Vamos a observar los niveles de riqueza/pobreza a través de las
contribuciones fiscales de los sajambriegos que vivieron en los años 1824 y
1825. Y vamos a hacerlo fijándonos en un impuesto concreto, que se aplicaba
sobre la renta personal: el llamado «de paja y utensilios».
Los ayuntamientos estuvieron obligados durante mucho tiempo a alojar y costear la manutención de las tropas cuando éstas se desplazaban a sus términos municipales. Dicha obligación terminó por transformarse en un impuesto directo llamado «de paja y utensilios». Se creó en el año 1736 unificando los anteriores tributos de cuarteles (para financiar el alojamiento de las tropas: 1718), y de utensilios (para costear los gastos de camas, luz, aceite, leña, vinagre y sal que causaban dichos alojamientos: 1719), a lo que se sumaba el forraje de las caballerías. De acuerdo con las Ordenanzas promulgadas el 27 de octubre de 1760, el impuesto se repartió entre las provincias y pueblos, utilizando como base sus padrones vecinales (1). La irregularidad en la imposición y cobro de este impuesto fue subsanada y unificada en 1824, estableciendo como únicos exentos a los jornaleros, a los pobres de solemnidad y a los clérigos. En el año 1817 se suprimió y en 1824 se restableció por un máximo de 20 millones de reales.
En el Archivo de la Casa Piñán se conserva la información sobre lo que el Concejo de Sajambre pagó al rey en 1825 en razón del impuesto de “paja y utensilios”, que ascendió a un total de 12.174 reales. La recaudación se hizo conforme al Real Decreto de 7 de julio de 1824 y a las Instrucciones dictadas para su recaudación el 1 de julio del mismo año (2).
La carga iba dirigida a todos los individuos útiles, tanto nobles como pecheros (art. 1º de las Instrucciones), a excepción del clero (art. 2º), e incluyendo a quienes poseyeran bienes en lugares distintos a los de su residencia (art. 4º). Pero se aclara:
El documento que se conserva en el Archivo de la Casa Piñán resulta interesante por varios motivos. Primero, porque proporciona una visión general de la situación económica del valle poco más de diez años después de la Guerra de la Independencia, que fue nefasta para los municipios rurales y, segundo, porque la lista de sajambriegos está sacada del último padrón vecinal efectuado, como en él se especifica. Lo que se conserva es una copia certificada, hecha el 3 de junio de 1825, a partir del original expedido el 15 de enero del mismo año. En él se registran los nombres de quienes tenían la categoría jurídica de vecino, con «casa hita», lo que proporciona indirectamente el número aproximado de habitantes.
A comienzos de 1825 había un total de 185 casas abiertas y unos 925 habitantes en todo el valle, una población ciertamente disminuida por la guerra y la mortandad, la sucesión de crisis de subsistencia, la consiguiente emigración, las epidemias, el aumento de la presión fiscal del Estado y de la Iglesia, y la nueva invasión francesa del año 1823, lo que hizo que el campo español de todo el reino viviera una situación desesperada entre 1814 y 1824.
Los censos históricos conservados, disponibles en el Instituto Nacional de Estadística, informan sobre la lenta recuperación demográfica del valle a lo largo del convulso siglo, sacudido por tres guerras civiles, hambrunas y epidemias:
Los ayuntamientos estuvieron obligados durante mucho tiempo a alojar y costear la manutención de las tropas cuando éstas se desplazaban a sus términos municipales. Dicha obligación terminó por transformarse en un impuesto directo llamado «de paja y utensilios». Se creó en el año 1736 unificando los anteriores tributos de cuarteles (para financiar el alojamiento de las tropas: 1718), y de utensilios (para costear los gastos de camas, luz, aceite, leña, vinagre y sal que causaban dichos alojamientos: 1719), a lo que se sumaba el forraje de las caballerías. De acuerdo con las Ordenanzas promulgadas el 27 de octubre de 1760, el impuesto se repartió entre las provincias y pueblos, utilizando como base sus padrones vecinales (1). La irregularidad en la imposición y cobro de este impuesto fue subsanada y unificada en 1824, estableciendo como únicos exentos a los jornaleros, a los pobres de solemnidad y a los clérigos. En el año 1817 se suprimió y en 1824 se restableció por un máximo de 20 millones de reales.
En el Archivo de la Casa Piñán se conserva la información sobre lo que el Concejo de Sajambre pagó al rey en 1825 en razón del impuesto de “paja y utensilios”, que ascendió a un total de 12.174 reales. La recaudación se hizo conforme al Real Decreto de 7 de julio de 1824 y a las Instrucciones dictadas para su recaudación el 1 de julio del mismo año (2).
La carga iba dirigida a todos los individuos útiles, tanto nobles como pecheros (art. 1º de las Instrucciones), a excepción del clero (art. 2º), e incluyendo a quienes poseyeran bienes en lugares distintos a los de su residencia (art. 4º). Pero se aclara:
En la clase de vecinos útiles para esta contribución no se comprenden los jornaleros que no tengan otro modo de vivir que el de su trabajo, ni los que por notoriedad carezcan de medios para contribuir (art. 6º).Constituían motivo de desgravación:
A los bienes raíces se les bajarán las cargas legales, anotándoles así en las relaciones (art. 15º). De los edificios se rebajará, además de las cargas legales, lo que se acredite con documentos fehacientes haber importado en el año las quiebras, reparos y otros gastos de conservación (art.16º). En el ramo de ganadería se graduará, prudencialmente, lo que sea justo rebajar por razones de pérdidas en el año (art. 17º).Asimismo se les compensaba si en las familias existían militares: con 3 reales por brigadier o coronel, 2 reales el teniente, real y medio por capitán efectivo o teniente coronel graduado, 1 real por capitán graduado, teniente o subteniente, capellán o cirujano; 12 maravedís por un soldado de infantería y 16 por uno de caballería.
El documento que se conserva en el Archivo de la Casa Piñán resulta interesante por varios motivos. Primero, porque proporciona una visión general de la situación económica del valle poco más de diez años después de la Guerra de la Independencia, que fue nefasta para los municipios rurales y, segundo, porque la lista de sajambriegos está sacada del último padrón vecinal efectuado, como en él se especifica. Lo que se conserva es una copia certificada, hecha el 3 de junio de 1825, a partir del original expedido el 15 de enero del mismo año. En él se registran los nombres de quienes tenían la categoría jurídica de vecino, con «casa hita», lo que proporciona indirectamente el número aproximado de habitantes.
A comienzos de 1825 había un total de 185 casas abiertas y unos 925 habitantes en todo el valle, una población ciertamente disminuida por la guerra y la mortandad, la sucesión de crisis de subsistencia, la consiguiente emigración, las epidemias, el aumento de la presión fiscal del Estado y de la Iglesia, y la nueva invasión francesa del año 1823, lo que hizo que el campo español de todo el reino viviera una situación desesperada entre 1814 y 1824.
Los censos históricos conservados, disponibles en el Instituto Nacional de Estadística, informan sobre la lenta recuperación demográfica del valle a lo largo del convulso siglo, sacudido por tres guerras civiles, hambrunas y epidemias:
En 1825, las 185 casas abiertas se dividían de la siguiente manera: en Oseja, 70; en Soto, 36; en Ribota, 33; en Pió, 28 y en Vierdes, 18. La localidad que posee vecinos con las rentas más altas es Oseja. Proporcionalmente, el pueblo con rentas más bajas es Soto y el pueblo con rentas medias más extendidas entre la población y, por tanto, el más equilibrado, es Pió.1857: 926 habitantes.1860: 911 habitantes.1877: 1019 habitantes.1887: 1188 habitantes.1897: 1210 habitantes.1900: 1223 habitantes.
El nivel más alto de contribución se sitúa entre 300 y 400 reales, y el
más bajo en menos de 40 reales. Como se ha dicho, los vecinos considerados
pobres no cotizan. El mayor índice de
pobreza se encuentra en Oseja, siendo mujeres (viudas y solteras) y jornaleros.
En total, se registran 38 pobres en el municipio, 6 de ellos de solemnidad (en
Oseja y Ribota).
La contribución general del Concejo, es decir, los 12.174 reales no fue de las más bajas del reino. Para hacernos una idea, resultó ser algo menos de la mitad de lo que pagó la ciudad de Úbeda en 1820 por el mismo concepto (3). El montante aportado equivalía a 158 carros de vino (4).
OSEJA
Nivel más alto:
Entre 400 y 200 reales de contribución (ordenados de más a menos): Don Alejandro Piñán de Cueto Luengo; Fernando de Acevedo; Manuel de Bulnes; Don José Díaz-Caneja y José Caneja.
Entre 200 y 100 reales (14 casos), de más a menos: José Calvo, los menores de José Díaz-Caneja (cuyos nombres no se mencionan), Fausto de Vega, Manuel Díaz Puente, Dominga Sánchez, Manuel de Mendoza, José Alonso Tielve, Luis Acevedo, Andrés Díaz, Julián de Bulnes, Manuel Díaz de Oseja, Agustín Piñán, Gregorio Alonso y Julián Caneja con 100 reales de contribución.
Nivel más bajo:
Entre 30 y 40 reales (5 casos): Rafael Acevedo, labrador; Lorenza Alonso, viuda; Fausto Alonso, sastre; José de Posada, labrador, y Frutos Fernández, maestro de primeras letras.
Entre 20 y 30 reales de contribución (2 casos): Fermín Alonso, carpintero, y Atanasio de Vega, labrador.
16 Pobres: la mayoría eran mujeres viudas y solteras (María Mendoza, jornalera; María Alonso; Rosenda de Mendoza; María Valbuena, jornalera; Teresa Blanco, pobre de solemnidad; Joaquina Alonso, pobre de solemnidad; Ana María Varales, pobre de solemnidad; Isabel Alonso, jornalera; María González, viuda; Micaela Piñán; Ana María Piñán, viuda). Hombres (Manuel Acevedo, pobre de solemnidad; José Alonso; Ángel Alonso, jornalero; Lorenzo Caneja y José Díez).
RIBOTA
Nivel más alto:
Entre 400 y 200 reales (1 caso): Pedro Fernández.
Entre 200 y 100 reales (1 vecino): Julián Alonso.
Nivel más bajo:
Entre 20 y 35 reales: José de Granda, labrador; Juan Alonso, labrador; Pedro de María, labrador; Ramona Fernández, viuda.
Entre 10 y 20 reales: Lucas Caneja, jornalero.
Siete pobres (2 de solemnidad): mujeres (Ramona Sánchez, pobre de solemnidad; Gerbana Díez, viuda; Cecilia Díez, viuda; Leonor del Cuadriello, viuda; y Dominga Díez, viuda) y hombres (Matías González, pobre de solemnidad, y Froilán González).
PIÓ
Nivel más alto:
Entre 400 y 200 reales: nadie.
Entre 200 y 100 reales (2 vecinos): José Díez (174 reales) y Miguel de Granda (101 reales).
Nivel medio:
Entre 40 y 100 reales: 19 vecinos.
Nivel más bajo:
Solo hay una persona por debajo de 40 reales: Ramón de la Puente (29 reales).
7 pobres, todos hombres: Pedro Díez, mozo de casa abierta, jornalero; Torcuato Redondo, pastor; Manuel Simón, pastor; Isidoro Redondo, jornalero; Francisco Díez, jornalero; Miguel Mayón; Francisco de la Puente.
VIERDES
Nivel más alto:
Entre 400 y 200 reales: nadie.
Entre 200 y 100 reales: 5 vecinos (Manuel de Granda Mayón, 180 reales; Gregorio Fernández, 164 reales; María González, viuda, 123 reales; Pelayo de Granda, 121 reales; y Froilán de Granda, 106 reales).
Nivel más bajo:
Entre 10 y 25 reales de contribución (3 casos): Antonio de Granda, Joaquín de Granda y Francisco de Granda.
Pobres: Brígida Redondo, viuda.
SOTO
Nivel más alto:
Entre 400 y 200 reales: Andrés Díaz (200’17 reales de contribución).
Entre 200 y 100 reales (1 vecino): Manuel de Martino, 144 reales.
Nivel más bajo:
Entre 20 y 30 reales de contribución: Juan Muñiz, labrador; Manuel Caldevilla, labrador; Ángel Caldevilla, labrador; Miguel Sánchez, labrador; Martín de Suero, labrador; Fausto de Martino, labrador, y Juan Manuel de Posada, pastor.
7 Pobres: viudas (Clara de Martino, María Lozano, María Sánchez, Ana María de Posada) y jornaleros (Manuel Sánchez, Francisco de Posada, Andrés de Granda).
HACENDADOS FORASTEROS
El que más contribuye es Don José Valdés (300 reales), vecino del concejo de Piloña, aunque con bastante menos cantidad que los Piñán de Cueto Luengo. A mucha distancia, le siguen Matías Piñán (40 reales), vecino del concejo de Cabrales, y Fausta de la Caneja (30 reales), vecina de Margolles, todos en el Principado de Asturias.
PROFESIONES
Entre los que no cotizan, exceptuando los pobres y los 10 casos de jornaleros/as, se mencionan únicamente dos curas párrocos, el de Oseja y el de Ribota: Eugenio Reyero (en Oseja) e Isidoro Pérez (en Ribota).
Labradores/as: la mayoría.
Pastores: 3 (Juan Manuel de Posada, en Soto, Torcuato Redondo y Manuel Simón, en Pió).
Sastres: 1 (Fausto Alonso, en Oseja).
Carpinteros: 2 (Fermín Alonso y José Alonso Díaz, en Oseja).
Maestro de primeras letras: 1 (Frutos Fernández, de Oseja).
Tratantes: 1 (Esteban González, en Ribota).
Solo llevan el tratamiento de Don, Alejandro Piñán de Cueto Luengo, José Díaz-Caneja, José Valdés y los clérigos locales. Lo que hoy es una simple fórmula de respeto (Don/Doña), fue antiguamente un privilegio reservado a las jerarquías eclesiásticas y a quienes, siendo de extracción noble, tenían casa solariega y escudo de armas. Y, aunque en el siglo XIX dicho tratamiento ya estaba bastante desnaturalizado, no es nada raro encontrar casos, como el de este documento sajambriego, en el que se sigue utilizando como un claro elemento de distinción social.
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NOTAS
(1) Victoriano
Martín Martín, “Análisis económico y economía aplicada en el pensamiento
económico español de los siglos XVIII y XIX”, en Estudios de Historia y de Pensamiento económico. Homenaje al profesor
Francisco Bustelo García del Real, Madrid: Universidad Complutense, 2003,
pp.223, 230.
(2) Colección
de Reales Decretos y Órdenes pertenecientes a la Real Hacienda desde el 6 de
mayo de 1823 hasta fin de 1824,
vol. I, Madrid, Imprenta Real, pp.380-385.
(3) http://www.vbeda.com/gines/tomo1/a346.pdf
(4) En 1825, el vecino de Oseja, Atanasio de
Vega, vendió a dos vecinos de Ribota un carro de vino por Navidad a cambio de
77 reales. De manera que, grosso modo,
la contribución total del Concejo equivalía a 158 carros de vino.
4 comentarios:
Veo que no te olvidas....y a pesar de todo lo que llevas por delante aún te ocupas de nuestra Historia,Curioso lo que nos cuentas. Animo y adelante
¡Qué rápida, Lourdes! Casi lo acabo de colgar. Celebro así el Día de la Mujer trabajadora.
¿ A cuantos litros equivale el carro de vino?
Imposible saberlo, Anónimo, los documentos no dicen nada que nos permita llegar a una aproximación.
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