El camino de América fue de ida y vuelta para algunos de los que marcharon en busca de mejor fortuna también en los siglos del Antiguo Régimen. Nada sabemos de la suerte que pudo correr aquel vecino de Soto, de nombre Gonzalo, que embarcó en fecha tan temprana como 1512, aunque poco a poco van apereciendo otros nombres en la documentación.
No estamos seguros de si el “Pedro Díaz, indiano” que se documenta en el año de 1662 habría ido y vuelto de América. Lo que, sin duda, debe ser un apodo en 1662, se acaba convirtiendo en apellido compuesto: los "Díaz Indiano", de Oseja. Hay muy poca información sobre los que pudieron hacer el viaje de vuelta.
Los sajambriegos que pudieron haber vuelto a España antes de 1778 lo harían a bordo de una de las flotas. El regreso de las Indias, llamado tornaviaje en la época, era una travesía mucho más peligrosa que el viaje de ida. A las inclemencias meteorológicas a las que tenían que enfrentarse los navíos (vientos desfavorables, temporales) había que sumar los frecuentes ataques de piratas y corsarios. Vinieran de donde vinieran, todos ellos habrían partido un día del puerto de La Habana, habrían cruzado el peligroso Caribe infestado de bucaneros, habrían arribado a Las Azores, a Sanlúcar y a Sevilla o Cádiz según la época, para cruzar después toda España hasta llegar a las Montañas de León. ¡Qué cantidad de historias debían portar consigo aquellos sajambriegos que fueron y volvieron!
Pero en el Valdeburón del Siglo de Oro no sólo se marchaban los pobres. Sabemos que el segundo hijo de don Andrés Gómez de Caso, hidalgo notorio y casa noble de Burón, embarcó en Sevilla en 1615 rumbo al Perú. Su calidad de segundón pudo influir en la partida, porque lo habitual en aquellos días era que el primogénito de una casa acomodada se quedara con el mayorazgo, mientras a los restantes hermanos varones se les buscaba una ocupación en el ejército, en la Iglesia o los más predispuestos se lanzaban a la aventura americana. No sabemos con exactitud cuando regresó Francisco Gómez, pero sí sabemos que a su vuelta fue cura propio en su villa de Burón.
Detengámosnos un instante en lo que nos dicen los documentos porque su contenido nos acerca a las vicisitudes de los preparativos y a algunos aspectos humanos de los viajeros. Sirva esto como pretexto para dar a conocer nuevos documentos y para expresar, una vez más, la mucha información aún desconocida que guardan nuestros archivos.
1613-1615.
Expediente con las informaciones y licencias necesarias para poder embarcar rumbo a las Indias del licenciado don Francisco Gómez de Caso, natural y vecino de la villa de Burón, y de su joven criado, Polanco Bernardo.
Sevilla, Archivo General de Indias, Contratación 5346, n.35, 21 folios.
El licenciado Francisco Gómez de Caso se embarca rumbo al Perú en los galeones de la Real Armada de la Guardia de Indias. Esta flota, conocida como la de Los Galeones, era una de las dos que, desde el siglo XVI, zarpaban periódicamente desde Sevilla con destino al Nuevo Mundo. Una de ellas solía dirigirse a la Nueva España mientras la otra, la de Los Galeones, iba a Suramérica. Además, la Real Armada llevaba buques de guerra y los pasajeros que hacían la travesía en ellos estaban obligados a portar armas y munición.
No estamos seguros de si el “Pedro Díaz, indiano” que se documenta en el año de 1662 habría ido y vuelto de América. Lo que, sin duda, debe ser un apodo en 1662, se acaba convirtiendo en apellido compuesto: los "Díaz Indiano", de Oseja. Hay muy poca información sobre los que pudieron hacer el viaje de vuelta.
Los sajambriegos que pudieron haber vuelto a España antes de 1778 lo harían a bordo de una de las flotas. El regreso de las Indias, llamado tornaviaje en la época, era una travesía mucho más peligrosa que el viaje de ida. A las inclemencias meteorológicas a las que tenían que enfrentarse los navíos (vientos desfavorables, temporales) había que sumar los frecuentes ataques de piratas y corsarios. Vinieran de donde vinieran, todos ellos habrían partido un día del puerto de La Habana, habrían cruzado el peligroso Caribe infestado de bucaneros, habrían arribado a Las Azores, a Sanlúcar y a Sevilla o Cádiz según la época, para cruzar después toda España hasta llegar a las Montañas de León. ¡Qué cantidad de historias debían portar consigo aquellos sajambriegos que fueron y volvieron!
Pero en el Valdeburón del Siglo de Oro no sólo se marchaban los pobres. Sabemos que el segundo hijo de don Andrés Gómez de Caso, hidalgo notorio y casa noble de Burón, embarcó en Sevilla en 1615 rumbo al Perú. Su calidad de segundón pudo influir en la partida, porque lo habitual en aquellos días era que el primogénito de una casa acomodada se quedara con el mayorazgo, mientras a los restantes hermanos varones se les buscaba una ocupación en el ejército, en la Iglesia o los más predispuestos se lanzaban a la aventura americana. No sabemos con exactitud cuando regresó Francisco Gómez, pero sí sabemos que a su vuelta fue cura propio en su villa de Burón.
Detengámosnos un instante en lo que nos dicen los documentos porque su contenido nos acerca a las vicisitudes de los preparativos y a algunos aspectos humanos de los viajeros. Sirva esto como pretexto para dar a conocer nuevos documentos y para expresar, una vez más, la mucha información aún desconocida que guardan nuestros archivos.
1613-1615.
Expediente con las informaciones y licencias necesarias para poder embarcar rumbo a las Indias del licenciado don Francisco Gómez de Caso, natural y vecino de la villa de Burón, y de su joven criado, Polanco Bernardo.
Sevilla, Archivo General de Indias, Contratación 5346, n.35, 21 folios.
El licenciado Francisco Gómez de Caso se embarca rumbo al Perú en los galeones de la Real Armada de la Guardia de Indias. Esta flota, conocida como la de Los Galeones, era una de las dos que, desde el siglo XVI, zarpaban periódicamente desde Sevilla con destino al Nuevo Mundo. Una de ellas solía dirigirse a la Nueva España mientras la otra, la de Los Galeones, iba a Suramérica. Además, la Real Armada llevaba buques de guerra y los pasajeros que hacían la travesía en ellos estaban obligados a portar armas y munición.
El viaje consistía en bajar por el Guadalquivir hasta Sanlúcar de Barrameda para llegar a las Islas Canarias en diez o doce días. A continuación, la travesía americana, tremendamente penosa por su lentitud, llegaba a la isla Dominicana. Desde aquí la flota de Los Galeones seguía su ruta camino de Cartagena, en donde se hacía una escala de dos semanas. Nuestro buronés desembarcaría en Portobelo, porque Nombre de Dios fue abandona tras ser destruida por Francis Drake, para volver a embarcar en la Armada de la Mar del Sur y proseguir su viaje hacia El Callao.
A Francisco Gómez de Caso le acompañó su criado, Polanco Bernardo, para servirle. Este Polanco era hijo de padres originarios del concejo de Piloña y tenía 14 años de edad en el momento de embarcar. Todavía barbilampiño, se le describe como algo pecoso de rostro. El pasaje de ambos fue adquirido el 13 de marzo de 1615 en Sevilla y costó 36 ducados, cerca de 400 reales. Debemos considerar, por tanto, que el pasaje individual en Los Galeones rondaba en aquellos años los 200 reales. En el Sajambre de 1619, una guadaña costaba 11 reales, lo mismo que 5 celemines de maíz.
Francisco Gómez de Caso era hijo legítimo de Andrés Gómez y de doña María de Caso, ya difuntos en el año 1613, y nieto de Pedro Gómez I y de María Blanca, por parte paterna, y Gutierre Bernardo de Caso y doña María de Intriago, vecinos de Caces (Piloña), por parte materna. En el momento de iniciar los trámites para su viaje (año de 1613) tenía 28 años. Era soltero, alto, rubio y con tres cicatrices: una en la punta de la barbilla, otra en el dedo pulgar de la mano izquierda y una tercera en el pecho “redonda del tamaño de un real de a quatro”. Poseía además dos lunares: “uno chiquito arriba de entrambos ojos y otro sobre el costado o cadera derecha”.
José Mª Canal Sánchez-Pagín, en su libro El Concejo de Burón (León 1981, p. 147), nada dice de estas andanzas americanas de Francisco porque el documento que ahora presento no se conocía. Pero sí lo sitúa como cura propio de la villa de Burón. Tal cosa hubo de suceder después de su aventura indiana, porque todos los testigos que declaran sobre él y sobre la limpieza de su linaje en el año 1613 repiten que no saben “que aya hecho boto de castidad ni religión”. De manera que este Francisco Gómez fue uno más de los que fueron, volvieron y, en este caso, terminó sus días como cura en su pueblo natal.
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