martes, 6 de enero de 2015

EPISODIOS SAJAMBRIEGOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA: EL CASO DE SANTIAGO RODRÍGUEZ


A juzgar por la documentación conservada, los años más duros fueron los de 1809, 1810 y 1811. De las levas y de los sajambriegos que pelearon en aquella contienda, que terminaron presos, tullidos o desaparecidos, ya hablamos en otras ocasiones en este mismo blog. De igual modo, en el año 1810 se registran gastos en pólvora, entre ellos una libra (casi medio kilo) «para la quebrada de La Ruada», en el Camino Real.  Pero a los enfrentamientos y a la sangría humana, hay que sumar el enorme daño económico, con las rapiñas permanentes y las incautaciones de ganado, hacinas de hierba, grano, vino, cecina, manteca o queso, así como las abusivas y constantes peticiones de dinero, a menudo desorbitadas, con las consiguientes represalias en caso de no satisfacer lo exigido.

Una de las víctimas de tales circunstancias fue el vecino de Oseja llamado Santiago Rodríguez.

En el año 1811, Santiago Rodríguez era el Procurador Síndico General del Concejo de Sajambre o Personero del Común, un oficio público que tenía como función representar al municipio ante las instancias superiores. Esta magistratura concejil, que no existió en Sajambre durante el siglo XVII, se elegía cada año, el 1 de enero, en los siglos XVIII y XIX.

Pues bien, sucedió que, el 18 de noviembre de 1811, los franceses exigieron a los sajambriegos, según sus propias palabras, «la satisfacción de un exorbitante pedido», «de una inmensa cantidad», que consistió en la entrega de 20.000 reales en un plazo máximo de 24 horas. Tras reunir 10.000 reales, los vecinos de Oseja enviaron a Santiago Rodríguez con dicha cantidad para intentar calmar a los invasores. Sucedió que, al pasar por el Puerto de Pontón, un alférez arrebató las monedas al sajambriego, quien al llegar a Riaño fue apresado, llevándolo atado e «ignominiosamente conducido» a la ciudad de León, donde se le encarceló durante 34 días, los 3 primeros en total aislamiento y completa oscuridad, maniatado como iba. Después de ser liberado, gracias a las gestiones de su mujer, Santiago Rodríguez reclamó al Concejo de Sajambre los salarios que le correspondían por cada uno de los días que estuvo privado de libertad.

En el Archivo de la Casa Piñán se conserva el expediente de esta solicitud de indemnización, que el sajambriego tuvo que pelear, ya que los vecinos de Soto, Pio y Vierdes se negaron a reconocer sus derechos. No así los de Oseja y Ribota, que dieron el visto bueno a la reclamación desde el principio.

Nada mejor que la propia voz de Santiago Rodríguez para conocer los hechos de primera mano. La narración que hizo en su declaración ante el juez transmite muy bien el clima de angustia y terror que vivieron los sajambriegos en aquellos años.

Declaración de Santiago Rodríguez:

«Dijo que el año pasado de mil ochocientos y once, siendo el que declara Procurador Síndico General de este Conzejo de Sajambre, estando una tropa francesa a la distancia de legua y media de este dicho Conzejo, ymbiaron un ofiçio a la Xusticia remitiesen inmediatamente veinte mil reales, que decían se les debía de un pedido atrasado y otro presente, y que no los remitiendo en las veinte y cuatro oras, se presentase el juez y el cura más antiguo de este Conzejo, y de no verificarse uno u otro pasarían a hacer un ejemplar “novisto”. Y que llenos de temor porque ya en otra ocasión avían quemado varios lugares ymmediatos a estos pueblos, mandó el juez que los regidores de este Conzejo concurriesen con el dinero que pudiesen juntar para librarnos de la ymbasión que se nos amenazaba. Esto fue el día diez y ocho de Noviembre de aquel año de once, que en la misma noche este pueblo de Osexa juntó diez mil reales. Y no habiendo concurrido los demás regidores con su contingente, determinó el juez y este lugar de Oseja fuese yo a entregar los diez mil reales, a ver si con esto se les podía detener, porque especialmente este pueblo espirementaría la primera benganza. Y el juez le suplicó se presentase en su nombre e yciese presente que no podían más.
 Con lo que salió, de aquí, y llegando al puerto de Pontón, que dista algo más de una legua de este pueblo, salió un alférez de este mismo lugar (que acaso dio quenta del repartimiento), con otros cinco soldados, y me obligaron a entregarles toda la moneda, bajo de un recivo que me dieron. Y con él pasé haser noche con dicha tropa. Y el general le dijo que todo era fingido y mandó prenderle, que atado le llebaron a la ciudad de León, a donde estubo preso en la cárcel de León, que en tres días no vio lud ninguna, privado de toda comunicación, lleno de lacería, que después me pusieron en otro calabozo más benigno, a donde permaneció asta el día veinte y uno de Diziembre. Que a fuerza de empeños que movió su muger, la que llevó memorial en nombre de este Conzejo al yntendente, Don Manuel Ciarán, con lo que salió de la cárcel el día veinte y uno de diciembre, habiendo estado preso desde el día diez y nuebe de Diciembre, digo de Noviembre anterior. Que el yntendente le respondió que se viniese em pad, y que si el Conzejo tuviese fuerzas para resistirse, no ymbiasen dinero, pero en caso de no tener fuerzas, no se cuidasen em ymbiar el dinero o que de lo contrario esperimentaríamos mala resulta. Que vino a este Conzejo y dio la misma razón.
Que el Conzejo se estubo quieto asta el mes de mayo. Que haviendo echo otra asomada acia esta tierra los franceses, determinó el Conzejo ymbiar a Ysidoro González, vezino de este lugar, y Anselmo de Martino, vezino del lugar de Soto, para que fuesen a León y llebasen los diez mil reales que avía buelto a restituir el alférez, que se les avía cogido en el Puerto de Pontón, y que el que declara hizo presente a este Conzejo se valiesen de la señora yndiana que havía sido empeño para salir de su prisión, y que de echo este Conzejo la regaló con una arroba de manteca y, por su mediación, se compuso los franceses con nueve mil reales. Y con su prisión y empeños aorraron mil ducados».  


Resumiendo, este lance estuvo provocado por la precipitación de los vecinos de Oseja a causa del miedo, pues no esperaron la recaudación de las restantes vecindades y enviaron al pobre Santiago Rodríguez con el pedido disminuido. ¡Cómo estarían de aterrorizados para reunir 10.000 reales en escasas horas!

El miedo estaba motivado por lo que el propio sajambriego declara: porque ya en otra ocasión avían quemado varios lugares ymmediatos a estos pueblos. Naturalmente, se refería los incendios de 1809 en Pedrosa y Boca de Huérgano, pero sobre todo del cercano Burón, que el escribano Juan Bautista Gómez de Caso describe de la siguiente manera cuando envía una petición de ayuda al rey diecisiete días después de la devastación ocurrida el 5 de abril:

Señor.
La villa de Valdeburón, capital del valle y Merindad de este nombre y a su voz el infraescrito Alcalde Principal de ella, no pudiendo pasar personalmente a consolarse con el dulce acatamiento de Vuesta Majestad, embía por el occéano los clamores de sus vecinos que, errantes y sin abrigo, a la ventura de los tiempos presentan el más lastimoso espectáculo. Fue destruido aquel pueblo por los franceses en una manera que demuestra al mundo la immoralidad y barbarie de estos modernos scitas. Saqueron quanto pudo serbir de cebo a su voraz codicia. Degollaron doce personas, sólo por la complacencia de verter sangre inocente sin otro motibo. Y, últimamente, incendiaron de cien casas, poco más o menos, las ochenta y nuebe, con todos los haberes que se hallaban dentro, algunas personas que yacían descuidadas y no pocos ganados que no pudieron salbar por lo repentino del acontecimiento. Verificóse éste a las seis y media de la mañana del día 5 del que rige, sin más pretesto que el haberse señalado aquel pueblo en vituallar las tropas del cuerpo franco asturiano, comandado por el célebre joben D. Juan Díaz Porlier, y cooperado a sus felices expediciones como más largamente se especifica en los papeles públicos de Obiedo y, con particularidad, en la Gaceta del 19 de éste. Los valdeburoneses, señor, cuio natibo ardimiento y valentía mereció el antiguo axioma “potros y mozos en Valdeburón”, se glorian de su misma mina quando consideran que procede ocasionalmente de aver serbido a la patria. Pero los infelices avrán de perecer si Vuestra Majestad, como única madre y tutora de los huérfanos vasallos “de Fernando”, no trata de socorrerles en tan santas y beneméritas tribulaciones. Quedan, pues, pendientes de la beneficencia de Vuestra Majestad. Ínterin eleban al cielo sus ferborosos ruegos por la felicidad y acierto de este soberano congreso, en que se vincula el bien de toda esta monarchia. Obiedo y abril, 22 del 809. Señor, a los pies de Vuestra Majestad, humilde y fiel vasallo. Juan Bautista Gómez de Casso (Madrid, Archivo Histórico Nacional, Estado, legajo 22, doc. n.286).

Esa precipitación fue, precisamente, el argumento utilizado por las vecindades de Soto, Pio y Vierdes para no contribuir a la indemnización de Santiago Rodríguez. Y nosotros nos quedamos sin conocer el desenlace, como asimismo sin saber lo que hizo María González, mujer de Santiago, que logró la libertad del sajambriego y la rebaja de los dineros, y que se me antoja la verdadera heroína de esta historia. Santiago Rodríguez murió en Oseja en el año 1828.

He aquí una buena materia prima para alguna novela de aventuras. Quién sabe si algunx de lxs escritorxs que existen en el valle se animará algún día a darle forma literaria.    

5 comentarios:

lourdes vega dijo...

...Y es que lo que no consigan las mujeres...Así pasó con María González. Qué salvajes los Franceses...y que VIVA los de Oseja y Ribota

Anselmo Díez dijo...

La verdad Elena que la historia es impresionante, y sin duda, una buena base para una novela en la que hay que destacar a la gente sajambriega de esa época y en especial, a María González.

ESPERANZA dijo...

Una historia muy interesante. Tal vez una novela no, pero un microrrelato...

Elena E. Rodríguez Díaz dijo...

El incendio de Burón y las matanzas indiscriminadas de los franceses debieron causar pavor en las gentes de todos los pueblos circundantes y este episodio es un ejemplo. Reúnen 10.000 reales en una noche y en un único pueblo. No esperan a lo que puedan aportar los demás lugares del valle y deciden entregar la cantidad incompleta antes de cumplirse el plazo, con el fin de evitar "la primera venganza" que suponían sufriría Oseja. Quizás existió algo de verdad en el argumento utilizado por los franceses para reclamarles estos 20.000 reales, quizás los de Oseja no habían pagado algún pedido anterior. Quizás por eso tenían mucho más miedo que los vecinos de los restantes pueblos a esa "primera venganza". Quizás por eso se precipitaron. El razonamiento de los vecinos de Soto, Pio y Vierdes en su negativa a la indemnización de Santiago Rodríguez fue que su encarcelamiento se debió a una decisión precipitada y tomada unilateralmente por los de Oseja. No es que tales pueblos no reconocieran el derecho del procurador a recibir una indemnización pública, lo que no aceptaban era que ellos tuvieran que contribuir a pagarla, ya que la culpa de todo la había tenido el pueblo de Oseja con su precipitación.

lourdes vega dijo...

Muy buena la explicación y entendida

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