domingo, 25 de abril de 2010

EL BARRIO DE CALDEVILLA (8): el edificio principal de la Casa Piñán de Oseja de Sajambre.

Casa Piñán de Oseja de Sajambre (siglo XVII). Fachada lateral que miraba al Camino Real o Calle del Caldevilla.


Ventana abocinada con derrame hacia el exterior situada en la planta baja de la casa palacio de los Piñán.

La Casa Piñán es un bloque macizo de planta rectangular y marcada horizontalidad estructurado en dos pisos con sótano y desván y cubierto con teja a cuatro aguas. El aspecto rústico del edificio viene impuesto por los materiales constructivos empleados: mampostería para los muros, sillares y sillarejo para los huecos y esquinales, y madera para el entramado interno. Pero estos materiales son los mismos que se utilizaron desde la Edad Media en todos los edificios nobles de la zona: mampostería y sillarejo tiene la iglesia de San Pedro de Orzales, La Torre, la propia Capilla de Santo Domingo a decir de los documentos, y de mampostería, sillar y sillarejo están hechas todas las iglesias y los edificios civiles más antiguos de los cercanos concejos asturianos(1). Por tanto, es la tradición lo que se impone en este aspecto.

Contribuye también a su apariencia rústica la austeridad en la ornamentación, pero esto no es nada extraño en casonas y palacios rurales de la Cordillera en los siglos XVI y XVII. Propio de la época era también la escasez de vanos abiertos en la planta baja o la presencia en ella de pequeños y estrechos huecos, como las ventanas abocinadas de la Casa Piñán. La función de estas saeteras era la de protegerse del frío y no la de servir de elementos defensivos. Las ventanas defensivas presentaban un derrame hacia el interior y no hacia el exterior, como sucede en las de la Casa Piñán (Foto 2).

Es en el piso superior en donde se abren los huecos de mayor tamaño que son siempre ventanas adinteladas (Foto 1), formadas por sillares y sillarejos con una leve moldura voladiza. Sin embargo, en el interior de la casa estas ventanas cuadradas están rematadas en arco escarzano con poyos laterales que aprovechan el grosor de los muros. Son las “ventanas de asiento” que describía el documento del 1726. Volveremos a ellas dentro de un momento.

La puerta principal, para una sola hoja, es también arquitrabada, cuyo dintel presenta en sus extremos dos molduras de carácter culto como ornamentación. De todas formas, me faltan datos para poder describir con exactitud las características de la fachada; espero poder hacerlo en otra ocasión. Para la puerta monumental de entrada al corral se eligió el arco de medio punto de tradición clásica y para la entrada principal al edificio se prefirió la forma adintelada, más moderna, que empieza a difundirse en esta parte de España a partir de finales del siglo XVI. Así, mientras que las puertas adinteladas irán utilizándose cada vez con más frecuencia, las puertas en arco no desaparecerán completamente de la arquitectura tradicional hasta finales del siglo XVIII(2).

Una diferencia fundamental con respecto a las restantes viviendas sajambriegas es que el portal de la Casa Piñán no divide la morada de hombres y animales, sino que la casa principal, a la que se accede por un pórtico cubierto, se reserva exclusivamente para la habitación humana. En la planta baja existen varias estancias, una de ellas la cocina. El documento de 1722 habla de las cozinas alta y baja, de manera que si no existieron ambas desde un principio, quizás la alta (de humo) fuera la más antigua y la baja se añadiera en algún momento posterior al segundo tercio del siglo XVII. Sea como fuere, la cocina de la planta baja ya existía en el mes de noviembre del año 1722 y nada impide que no se siguiera utilizando la del piso alto para ahumar los productos de la matanza, por ejemplo.

Mientras que el suelo del corral está empedrado, la solería del portal está enlosada, otro rasgo de riqueza bien distinto a la realidad de las antiguas casas locales. Una escalera situada a la izquierda del portal facilita el acceso al piso superior que se compone de una gran sala o salón rodeado de varias estancias.

Esta gran sala del piso alto era un lugar vividero, como lo indica el mobiliario antiguo y ciertas características arquitectónicas. Vayamos por partes. Como hemos dicho, las ventanas adinteladas al exterior se cobijan bajo arcos escarzanos en el interior, debajo de los cuales existen dos poyos de piedra que se sirven del grosor de los muros. Estas ventanas de asiento eran un elemento distintivo de las casas señoriales y de las residencias palaciegas de los siglos XVI y XVII, que servían simplemente para contemplar la calle y en este caso, además, la entrada y salida de la iglesia. Su presencia en edificaciones del norte de España suele ser posterior a los siglos XIV y XV, lo que constituye otra fecha de referencia para la datación de otros edificios del lugar en los que también existieron ventanas de asiento. A fin de aclarar algunas “leyendas urbanas”, digamos que difícilmente podía ser éste un aspecto propio de una construcción defensiva cuando acompañaba a una ventana que abría un hueco en el muro haciéndolo más vulnerable. No, en estos casos, se trataba tan sólo de un lujo característico de una casa señorial.


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NOTAS
(1) Inventario de la arquitectura asturiana: J. Gil y S. Álvarez, “Zona sur oriental: Peñamellera Baja, Peñamellera Alta, Cabrales, Onís, Cangas de Onís, Amieva, Ponga, Parres”, Liño 4 (1983), así lo ponen de manifiesto las autoras de este estudio en la p.841.

(2) Recuérdese esta fecha como referente para empezar a datar algunas de las casas más antiguas que conservan los pueblos del valle.

viernes, 9 de abril de 2010

EL BARRIO DE CALDEVILLA: la evolución del poblamiento.

Retomo la descripción del barrio de Caldevilla siguiendo lo que relatan los documentos antiguos que voy conociendo.

Ya vimos que durante la Alta Edad Media una posible cerca de piedra cerraba la aldea llamada Oselia por las cercanías de la iglesia/monasterio, dejando extramuros a La Fuentona, bajo la cual existían tierras de labor a finales del siglo X.

En la Baja Edad Media, el caserío se extendería por la parte alta de la ladera que hoy cruzan los caminos que bajan por la casa de Benito, por las casas Moreno y Castaño y por las proximidades de La Carrera, sin sobrepasar el límite del pueblo que marcaba La Torre. Es decir, por la entrada que tenía el pueblo para el que llegase a él desde el sur siguiendo la Vía Saliámica.

Hasta el siglo XVII parece que la zona llamada El Palacio se extendía hasta la Casa Piñán o hasta muy cerca de ella, a la cual pertenecía también bastante terreno a su alrededor. Por lo pronto, su hórreo estaba fuera del recinto cercado de la corralada, topográficamente más bajo que la casona y localizándose junto a la iglesia de Santa María de Oseja, en lo que hoy correspondería a la carretera nacional, a la bolera y quizás a La Fonseya. Junto con el antojano correspondiente, así se dice en  documentos de 1652 y 1663. De manera que es muy probable que los Piñán fuesen dueños de todo o gran parte del terreno comprendido entre su corralada y la iglesia, en donde además estaba su capilla privada, construida al mismo tiempo que la casa.

De otro lado, cuando en 1868 se empieza a construir lo que se conoció como La Cuerria, un corral para el ganado hecho junto a la antigua Casa de Concejo (el edificio en el que hoy está la farmacia), los Piñán protestan porque dicha construcción amenazaba con afectar a una tierra suya, situada en la ería de El Palacio que se hallaba pegada a dicho corral. Y es más que probable que la huerta trasera de su casa haya sido mayor de lo que hoy es. Lo que no sabemos es si en el siglo XVII ya había caserío en la zona de la Fuente Caldevilla, hasta donde también pudieron haber llegado las propiedades de los Piñán.

El Palacio fue y es una zona diferenciada dentro del pueblo, pero nunca fue un barrio independiente. Por la parte alta de la ladera sobre la que se asienta toda la villa de Oseja, El Palacio limitaba con el barrio de Quintana; por la parte baja de la zona más septentrional lo hacía con el barrio de Las Cortes; por el noroeste, limitaba con La Pandiella; y por la parte restante, con la Casa Piñán primero y con la Casa vieja de Concejo ya en el siglo XIX.

Parte de La Cortina era de Santa María de Oseja, a juzgar por las antiquísimas tumbas de lajas que allí existen. Por otro lado, el lugar más extremo del pueblo donde hoy se levanta la casa de Revuelta, zona conocida como Novenas, formaba parte de una de las erías de la localidad y a partir de este emplazamiento sólo existieron tierras de labor hasta, por lo menos, 1828.

La reiteración de la designación de procedencia “de Caldevilla” en los nombres propios habla de la existencia de una relativamente amplia población en los siglos XVII y XVIII. Pero a diferencia de otros barrios de Oseja, Caldevilla no se menciona en ninguno de los documentos de los siglos XIV y XV conservados.


miércoles, 7 de abril de 2010

NOTICIAS ANTIGUAS DE LA FAMILIA VIYA EN SAJAMBRE (siglos XVI y XVII)

En los padrones de 1555 se registra este apellido en Soto y en Vierdes. En 1592 y 1615 sigue estando documentado en Soto y en 1609 en Ribota. A partir de 1622 se documenta en Oseja. La “memoria” de esta familia se guarda en el Archivo Piñán de Oseja de Sajambre. Actualizo la ortografía.

1592-06-20: un Alonso de Viya, ya difunto en 1592, había estado casado con María Piñán, hermana de los Piñán de Cueto Luengo.

1609-12-09, Ribota: Alonso Díez de Viya, distinto del anterior, trabaja en casa del cura Sebastián Fernández de Cueto Luengo.

1615-04-21: Pedro de Viya y su mujer, Catalina de Suero, son vecinos de Soto.

1622-03-29: Se documenta en Oseja el primer Juan de Viya, ya difunto en 1622.

1632-01-20: Alonso de Viya, vecino de Vierdes, vende un carro de abono en la Huerta de La Campana.

1633-12-21, 1633-12-31 y 1637-01-07: Vive en Oseja el segundo Juan de Viya que tiene tres hijos: Alonso (se siguen repitiendo los nombres), Catalina y Francisco.

1673-09-12: Vive en Oseja un Francisco de Viya (muy posiblemente, el hijo del anterior Juan de Viya), que comercia con almagre.

1679-10-24: En esta fecha ya había muerto Domingo Díaz de Viya, vecino que fue de Oseja, y está documentado el tercer Juan de Viya.

Intentaré ir haciendo esto mismo con los restantes apellidos del valle, como Fernández, Posada, Barales/Varales, Granda, Blanco, Del Collado, Acebedo/Acevedo, González, Bulnes, Rodríguez, Gómez, Martino, Simón, Mendoza, etc. En Facebook ya colgué las noticias de los Vega/Bega. Aunque no puedo prometerlo, lo intentaré con los muchos Alonsos y Redondos. Y será imposible hacerlo con los Díaz/Díez por su elevado número.

domingo, 4 de abril de 2010

INDIANOS

El camino de América fue de ida y vuelta para algunos de los que marcharon en busca de mejor fortuna también en los siglos del Antiguo Régimen. Nada sabemos de la suerte que pudo correr aquel vecino de Soto, de nombre Gonzalo, que embarcó en fecha tan temprana como 1512, aunque poco a poco van apereciendo otros nombres en la documentación.

No estamos seguros de si el “Pedro Díaz, indiano” que se documenta en el año de 1662 habría ido y vuelto de América. Lo que, sin duda, debe ser un apodo en 1662, se acaba convirtiendo en apellido compuesto: los "Díaz Indiano", de Oseja. Hay muy poca información sobre los que pudieron hacer el viaje de vuelta.

Los sajambriegos que pudieron haber vuelto a España antes de 1778 lo harían a bordo de una de las flotas. El regreso de las Indias, llamado tornaviaje en la época, era una travesía mucho más peligrosa que el viaje de ida. A las inclemencias meteorológicas a las que tenían que enfrentarse los navíos (vientos desfavorables, temporales) había que sumar los frecuentes ataques de piratas y corsarios. Vinieran de donde vinieran, todos ellos habrían partido un día del puerto de La Habana, habrían cruzado el peligroso Caribe infestado de bucaneros, habrían arribado a Las Azores, a Sanlúcar y a Sevilla o Cádiz según la época, para cruzar después toda España hasta llegar a las Montañas de León. ¡Qué cantidad de historias debían portar consigo aquellos sajambriegos que fueron y volvieron!

Pero en el Valdeburón del Siglo de Oro no sólo se marchaban los pobres. Sabemos que el segundo hijo de don Andrés Gómez de Caso, hidalgo notorio y casa noble de Burón, embarcó en Sevilla en 1615 rumbo al Perú. Su calidad de segundón pudo influir en la partida, porque lo habitual en aquellos días era que el primogénito de una casa acomodada se quedara con el mayorazgo, mientras a los restantes hermanos varones se les buscaba una ocupación en el ejército, en la Iglesia o los más predispuestos se lanzaban a la aventura americana. No sabemos con exactitud cuando regresó Francisco Gómez, pero sí sabemos que a su vuelta fue cura propio en su villa de Burón.

Detengámosnos un instante en lo que nos dicen los documentos porque su contenido nos acerca a las vicisitudes de los preparativos y a algunos aspectos humanos de los viajeros. Sirva esto como pretexto para dar a conocer nuevos documentos y para expresar, una vez más, la mucha información aún desconocida que guardan nuestros archivos.

1613-1615.
Expediente con las informaciones y licencias necesarias para poder embarcar rumbo a las Indias del licenciado don Francisco Gómez de Caso, natural y vecino de la villa de Burón, y de su joven criado, Polanco Bernardo.

Sevilla, Archivo General de Indias, Contratación 5346, n.35, 21 folios.

El licenciado Francisco Gómez de Caso se embarca rumbo al Perú en los galeones de la Real Armada de la Guardia de Indias. Esta flota, conocida como la de Los Galeones, era una de las dos que, desde el siglo XVI, zarpaban periódicamente desde Sevilla con destino al Nuevo Mundo. Una de ellas solía dirigirse a la Nueva España mientras la otra, la de Los Galeones, iba a Suramérica. Además, la Real Armada llevaba buques de guerra y los pasajeros que hacían la travesía en ellos estaban obligados a portar armas y munición.

El viaje consistía en bajar por el Guadalquivir hasta Sanlúcar de Barrameda para llegar a las Islas Canarias en diez o doce días. A continuación, la travesía americana, tremendamente penosa por su lentitud, llegaba a la isla Dominicana. Desde aquí la flota de Los Galeones seguía su ruta camino de Cartagena, en donde se hacía una escala de dos semanas. Nuestro buronés desembarcaría en Portobelo, porque Nombre de Dios fue abandona tras ser destruida por Francis Drake, para volver a embarcar en la Armada de la Mar del Sur y proseguir su viaje hacia El Callao.

A Francisco Gómez de Caso le acompañó su criado, Polanco Bernardo, para servirle. Este Polanco era hijo de padres originarios del concejo de Piloña y tenía 14 años de edad en el momento de embarcar. Todavía barbilampiño, se le describe como algo pecoso de rostro. El pasaje de ambos fue adquirido el 13 de marzo de 1615 en Sevilla y costó 36 ducados, cerca de 400 reales. Debemos considerar, por tanto, que el pasaje individual en Los Galeones rondaba en aquellos años los 200 reales. En el Sajambre de 1619, una guadaña costaba 11 reales, lo mismo que 5 celemines de maíz.

Francisco Gómez de Caso era hijo legítimo de Andrés Gómez y de doña María de Caso, ya difuntos en el año 1613, y nieto de Pedro Gómez I y de María Blanca, por parte paterna, y Gutierre Bernardo de Caso y doña María de Intriago, vecinos de Caces (Piloña), por parte materna. En el momento de iniciar los trámites para su viaje (año de 1613) tenía 28 años. Era soltero, alto, rubio y con tres cicatrices: una en la punta de la barbilla, otra en el dedo pulgar de la mano izquierda y una tercera en el pecho “redonda del tamaño de un real de a quatro”. Poseía además dos lunares: “uno chiquito arriba de entrambos ojos y otro sobre el costado o cadera derecha”.

José Mª Canal Sánchez-Pagín, en su libro El Concejo de Burón (León 1981, p. 147), nada dice de estas andanzas americanas de Francisco porque el documento que ahora presento no se conocía. Pero sí lo sitúa como cura propio de la villa de Burón. Tal cosa hubo de suceder después de su aventura indiana, porque todos los testigos que declaran sobre él y sobre la limpieza de su linaje en el año 1613 repiten que no saben “que aya hecho boto de castidad ni religión”. De manera que este Francisco Gómez fue uno más de los que fueron, volvieron y, en este caso, terminó sus días como cura en su pueblo natal.