Muchas manifestaciones de la llamada religiosidad popular no son sino realidades
propias de un pensamiento mágico primitivo disfrazadas de piedad cristiana que
llegaron a impregnar elementos intrínsecos de la propia doctrina,
entremezclándose la superstición con las creencias religiosas.
Así, mientras que la cruz es el símbolo más sagrado del Cristianismo,
el pueblo se inventa virtudes mágicas para cruces varias como las de Caravaca o
San Andrés. Del mismo modo, el nombre de
la divinidad y la palabra de Dios son sagrados y mágicos al mismo tiempo, por
lo que decir “Jesús” cuando alguien estornuda servía para alejar el riesgo de
infecciones y llevar colgadas al cuello unas frases de los Evangelios protegía
de males y de desgracias.
En los siglos XVI y XVII gentes de todas las clases sociales llevaban cédulas o nóminas metidas en el pecho o colgadas al cuello al modo de
escapularios. Se trataba de trozos de pergamino o papeles impresos o
manuscritos con nombres, oraciones o pasajes de los Evangelios que se metían en
bolsitas y que poseían el valor de talismanes.
En realidad, el mecanismo antropológico que explica estos
comportamientos es exactamente el mismo que anima a quien cree que llevar una
medalla de tal o cual santo, o con tal o cual símbolo, protege a su portador. Ya sé que las personas de religión
dirán que no es el objeto el que tiene propiedades sobrenaturales, sino el
poder de Dios que se manifiesta a través de él por la intercesión de un santo, de
la Virgen o por la devoción de quienes lo poseen. Sin embargo, desde un enfoque racionalista el mecanismo mental sigue siendo el mismo.
Una de las medallas católicas de más éxito en la Historia es la de San
Benito que tiene reconocimiento eclesiástico.
Se supone que los poderes de la medalla consisten en curar enfermedades
de los hombres y de los animales (1). Pues bien, en el anverso de esta medalla
aparece un San Benito de pie con su libro de Regla en la mano como atributo.
Es mucha coincidencia que tanto la medalla como el libro sirvieran para
sanar a los animales, de manera que es más que probable que el origen del uso mágico del libro que
contenía la Regla monástica de San Benito tuviera relación con la creencia vinculada
a la medalla. Ello no obsta para que en dicha práctica interviniera también el ancestral
poder mágico de la escritura que, en la Edad Moderna, se manifestaba en las
cédulas, nóminas, cultres, cartas de toque, de resguardo y daño, la Letanía de Zaragoza o en la Oración de San León de los cristianos (2),
en los mezuzot y tefilin rituales de los judíos y en los amuletos escritos de los
musulmanes.
Así se entiende que en La Bañeza se creyera que los niños quedaban protegidos cuando se
colgaba de su cuello la Regla de San
Benito o los Evangelios (3). Naturamente, lo que se les colgaba eran pasajes
de su contenido escritos a mano, exactamente igual que se hacía con las nóminas en los siglos XVI y XVII.
Con toda esta información empieza a cobrar sentido la creencia
sajambriega que nos contaba Esperanza Temprano a raíz del post del 9 de marzo
de 2009 sobre la Regla de San Benito con
la que se asustaba a los niños de Soto de Sajambre y que era
«Un libro envuelto en una funda de
tela, que se utilizaba, entre otras cosas, para sanar al ganado enfermo, poniéndolo
entre los cuernos del animal. Se decía que estaba escrito en una lengua extraña
y no se debía sacar de su funda so pena de maldición vitalicia».
Esta creencia mágica que llegó hasta el siglo XX en Soto podemos
documentarla en Oseja en el siglo XIX.
En el inventario de bienes de Isabel Piñán, mujer de Manuel Díaz de
Oseja, hecho el 16 de diciembre de 1815 aparece «una regla de San Benito en 4 reales». El librillo (no podía ser
otra cosa a juzgar por su poco valor) se guardaba junto con varias cruces de
plata y «seis medallas de metal con su rosario».
Hay que suponer que Isabel Piñán
fuera analfabeta, como lo fueron todas las mujeres de Sajambre hasta finales de
siglo y, por tanto, que no utilizara la Regla para leer en ella. Pero es que en
el caso excepcional de que estuviera alfabetizada tampoco tendría demasiado sentido
su posesión, ya que la regla monástica de Benito de Nursia no fue un libro de
devoción entre los laicos, sino una guía para la vida monástica.
Pero hay una cosa más a tener en
cuenta. El hecho de poseer ciertos escritos que funcionaban como talismanes no
quería decir que tuvieran que leerse, sino todo lo contrario. Así lo
manifestaba Pedro Ciruelo en 1538: «otros dicen que la nómina no se ha de abrir
ni leer, porque luego pierde la virtud y no aprovecha» (4). Quizás fuera
ésta la razón por la que la Regla de San
Benito que se recordaba en Soto de Sajambre no debía abrirse ni sacarse de
su funda.
Yo creo que podemos tener la
seguridad de que la Isabel Piñán que murió en Oseja en aquel mes de diciembre
de 1815 utilizó dicho libro para proteger su ganado del mal de ojo y las enfermedades. Y lo guardaba con cruces, medallas y rosarios porque
verdaderamente creía en su poder sobrenatural.
He aquí una bonita y filosófica
idea que sirve para cerrar nuestro círculo: en el ajuar de Isabel encontramos
la magia y la religión entremezcladas. Como la vida misma.
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NOTAS
(2) Fernando Bouza Álvarez, Corre manuscrito. Una historia cultural del
Siglo de Oro, Madrid: Marcial Pons, 2001, pp.85-108.
(3) Alfonso Turienzo Martínez,
“La brujería leonesa”, en Revista
Folklore, n.294 (2005), pp.183-196.
(4) Pedro Ciruelo, Reprobación de las supersticiones y
hechicerías, editado en Salamanca en 1538, citado en F. Bouza Álvarez, Corre manuscrito, ob.cit., p.108.
2 comentarios:
Ando mal de tiempo y el ordenador se va cansando...Está muy claro que era así: Magia y religión se mezclaban, fruto de la ignorancia...Pero yo, ya no viví esas épocas en mi casa (no digo en Sajambre)jamás había oido lo de la Regla de San Benito...si, un poco las cruces y medallas como algo mágico? no cabe duda. pero con buena fe y por supuesto que solo la fe cura y salva, pero la Fe en el Dios de Jesucristo.
Pues andamos mal de tiempo las dos, casualidades. La medalla de San Benito protege de enfermedades y aleja al demonio. Enfermedades y demonio eran dos cosas cercanas en el pasado. A menudo la enfermedad se interpretaba como un castigo divino,como resultado de algún mal de ojo o hechicería, etc. De otro lado, los poderes de la medalla son cronológicamente anteriores a las virtudes mágicas del libro de regla, así que parece que ambos objetos están relacionados.
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