lo que, si todavía quedan personas llamadas así con este origen, serán sus descendientes o de su hermano difunto, Matías Simón, ya que un tercer hermano, de nombre Toribio, se hallaba entonces prisionero en Francia al haber sido apresado en el sitio de Astorga (tendría que dedicar otro artículo a los héroes sajambriegos que fueron enviados a defender la ciudad de Astorga de los franceses). Pedro tuvo por hijos a Joaquín, Modesto e Isidoro. 

Nada más indica el documento sobre la bolera de Vierdes, pero posiblemente fue la misma que la que hoy existe en el centro de la localidad.  

1827, Oseja (barrio de Caldevilla). En la actualidad, la única bolera de Oseja se localiza en el barrio de Caldevilla, junto a la cabecera de la iglesia parroquial por un lado y frente a la Casa Piñán por otro, en lo alto del muro de contención que se construyó al edificarse la iglesia a mediados del siglo XIX, siendo inaugurada en el año 1855.  

En esta imagen de Google Maps se ve el muro de contención que rodea la iglesia de Oseja. 
Los árboles de la derecha ocultan la bolera actual. 

No sabemos con exactitud cuánto tiempo le llevó al obispo de Oviedo, Ignacio Díaz-Caneja y Sosa, construir la actual iglesia parroquial de Oseja y remodelar todo su entorno, aunque estoy convencida de que todo el proceso se podría detallar rastreando los planos y los documentos que deben conservarse, probablemente, en Oviedo. Si partimos de la creencia popular de que don Ignacio acometió la obra cuando ya era obispo, para lo que fue nombrado en 1848, habría que considerar que la nueva fábrica de la iglesia, el pórtico, el cementerio, el cercado del recinto y los muros de contención del perímetro por los lados del cementerio, de la bolera, del camino y de La Cortina debieron hacerse en esos siete años como marco cronológico general. En cambio, la noticia de una bolera en el barrio de Caldevilla es anterior a esa obra, en concreto de 1827, por lo que antes de los trabajos efectuados en la iglesia y en sus aledaños ya existía una bolera en Caldevilla. Pero, ¿dónde estaría entonces esa bolera? 

En el inventario de bienes de José Rodríguez se describe una de sus propiedades de la siguiente forma: “En la casa de avitación de el padre del difunto, donde al presente vive su hermano, Santiago Rodríguez, en el barrio de Caldevilla, a la parte que de ella pertenece a la volera y hacia la de don Juan Piñán, tiene este difunto 80 reales de vellón”.  Esta bolera es, de nuevo, un referente espacial para identificar la parte de una casa orientada hacia dicho lugar. También es un referente espacial la “casa de don Juan Piñán”, que corresponde a la casa palacio de los Piñán de Cueto Luengo. Por tanto, la propiedad de los Rodríguez se encontraba en Caldevilla, cerca de la Casa Piñán y cerca de una bolera que estaba en uso. Por exigencias del juego, el lugar tenía que ser forzosamente llano y despejado, y sabemos que entre la iglesia y la Casa Piñán pasaba el camino real que procedía del Puerto de Pontón y que al lado del palacio de los Piñán había más caserío, con hórreos y con huertas. ¿Dónde se ubicaría exactamente aquella antigua bolera? 

En la documentación conservada de la Edad Moderna no se mencionan accidentes geográficos en el entorno de la iglesia, aunque relacionado con ello debe estar el “allizaze petrinia” del documento que delimita el coto del “monasterio” altomedieval de Santa María de Oselia. Un alizace es una hoya, foso o barranca y el epíteto petrinia especifica su carácter rocoso. Antes de la remodelación del siglo XIX existió una depresión o corte natural en el terreno, con roca o pared de piedra, que más tarde se aseguró con muros de contención, bajo la cual debió construirse el templo primitivo de Santa María de Oseya. Lo que está claro es que el actual muro de contención, sobre el que está la bolera, es del siglo XIX y que lo que hoy es el pórtico que rodea toda la iglesia fue aplanado y cercado en la misma época. También son de ese tiempo los restantes lienzos de muro, casi siempre de contención. De manera que la fisonomía del terreno antes de 1848 debió ser similar a la actual, con la iglesia situada en un nivel más bajo que el del resto del caserío de Caldevilla y en un lugar rodeado, al menos en tres de sus lados, por tajos rocosos naturales, en cuyo centro se edificó la iglesia prerrománica y en 1621-1636 la capilla funeraria de Santo Domingo.  Entre dicho emplazamiento y el caserío documentado discurría el tramo del camino real que bajaba del Puerto de Pontón. Así que la antigua bolera de Caldevilla de 1827 debió ubicarse a un lado de aquel camino, si no en el mismo lugar en el que hoy se halla, no muy lejos de allí. Lo que no sé es si la construcción de la carretera actual a finales del siglo XIX le afectó de algún modo y si entre los cultivadores sajambriegos del juego tradicional de los bolos se ha transmitido algún tipo de memoria al respecto. 

La mucha población que tuvo Sajambre con anterioridad a mediados del siglo XX y Oseja en particular, explican la existencia de dos boleras en momentos concretos, sobre todo considerando la distancia que existe entre los barrios de Caldevilla y de Las Cortes. Los dos eran también lugares muy poblados, junto con el barrio de Quintana, del que no se tiene noticia de bolera propia.  

 

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NOTAS

(1) J. G. Ruiz Alonso, Estudio de los bolos en Asturias: aspectos histórico-culturales, modalidades, elementos y materiales de juego. Tesis doctoral, Universidad de Granada, 2000, pp. 53-58.

(2) J. G. Ruiz Alonso, Estudio de los bolos en Asturias, pp. 66-67. 

(3) Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, núm. 10. 

(4) Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Reg. Ejecutorias, 707, 13, ff. 1r-2v.

(5) Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Reg. Ejecutorias, 823, 21, ff. 1r-3r.

 

lunes, 5 de agosto de 2024

CASA PALACIO DE LOS PIÑÁN DE CUETO LUENGO EN OSEJA DE SAJAMBRE

1. CARÁCTER, ORIGEN y PROPIEDAD 


La Casa Piñán tuvo la categoría de palacio en la documentación de la época. Bajo dicha designación aparece, por ejemplo, en una tasación judicial que se efectuó en 1699 por orden de la Real Chancillería de Valladolid, en la que se lee: "...más tassa el dicho Facundo, maestro de carpintería, vigas principales, puertas, ventanas de la dicha cassa palacio, suelos, desbanes... Y más dos órrios, uno dentro y otro fuera pegado a dicha cassa palacio, con sus tejas...". 

Este palacio rural fue construido ex novo entre después de 1621 y antes de 1636 sobre un conjunto de tierras que el cura de Oseja y Soto, y comisario de la Inquisición, Domingo Piñán de Cueto Luengo, fue comprando a diferentes propietarios del lugar. Pongamos un ejemplo. A causa de una disputa familiar, nos enteramos que la madre de Gonzalo Piñán, sobrino del anterior, había accedido a compensar a María de Felipe en 1636 con una propiedad cuando “el Comisario Piñán trató de haçer la casa que hizo en el lugar de Oseja, en el término que está dicha casa tenía María de Phelipe una tierra y no se la quiso dar hasta que yo le di una tierra que mi padre me dio...”. Obsérvese que las referencias a la Casa Piñán están en pasado ("hizo") y en presente ("está dicha casa"), lo que significa que el palacio que nos ocupa se construyó antes de 1636 porque en dicha fecha ya había una casa en la tierra de María de Felipe. El inicio de las obras no sucedió antes de la llegada a Oseja de Domingo Piñán en 1621, por lo que la datación de esta construcción debe situarse entre 1621 y 1636. Ahora bien, en 1626 uno de los dos hórreos que pertenecieron a este palacio rural ya existía, aunque en este caso no sabemos si se construyó ex profeso o ya existía con anterioridad. Es más probable que se construyera con la casa, lo que nos daría una cronología de 1621-1626, pero no puede saberse con total seguridad. De ahí que sea más prudente establecer el período de construcción entre 1621 y 1636. Otros propietarios de tierras en el lugar en el que hoy se levanta la Casa Piñán se llamaron Pedro Díaz de Caldevilla, Alonso Redondo o Sancho Díaz. Por cierto, el Parque Nacional de Picos de Europa debiera corregir el error que se lee en uno de los carteles informativos del lugar de Oseja, en el que se escribió que la Casa Piñán es del siglo XVI, cuando lo es del siglo XVII. 

Es decir, no existió ninguna edificación previa en el lugar en el que se levantó la Casa Piñán, sino solamente las tierras de la ería de Palacio que, en aquellos tiempos, llegaban hasta dicho emplazamiento. De hecho, en el año 1662, las tierras de dicha ería, llamada "de Palacio", todavía ocupaban el lugar en el que hoy está la farmacia de Oseja, colindante con la casa de los Piñán de Cueto Luengo. Por tanto, es absolutamente falso que esta construcción fuera un antiguo monasterio, como escribió hace años Eutimio Martino sin ningún fundamento científico. Sabemos, incluso, que los vecinos de Oseja ayudaron al acarreto de los materiales durante su construcción, según costumbre: "que para hazer dicha capilla y casa ayudaron al acarreto los vecinos del concejo por ser costunbre en él (que) qualquiera que hiciese alguna obra el ayudarle (a) azer el acarreto de ella" (documento sin fecha, anterior a 1697). 

En la primera mitad del siglo XVII, cuando Domingo Piñán se instaló en Oseja (1621), el sitio donde se construyó esta casa se conocía como "El cuérano de Palacio". Este “palacio” del topónimo no está relacionado con la casona, ya que es muy anterior a su construcción y a la llegada de Domingo Piñán a Oseja. A su vez, el término "cuérano" es palabra del asturleonés oriental que puede significar dos cosas: lugar resguardado o parcelado con fincas de distintos propietarios. En este caso, tiene más sentido la segunda acepción. 

El palacio rural levantado por Domingo Piñán a comienzos del siglo XVII formó parte del mayorazgo familiar fundado en 1679 y perteneció a la línea principal del linaje, documentada como “Piñán de Cueto Luengo”. En la segunda mitad del siglo XIX se dejó de utilizar utilizar el apéndice nominativo “Cueto Luengo”, quedando limitado al actual Piñán. Los primeros en perder dicho apéndice de origen toponímico (Cueto Luengo es un despoblado de Soto) fueron los descendientes sajambriegos (en Oseja, Soto y Ribota) de las líneas ilegítimas, descendientes todas ellas de tres de los cuatro hijos varones del comisario Domingo Piñán, que fueron reconocidos por mandato judicial tras su muerte. La segunda generación ya empezó a prescindir del Cueto Luengo. Estos Piñán, que tuvieron como ancestros a los hijos bastardos del cura de Oseja y Soto, aparecen en los padrones solo como hidalgos. En cambio, los miembros de la línea principal fueron hidalgos notorios hasta el final del Antiguo Régimen y disfrutaron de una holgada situación económica, lo que les convirtió en los únicos rentistas del concejo. Asimismo, fue la principal casa diezmera hasta la abolición del Antiguo Régimen en 1834. Sus miembros desempeñaron oficios públicos y entroncaron con otros linajes destacados de Amieva, Burón y Liébana. Mantuvieron su mayorazgo desde 1679 hasta su supresión oficial en 1820.  De lo que no hay noticia hasta el momento es de que algún Piñán de Cueto Luengo llegara a ser merino mayor de Valdeburón, el oficio público más codiciado en la comarca, aunque casaron a hijas e hijos con consortes pertenecientes a familias en las que hubo merinos. 

2. LA CAPILLA DE SANTO DOMINGO 


El carácter de palacio de la Casa Piñán se completaba con la capilla señorial de Santo Domingo, que formaba parte del conjunto palaciego aunque se hubiera construido fuera del recinto cercado. Fue “una capilla de bóveda”, es decir, un recinto funerario con cripta que sirvió de panteón familiar y que, como gráficamente describen los documentos, mandó construir el propio Domingo Piñán “al mismo tiempo y con la misma manufactura” que su casa. Esto significa que los materiales de construcción y la fábrica fueron los mismos, o sea, madera y mampostería con sillares labrados en esquinas, puertas y ventanas. Un documento anterior a 1643 destaca la puerta de dicha capilla, aunque no describe su forma, quizás también en arco de medio punto.  En el mismo lugar se especifica que todo se hizo a expensas del comisario Domingo Piñán de Cueto Luengo, por eso la capilla lleva la advocación de santo Domingo, nombre de pila de su fundador y un elemento de ostentación para la posteridad. Tratamos sobre esto en otro lugar.  Solo tuvieron derecho a enterrarse allí los miembros de la línea principal del linaje: "no se entierran en dicha capilla más (que) los descendientes de la Cassa de Piñán y sus herederos" (documento anterior a 1697).  

La capilla de Santo Domingo se levantó frente al palacio, al otro lado del camino real que pasaba junto a la casa y en el lateral de la iglesia medieval de Santa María de Oseja que quedaba junto a la tribuna donde se lee el Evangelio, pero fuera de la estructura del templo: “fuera del cuerpo de la iglesia”, dicen las fuentes. Es decir, no fue una capilla en el interior del templo parroquial (como la de San Antonio, de los Díaz de Caldevilla), sino un edificio independiente, que poseía un altar con un retablo de madera de nogal (documentado en 1652) e imágenes de Santo Domingo de Guzmán y de la Virgen del Rosario. El interior se dividía en nave única y presbiterio, junto al cual había una especie de palco, elevado, que estaba reservado al asiento de los Piñán. En la cripta había tumbas "de piedra labrada". El conjunto debía tener ciertas dimensiones porque, en la descripción de algunos funerales, se especifica que una parte de la población entraba y asistía a los oficios religiosos. En estos casos, los Piñán colocaban un catafalco con el ataúd forrado de terciopelo negro, como era costumbre en las casas nobles de la época. 

Cuando se derribó esta capilla para construir la iglesia actual de Nuestra Señora de la Asunción en la primera mitad del siglo XIX, se incluyó una capilla de Santo Domingo dentro de la iglesia, desligada ya de cualquier dependencia. Hoy se conservan allí los restos mortales de Ignacio y Joaquín Díaz-Caneja y Sosa, trasladados en el siglo XX a dicho lugar. Ninguno de estos dos sajambriegos ilustres perteneció al linaje Piñán de Cueto Luengo, aunque su hermano mayor (José, el primogénito) casó con una Piñán “de la casa grande”, por lo que su descendencia sí habría adquirido derechos funerarios señoriales de haber existido para entonces. 

Por esta razón, es decir, por haber gozado los Piñán de un lugar privado de enterramiento, en el cementerio anexo a la iglesia actual, que todavía existe, a los Piñán principales, o sea, a los pertenecientes a la línea de los Cueto Luengo, se les dio un nicho permanente en un lugar distinto al resto de la feligresía.

3. LA FÁBRICA Y ENSERES DE LA CASA PALACIO SEGÚN LOS DOCUMENTOS ANTIGUOS CONSERVADOS 


La casa construida por Domingo Piñán entre 1621 y 1636 es un conjunto edilicio, compuesto de edificios y terrenos que, en origen, fue mayor que en la actualidad, ya que uno de sus límites era el camino que conduce al barrio de Quintana. Así que la propiedad de los Piñán llegaba hasta dicho camino por su parte superior. 

La casona señorial fue el típico palacio rural, completamente cercado, que se estructuraba alrededor de un patio central. Ese patio central es lo que hoy se llama la corralada o corral que, en el pasado, estuvo totalmente cerrado al exterior. Es decir, los muros que lo rodeaban impedían a los vecinos de Oseja ver el interior del recinto. A dicho patio se accedía por una puerta formada por un gran arco de medio punto, capaz de permitir la entrada de carros y carruajes, identificada como tal en los documentos familiares: "con sus entradas y salidas por azia la puerta del arco" (1726). 

Arco de entrada. Fuente: Sajambre rural.


Como solía ser habitual en estos casos, el interior estaba (y está) empedrado. En un lateral de la portalada se abría una pequeña ventana abocinada, con derrame externo, rematada también en arco de medio punto, que permitía a los habitantes de la casa observar el exterior sin ser vistos. La zona de residencia es un gran bloque rectangular, de dos pisos y desvanes, rodeado de edificios subsidiarios de carácter doméstico y agropecuario. En el pasado hubo un horno, bodegas, dos caballerizas, establos, todo “con sus recibimientos”, además de pajares y desvanes (en plural), “que todo linda uno con otro”. Así se describe desde 1652. Con el tiempo, se adaptaron algunos de estos espacios y se construyeron otros para habitación y uso de miembros de la familia. También existió desde antiguo la amplia portalada, cubierta por la prolongación de la techumbre, al estilo tradicional sajambriego.

Fuente de la fotografía: la autora.

El arco redondo o de medio punto es uno de los elementos arquitectónicos y visuales característicos de las casas de la hidalguía rural del norte peninsular en la Edad Moderna. Normalmente, se localizaba en las fachadas principales (puertas o ventanas). Pero, en este caso, se optó por colocarlos en el acceso a la propiedad, porque era lo que se veía desde fuera, ya que la puerta principal de la vivienda quedaba oculta por el muro que rodeaba y cerraba todo el conjunto. Al mismo tiempo, el considerable tamaño del arco de entrada es un evidente elemento de ostentación. Debe quedar claro que esta última expresión ha de entenderse siempre en el contexto de austeridad que caracterizó toda la arquitectura antigua sajambriega. Pero este arco es el de mayor tamaño que se conserva y no me extrañaría que también lo hubiera sido en el momento de la construcción de esta casona señorial. 


Hórreo, hoy caído, que ya existía en el año 1626 y que llegó intacto a finales del siglo XX; con pegollos de madera. Originalmente, se hallaba fuera del recinto cercado de la Casa Piñán. Se trasladó al construirse la carretera actual. 
Fuente de la fotografía: la autora (años 80 del siglo XX).


En la primera mitad del siglo XVII había un hórreo dentro del patio o "corral" que no es el que ahora está arruinado. No obstante, el que terminó cayendo se construyó también en el siglo XVII, seguramente al mismo tiempo que la casa, pues ya existía en el año 1626. Llegó intacto hasta finales del siglo XX. He hablado de él en otros artículos de este mismo blog. El hórreo que estaba dentro del patio tenía cuatro pegollos y el que hoy está derruído se hallaba fuera del recinto palaciego, aunque pegado al muro del patio como se describe en el inventario post mortem de Domingo Piñán, efectuado el 8 de julio de 1652: “Un órrio fuera de dicho corral, de piña y nuebe pies, pegado a la dicha casa y cerca del corral, que todo parte uno con otro y con el camino real por todas partes”. Este gran hórreo (propiamente es una panera) se metió dentro del corral cuando se construyó la carretera moderna sobre parte del trazado del antiguo camino real que cruzaba todo el pueblo y que, en este caso, separaba la Casa Piñán de la iglesia parroquial y de la capilla de Santo Domingo. Es posible que cerca de la antigua iglesia ya existiera una bolera antes de la construcción de la iglesia actual y de la remodelación del paisaje de dicho emplazamiento (espero dedicar un artículo a las boleras históricas de Sajambre).  

Como se ha dicho, el palacio de los Piñán es de fábrica rústica, con muros de mampostería, pero con una serie de características que lo distinguen del resto del caserío no solo de Oseja, sino de todo el valle de Sajambre. Lo que más destaca en el paisaje es su tamaño. Todavía en la actualidad, más de 400 años después de su construcción, la casona se distingue visualmente de forma notoria en el centro de la localidad y sigue siendo una de las más grandes del concejo. Su enorme cubrición de teja, con la prolongación del tejado hacia el portal, debió sobresalir en el caserío del momento, cuando muchas de las viviendas locales eran de pequeñas dimensiones y todavía se cubrían de paja. 

La zona de residencia principal tuvo sala, varios aposentos y dos cocinas, una, alta de humo, y otra, baja de chimenea. Esta última es la primera que se documenta en Sajambre. La de chimenea se describe en 1652. La de humo sigue documentándose en 1722 como “cozinas alta y baja”. 

Parte trasera de la sección de vivienda del palacio rural de los Piñán de Cueto Luengo en Oseja de Sajambre, construido por Domingo Piñán después de 1621 y antes de 1636. Fuente de la fotografía: la autora.

A diferencia de la puerta de acceso al recinto, para la entrada principal a la vivienda se eligió una solución adintelada, de una sola hoja y buen tamaño, con molduras cultas en las esquinas, aunque muy sencillas. Los otros elementos nobles, al exterior, son los sillares labrados de las esquinas y ventanas superiores y, sobre todo, los vanos abocinados con derrame externo del piso bajo. Este tipo de ventana no tenía una función militar (la tendría si el derrame hubiera sido interno), sino que fue un recurso arquitectónico que se puso de moda en el siglo XVI como adorno de casas acomodadas, que servía para otorgar una apariencia de antigüedad a la construcción que, evidentemente, no era tal. En la misma época, algunos palacios y casonas norteñas también construyeron torres que imitaban a las medievales con la misma finalidad, la de simular antigüedad y, en consecuencia, ostentación social del estatus alcanzado. 

El conjunto tiene una apariencia rústica por la austeridad en la ornamentación de los muros exteriores del edificio, algo nada extraño en casonas y palacios rurales de la Cordillera Cantábrica en los siglos XVI y XVII, porque con la escasez de vanos abiertos en la planta baja se protegían del frío y de las inclemencias metereológicas. Es en el piso superior donde se abren los huecos de mayor tamaño que son siempre ventanas adinteladas, formadas por sillares y sillarejos con una leve moldura voladiza. Sin embargo, en el interior de la casa estas ventanas cuadradas se presentan bajo arco escarzano con poyos laterales que aprovechan el grosor de los muros. Es lo que se describía en un documento del año 1726 como "la sala con sus ventanas de asiento". 

La gran sala del piso alto era el lugar vividero por excelencia, como lo indica el mobiliario antiguo y ciertas características arquitectónicas. Como hemos dicho, las ventanas abocinadas al exterior se cobijan bajo arcos escarzanos en el interior con poyos de piedra. Estas ventanas de asiento eran otro elemento distintivo de las casas señoriales y de las residencias palaciegas de los siglos XVI y XVII, que servían simplemente para contemplar la calle y en este caso, además, la entrada y salida de la iglesia. Su presencia en edificaciones del norte de España suele ser posterior a los siglos XIV y XV, lo que constituye una fecha de referencia para la datación de otros edificios del lugar en los que también existieron ventanas de asiento. A fin de aclarar algunas “leyendas urbanas”, digamos que difícilmente podía ser éste un aspecto propio de una construcción defensiva cuando acompañaba a una ventana que abría un hueco en el muro haciéndolo más vulnerable. No, en todos estos casos se trataba tan sólo de un lujo característico de una casona señorial o de un labrador acomodado.  

Tras la muerte repentina del comisario Piñán el día de San Juan de 1652, había dentro de la casa una biblioteca con más de 80 volúmenes y los ajuares siguientes: 

Primeramente, dos bufetes grandes y uno pequeño que son tres, de nogal, sin caxón. Más tres bancos de respaldar de dicha madera, más tres tauretes y una silla de madera de nogal, digo, que son dos, más un caxón de escritorio con quinçe caxas para meter papeles y otro caxonçillo de serbiçio, todo pegado uno de otro. 

Más siete arcas mayores y menores de echar pan. Más çinco jarros y pichetes de estaño, de una açunbre y media y de puchera. Más tres taças de plata y una jarra de plata y una olla de estaño oro pelada que haçe una puchera. Más doçe cuchares de plata y dos tenedores. Más un salero de plata y dos de Talabera. Más dos almireçes con sus manos. Más çinco candeleros, tres mayores y dos menores. Más tres ollas de metal i hierro que llaman jitanas. Más quatro calderos y una caldera de cobre, y los calderos de hierro. 

Más un cofre de echar ajuar. Más ocho quadros puestos y serbiendo dentro de la sala de dicha casa de morada, mayores y menores dichos quadros. 

Más dos caços de cobre y una tarta y una caçuela todo de cobre. Más dos açeiteras de estaño. 

Más un par de escobixas de linpiar sonbreros y ropa. Más una guitarra y un espexo. Más los jaeçes del caballo con todo adereço de silla, freno y coxín, y todo recado neçesario. Más dos benablos y una alabarda. Más dos escopetas, una de a caballo y otra de bolatería. 

Más doçe cuchillos en dos caxas. Más nuebe queros de traer bino que llaman pellexos. Más cinco carrales de traer bino, mayores y menores. Más tres doçenas de platos y escudillas de Talabera. Más un pipotillo de echar binagre. Más unas tenaças y un martillo de herrar. Más tres badillos y una sartén y dos cujares de fierro, dos achas y dos oçes, y media doçena de açadas, y una osoria. Más quatro doçenas de escudillas y platos de madera, ordinario de casa. Más tres heradas (sic) de traer agua. 

Ropa blanca. 
Primeramente, dos mesas de manteles alemaniscos, unos pequeños y otros grandes, con quatro serbilletas de la misma tela y otra serbilla (sic) en una pieça, que es decorada a los manteles grandes alemaniscos, de largo todo hermano. Más unos manteles ordinarios de lienço, de cada día, con media doçena de paños del mesmo lienço. Más otros dos paños de manos labrados de ilo leonado y negro, de manos. Más seis almoadas de costura ordinaria. Más dos escarpetas y sobremesas de lanilla labradas y buena labor, berdes y paxiças. Más siete sábanas de lienço de la tierra y seis cobertores anbos blancos, y tres quadras de pellexo. 

Bestidos del cuerpo del difunto. 
Dos jubones de damasquillo, de lana y otro de tela de garapiña, con mangas de sarga. Una sotana negra de paño fino negro. Más dos ferreruelos negros de paño fino de Segobia. Más una loba negra de paño negro de Segobia guarneçida con galón negro. Más una sotanilla de gorgerán de seda, con su çeñidor de seda. Más una sotana y capa de albornod blanco de camino. Más una capa de paño de Segobia. Más una capa de paño pardo biexa. Más un capotillo de paño de Ágreda pardillo, largo, forrado de bayeta cabellada. Más tres pares de grellescos de paño, unos biejos y los dos pares nuebos. Más dos pares de medias de paño de lo mismo que los calçones, hermano. Más unas polainas de rodillera. Más unos çapatos de cordobán nuebos. Más dos pares de medias de seda (1). 

Aparte de esto, se incluyeron en el inventario de 1652 todos los granos de los hórreos, aperos de labranza, carros, caballerías y, naturalmente, los restantes bienes muebles (ganado), inmuebles (casas, prados, tierras, huertas) y rentas. Una de las huertas es la que está en la parte posterior del edificio, que también estuvo cercada y cerrada al exterior.  

Con el tiempo, los escribanos públicos de la familia tuvieron en esta casa su oficina de trabajo, al menos desde 1659. No se detalla el lugar exacto en el que ejercían su oficio el notario titular, los escribientes y los aprendices, aunque había bancos de respaldo, mesas de trabajo, arcas y escritorios para guardar los documentos y los registros notariales.  

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NOTAS

(1) Valladolid, Archivo de la Real Chancillería, Pleitos Civiles, Alonso Rodríguez (D), caja 419, n. 1. Expediente presentado por el escribano público del número y del concejo de Sajambre, Manuel Díaz de la Caneja, en el pleito entre los herederos de Marcos Piñán y del comisario de la Inquisición, Domingo Piñán de Cueto Luengo. El expediente está fechado en Oseja el 31 de mayo de 1683 y contiene varios documentos desde 1636 a lo largo de 646 páginas.   

domingo, 21 de marzo de 2021

EL CULTIVO DE LA ESCANDA EN SAJAMBRE

 

En casi todas las panaderías actuales de Asturias se vende pan de escanda tras haberse recuperado un alimento tradicional de la región. De hecho, la escanda o trigo silvestre de invierno, fue la única variedad que podía cultivarse en los suelos pobres y ácidos de estas tierras septentrionales y montañosas porque, a diferencia del trigo común, la escanda se adapta muy bien a los suelos poco profundos y a los climas fríos y húmedos. Su cultivo obligaba a un mayor trabajo y atención durante todo el año, especialmente por la necesidad de eliminar constantemente las malas hierbas, pero proporcionaba un cereal panificable más digerible y nutritivo por su alto contenido proteico que otros tipos de granos también utilizados para el consumo humano en el pasado, como la cebada.

La siembra se hacía a voleo en los últimos días del otoño, normalmente en el mes de diciembre, utilizando las semillas con su cáscara. Se recolectaba en verano, separando las espigas de la caña que se ponían a secar en el hórreo entre una y dos semanas hasta, finalmente, aislar la cáscara del grano.   

La escanda podía ser de los tipos Triticum dicoccoides o Triticum spelta,  de los que existe evidencia en el norte peninsular desde la Edad del Hierro. Estas fueron las únicas variedades de trigo que podían cultivarse en Sajambre por las características de sus suelos. Por eso, cuando en muchos documentos solo se habla de tierras sembradas de “trigo”, usándose el término como voz genérica sin especificar variedad, debe entenderse que se trata de escanda. Además, cuando se menciona el tipo, siempre es escanda.     

En Sajambre se han conservado registros escritos del cultivo de la escanda desde el año 1179 hasta el siglo XIX, sin que sepamos con seguridad cuándo dejó de cultivarse. Quizás esto sucediera en la época decimonónica, tras la introducción de la patata, la mayor extensión del cultivo del maíz y un mayor aporte de cereales de la Meseta. Pero con certeza no lo sabemos, como tampoco sabemos si en épocas de hambrunas o dificultades económicas se recuperó su cultivo.  

La documentación judicial proporciona algunos de los casos más expresivos, como en las denuncias y querellas presentadas el 19 de enero del año 1666, cuando el vecino de Oseja, Pedro Díaz de Caldevilla, “se querelló de los dueños de las seves y xetos de Hu de Cossia, que está senbrada de escanda, y por estar patentes se destruyó el pan, mandó el juez dé información y que se bayan a ver las seves. Fueronlos a ver Luis Alonso, de hedad de 62 años, Matheo 42 y Cosme Díaz de 50 años. Dixeron estar avierto un xeto de Torivio de Suero, otro del querellante, Bernavé otro, Pedro Simón y yerno de Pedro Redondo otro”.  O sea, por quedar abiertos los cierres de Juncusía se destruyó el sembrado de escanda que tenía Pedro Díaz de Caldevilla.

El mismo año de 1666, el 1 de marzo, Juan Díaz de Vega, vecino de Soto, se querelló del “beçero y guarda de las cabras del barrio de Las Escortes, del lugar de Osexa, por dicir le destruyeron con la veçería de las cabras de dicho barrio la tierra de Monarga de este querellante que, al presente, tiene senbrada de escanda, y se quitaron más de dos fanegas de escanda del fruto”, es decir, que la escanda sembrada en Monarga en el mes de diciembre ya había germinado y tenía espigas o grano a principios del mes de marzo.

A estos sembrados de Oseja y Soto, se suman los de Ribota, los de Pio o los de Vierdes, como este otro caso documentado el 31 de marzo de 1677 en una prueba testifical: “…si es verdad que el año próximo pasado de setenta y çinco… abrió la dicha hería de Teba que estaba sembrada de escanda y muy nacida, metió en dicha hería su ganado a pastar dicha escanda a bista de toda la beçindaz”.  Nuevamente, en marzo la escanda estaba "muy nacida".

Cien años antes, entre 1579 y 1584, todos los vecinos de Sajambre declararon su productividad anual ante el escribano del rey, Diego Fernández de Cueto Luengo, en un documento que fue enviado a la Hacienda regia por orden de Felipe II.  Las declaraciones al completo se conservan en el Archivo General de Simancas. En ellas puede verse cómo todos los vecinos de Sajambre, excepto los pobres de solemnidad, sembraban escanda. Proporciono, a continuación, un par de ejemplos de cada pueblo. Como se verá, se les pregunta por su producción anual en seis años, que corresponden a 1579, 1580, 1581, 1582, 1583 y 1584. Con respecto al cereal panificable que daba la tierra declaran lo siguiente.   

OSEJA

Pedro de Gonçalo, vecino del dicho lugar de Osexa, y Juan de Gonçalo, su hijo, que biben y moran juntos y tienen sus bienes juntos en una cassa, y dixeron que senbraron cada uno de los dichos seis años tres fanegas (1) descanda  y dos de zebada, de los quales coxieron cada año a razón de quatro fanegas cada una, que suman diez y ocho cargas descanda en los seis años y doçe cargas de zebada”. 

Suero de Vierdes, vecino de Oseja, “senbró una fanega de escanda y otra hanega de zevada. Coxió a raçón de quatro hanegas de cada hanega, que son en los seis años seis cargas de escanda y seis de zevada”.

PIO

Juan de Redondo, padre, y Juan de Redondo, hijo, “senbraron en cada uno de los seis años dos hanegas de escanda y zebada. Coxieron cada un año de cada hanega quatro, que suman en los seis años quarenta y ocho hanegas de todo pan”.

Alonso del Collado, padre, y Alonso del Collado, hijo, “en cada uno de los seis años sembraron dos hanegas de pan de escanda y media de zebada. Cogió en cada un año dos cargas y media de pan que son quinçe cargas en los seis años”.  

SOTO

Gonzalo Piñán “de los seis años sembró dos hanegas de escanda y una de zebada. Cogió cada año tres cargas de pan, que suman diez y ocho cargas en los seis años”.

Diego de la Caneja, “senbró una fanega de escanda y una de zebada. Cogió cada año dos cargas de pan”.

RIBOTA

Juan Fernández, “senbró el año de setenta y nuebe y los demás años de los seis que se haze la aberiguación, senbró dos hanegas de pan, una de escanda y otra de zebada; y coxió en cada coxeta de las dichas seis coxetas dos cargas”.

Pedro Díez, es pobre, “en cada uno de los seis años sembró media hanega de escanda. Cogió cada año media carga”.

VIERDES

Juan de Biya, “en cada uno de los seis años senbró media hanega de escanda, cogió cada año media carga que son tres cargas en los seis años”.

Juan Díez “en cada uno de los seis años senbró hanega y media de pan, una hanega de escanda y media de zebada. Cogió cada año desto carga y media de pan”.  


Obsérvese, en este último caso (y en otros anteriores), cómo el término “pan” se usa como voz genérica para todo tipo de cereal panificable y compruébese también cómo, entonces, hacían pan (seguramente mezclado) con cebada. La cebada para consumo humano sigue documentándose en Sajambre en la primera mitad del siglo XIX. 

El genérico “pan” se usó con mucha frecuencia en la documentación desde la Edad Media. Véase a continuación cómo se sigue empleando “pan”, nuevamente como sinónimo de escanda, en una denuncia hecha en Pio durante el mes de noviembre de 1668, cuando Juan Redondo se querelló criminalmente de Mateo Redondo “por dicir que dicho día andavan las bacas y bueies de Matheo Redondo y su madre en las tierras de escanda de La Mata del Corral”, por lo que  su dueño, Juan Redondo, increpó a Mateo “qué cómo traía su ganado en los panes”, a lo que el otro le respondió “colérico, que érase mucha en ora mala para él y para sus barvas” y, acto seguido, lo apaleó.  Varios testigos fueron declarando uno a uno, entre ellos Catalina de Redondo, de 40 años, quien dijo “que andavan las bacas de Matheos en la tierra de Juan Redondo senbrada de escanda”… y como ella los demás.

La escanda abunda en los documentos judiciales del siglo XVII, a los que también podemos añadir lo que el comisario, Domingo Piñán de Cueto Luengo, guardaba en el hórreo cuando murió, de repente, un 24 de junio de 1652. En la sección Pan de casa de un inventario hecho con motivo de un pleito familiar, se dice “çinco cargas de escanda en espigas en el órrio de afuera. Una carga de çebada. Çinco cargas de çenteno”. El “hórreo de fuera” es el mismo que hoy está caído en el corral de la Casa Piñán.  

Unos años antes, el 31 de marzo de 1609, el cura de Ribota, Julián Gómez, dejó escrito el siguiente apunte: “Respondió Francisca, viuda, y dixo que biera llevar a Francisca, hija de Juan Fernández, dos quartos de escanda, más llevó la dicha dos pieças de çecina”. 

La escanda también figura en algunos inventarios post mortem, aunque en tales casos muy pocas veces se relaciona con las cosechas locales. Sí sucede, por ejemplo, en un caso de 1669, cuando Matías Piñán de Cueto Luengo pidió ejecución por impago de su salario contra los bienes de su suegra, María de la Puente, recién fallecida, en cuyo inventario se precisa:  más la collecha de çebada, escanda, habas y de todo pan”.  Esta alusión a “la cosecha de escanda” nos lleva al cultivo local, pero en otros casos, como los de 1675 de María de la Fuente, viuda de Pedro de Redondo, vecina de Pio, que tenía a su muerte media fanega de escanda (junto con centeno, maíz, arvejos, habas y cebada) en el hórreo; o el de María Martín, viuda de Juan de Acevedo, vecina de Oseja, quien tenía a su vez “diez quartos de maíd y dos de escanda”,  nos dejan en la duda sobre la vía de abastecimiento, es decir, si estas cantidades procedían de los sembrados sajambriegos o dicho grano había sido importado.

Efectivamente, como el pan de escanda formaba parte de la dieta tradicional sajambriega desde antiguo, en los momentos de carencia de cereal, no solo se buscaba y se compraba trigo común más allá de Pontón, también se adquiría escanda en la vecina Asturias.  Así, en el año 1664, un vecino de Vierdes llamado Domingo Díaz se comprometió a pagar a Juan del Collado, cura de la iglesia de Sebarga (Amieva), 530 reales por 16 fanegas de maíz, a 20 reales la fanega, y siete de escanda, a 30 reales la de escanda. En otro documento del 11 de marzo de 1668 también quedó registrada otra compra similar en concejo vecino, cuando siete vecinos de Oseja se obligaron con Pedro de Diego, vecino del lugar de Amieva, por 667 reales de vellón, que le pasan a deber por 19 fanegas de escanda y 9 de maíz.  En 1677, Damián Díaz de la Caneja compró cuatro fanegas de escanda a Alonso de la Predia, residente en Triongo (Cangas de Onís). O en 1684, Lorenzo Gutiérrez, Toribio Redondo y Pedro Cabrero, vecinos de Pio, se obligaron con el abad del monasterio de San Pedro de Villanueva (Cangas de Onís) por ocho fanegas de maíz, a 15 reales cada una, y fanega y media de escanda, a 22 reales la fanega.

Asturiano debía ser también un Don Pedro que se documenta en 1669 y en 1671 (el arcediano Pedro Díaz de Oseja ya había muerto); quizás fuese el "Pedro de Diego, vecino de Amieva" que había vendido escanda a otros sajambriegos en 1668. La cuestión es que el escribano público, Gonzalo Piñán de Cueto Luengo, dejó cuenta anotada de las cantidades de escanda y maíz por las que se endeudaron vecinos de Sajambre y de Valdeón en los meses de abril y mayo de 1669: “Llevó José Díaz, mi primo, cédula de nueve fanegas de pan (seis de maíd y tres de escanda). Otorgó obligación Pedro Piñán, del concejo de Baldeón, a favor de don Pedro por dos fanegas de escanda, plaço San Lucas. Pedro Moñiz, dos celemines de escanda y quatro de maíd y Piñán, quatro fanegas de maíd y dos de escanda, plaço San Martín, 400 mrs de salario… El mismo día otorgó obligaçión Torivio de Vega por dos de maíd y una de escanda… Torivio del Collado llevó cédula para dos de maíd y una de escanda. En Osexa a dos de mayo otorgó obligación Julián Díez, mi primo, por tres fanegas de maíd y dos fanegas de escanda. Pedro de la Mata, tres de maíz y una de escanda”. 

Dos años más tarde, el mismo escribano público dejó anotado: “Memorial  de los que quieren tomar la escanda y maíd del señor don Pedro son los siguientes: Primeramente Vitorio Alonso, doce, digo catorçe, fanegas. Domingo Piñan, quatro fanegas. Xardos, dos fanegas. Cristóbal Gonçález, tres fanegas”… y así hasta ocho vecinos más del lugar de Oseja.  En aquel caso la fanega de maíz se vendía a 18 reales y la de escanda a 35 reales de vellón.    

Los inventarios de bienes, las obligaciones y las adquisiciones de escanda fuera de Sajambre atestiguan su consumo, pero las fuentes que mejor documentan los sembrados del valle son los testimonios judiciales, en los que interesaba la precisión para tipificar bien los delitos, cuantificar los daños y señalar culpables. Por eso, al conservar mucha documentación judicial del siglo XVII, podemos registrar muy bien el cultivo local de la escanda. En cambio, no sucede lo mismo en el siglo XVIII. No porque no existiera dicho cultivo, sino por las características de los documentos conservados.

En el Catastro de Ensenada de 1752 solo se habla de tierras de ínfima calidad sembradas de “pan” o de “trigo” entre otros cultivos de Sajambre, sin más especificaciones. Pero estamos forzados a entender que dicho grano debía ser el único que podía cultivarse en la tierra, o sea, el Triticum spelta o el Triticum dicoccoides, algo que el escribano llegado de la corte, ajeno al habla del lugar, identificó simplemente como trigo.  

De otro lado, en la documentación privada del siglo XVIII, los escribanos públicos de Sajambre, Agustín Piñán de Cueto Luengo, José Antonio Díaz de la Caneja o Francisco de Mendoza, también suelen utilizar términos o expresiones castellanas genéricas para referirse al cereal panificable (como “pan”, “tierras de pan coger” o “cargas de todo pan”), lo que unido a la casi inexistencia de documentos emanados de la justicia ordinaria de esta época, son factores que nos impiden observar con detalle lo sucedido en dicho siglo.

De manera que los panes tradicionales consumidos en Sajambre en el pasado fueron el pan de escanda, seguramente desde la Edad del Hierro; el pan de mijo, también desde muy antiguo, que ya no se cultivaba en el siglo XVI; el pan de maíz o borona, tras su introducción en el valle a principios del siglo XVII; el pan de cebada “terciado” con centeno y escanda local, o con trigo común importado de la meseta, o con maíz, una práctica que se documenta hasta la segunda mitad del siglo XIX. Junto a todo ello, el pan de carestía, en el que también se mezclaba la harina de arvejos.  

El pan blanco, hecho exclusivamente con harina de trigo común, que llegaba a Sajambre gracias a la carretería y a las compras hechas más allá de Pontón, solo fue habitual en las mesas de los más ricos antes de la segunda mitad del siglo XIX.  

 

NOTAS

(1) La fanega equivalía a 42 kilos; 4 fanegas hacían 1 carga, o sea, cada carga eran 168 kilos. Equivalencias extraídas de Laureano M. Rubio Pérez (coord.), Historia de León. Edad Moderna, Universidad de León, 1999, p. 501.