lunes, 22 de marzo de 2010

SAJAMBRIEGOS DE 1803 y 1816.

1803, julio 17. Oseja.
Sajambriegos que aparecen en un arrendamiento de propios que efectúa el Concejo.

A.- Oseja de Sajambre, Archivo Piñán.

Alonso, Bartolomé: diputado por Oseja en la Junta Municipal de Propios.
Díaz de Caldevilla, José: regidor de los lugares de Ribota, Vierdes y Pío.
Díaz de Coco, Fernando: diputado por Oseja en la Junta Municipal de Propios.
Díaz de la Caneja y Sosa, José: alcalde ordinario interino (suplente) del Concejo de Sajambre por ausencia del titular y hermano de Ignacio y Joaquín Díaz-Caneja y Sosa.
Díaz de la Caneja, José Antonio: Secretario del Ayuntamiento (Fiel de Fechos).
Fernández, José: diputado por Ribota, Vierdes y Pió en la Junta Municipal de Propios.
Hidalgo, Manuel: diputado por Ribota, Vierdes y Pió en la Junta Municipal de Propios.
Martino Acebedo, José: testigo.
Martino, José de: regidor suplente de Soto por ausencia del titular.
Martino, Tomás de: diputado por Soto en la Junta Municipal de Propios.
Muñiz Díaz, Manuel: diputado por Soto en la Junta Municipal de Propios.
Redondo, Félix: diputado por Ribota, Vierdes y Pió en la Junta Municipal de Propios.
Rodríguez, Vicente: testigo.
Sánchez, Manuel: testigo.
Valbuena, Juan Francisco: testigo.
Vega, Fausto de: regidor suplente de Oseja por ausencia del titular.


1816, febrero 14. Oseja.
Sajambriegos que aparecen en un arrendamiento de propios que efectúa el Concejo.

A.- Oseja de Sajambre, Archivo Piñán.

Barales, Manuel: diputado por Oseja en la Junta Municipal de Propios.
Calvo, José: testigo.
Casado, Isidro: testigo.
Díaz de Coco, José: diputado por Oseja en la Junta Municipal de Propios.
Díaz-Caneja, Manuel: testigo.
Díaz de la Caneja, Andrés: diputado por Soto en la Junta Municipal de Propios.
Díaz de la Caneja y Sosa, José: Alcalde ordinario del Concejo de Sajambre y hermano de Ignacio y Joaquín Díaz-Caneja y Sosa.
Díez, Pedro: testigo.
Fernández, Gregorio: testigo.
Fernández, Juan Manuel: diputado por Ribota, Vierdes y Pió en la Junta Municipal de Propios.
Fernández, Matías: testigo.
González, Isidoro: diputado por Oseja en la Junta Municipal de Propios.
Granda, José de: testigo.
Granda, Manuel de: testigo.
Martínez, Isidoro: testigo.
Martino, Isidoro de: diputado por Soto en la Junta Municipal de Propios.
Martino, Luis de: regidor del lugar de Soto.
Martino, Tomás de: diputado por Soto en la Junta Municipal de Propios.
Mayón, Manuel: diputado por Ribota, Vierdes y Pió en la Junta Municipal de Propios.
Piñán, Alejandro: testigo.
Piñán, Juan Bautista: Secretario del Ayuntamiento (Fiel de Fechos).
Rodríguez, Tomás: regidor de Oseja.
Simón, Joaquín: regidor de los lugares de Ribota, Vierdes y Pió.
Simón, Modesto: diputado por Ribota, Vierdes y Pió en la Junta Municipal de Propios.
Valbuena, Manuel: testigo.
Vega, Toribio de: testigo.

sábado, 20 de marzo de 2010

MIEMBROS DE LA JUNTA VECINAL DE OSEJA EN 1868.

1868, mayo, 12. Oseja.
Miembros de la Junta Vecinal de Oseja firman un acuerdo. Aparecen las siguientes personas.

A.- Oseja de Sajambre, Archivo Piñán.

Acebedo, Damián
Acebedo, Víctor
Alonso Acebedo, José
Alonso, Agustín
Alonso, Alejandro
Alonso, Fausto
Alonso, Isidoro
Alonso, José
Alonso, Manuel
Alonso, Mateo: Alcalde pedáneo.
Alonso, Pedro
Barales, Tomás
Blanco, Manuel
Bulnes, Ventura de
Díaz, Agustín
Díaz, Francisco
Díaz, Gregorio
Díaz, José
Díaz, Pedro
Díaz Piñán, Pedro
Díaz-Caneja, Francisco
Diaz-Caneja, José
Díaz-Caneja, Juliana: viuda.
Díaz-Caneja, Juan
Díaz-Caneja, Manuel
Díaz-Caneja, Tomás
Díaz-Caneja, Ventura
Fernández, Antonio
González, Marcos(1)
Granda, Ramón de
Mendoza, Manuel de
Muñiz, Pedro
Pedro Tomás
Piñán, Alejandro
Piñán, Andrés
Piñán, José
Piñán, Juan
Piñán, Pedro
Piñán, Víctor
Rodríguez, Manuel(2)
Suero, José de
Vega, Lorenzo de
Vega, Miguel
Vega, Victorio de

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NOTAS
(1) Lectura dudosa del nombre de pila.

(2) Lectura dudosa del nombre y del apellido por ser una firma casi ilegible.

MIEMBROS DE LA JUNTA VECINAL DE OSEJA EN 1876.

1876, febrero 11. Oseja.
El Pueblo de Oseja, reunido en su Junta Vecinal, ratifica las Ordenanzas Populares del Ayuntamiento. Al final firman todos los miembros del concejo y, por los que no saben escribir, firma un testigo a ruego.
A.- Oseja de Sajambre, Archivo Municipal.
Las personas que estuvieron presentes fueron:

Acebedo, Aniceto
Acebedo, Damián
Alonso, Alejandro: miembro de la Junta Administrativa del Concejo.
Alonso, Bernardo
Alonso, Estefanía: viuda.
Alonso, Estéfana(1): viuda.
Alonso, Fausto
Alonso Acebedo, José
Alonso, José
Alonso, José Antonio
Alonso, Josefa: viuda.
Alonso, Manuel
Alonso, Marcos
Alonso, Matea: viuda.
Alonso, Mateo
Alonso, Pedro
Balbuena, Froilán
Barales(2), Josefa: viuda.
Barales, Rafael
Barales, Tomás
Blanco, Manuel
Bulnes, Fernando
Bulnes, Jesús de
Bulnes, Manuel de: miembro de la Junta Administrativa del Concejo.
Bulnes, Ventura de
Caneja, Marcos
Díaz, Agustín
Díaz, Benito
Díaz, Gregorio
Díaz, José
Díaz, Matías
Díaz, Pedro
Díaz-Caneja, Agustín
Díaz-Caneja, Antonio
Díaz-Caneja, Francisco
Díaz-Caneja, Gabriela: viuda.
Díaz-Caneja, José: Alcalde constitucional del municipio.
Díaz-Caneja, Manuel
Díaz-Caneja, Pedro
Díaz-Caneja, Tomás
Díaz-Caneja, Tomasa: viuda.
Fernández, Antonio
Fernández, Felipa: viuda.
Fernández, Pascual
González, Ignacio
González, Juana: viuda.
González, Manuel: miembro de la Junta Administrativa del Concejo.
González, Tomás
Luezo, José de: Alcalde de barrio.
Mariano
Mendoza, Lorenzo
Mendoza, Marcelo de
Muñiz, Julián: miembro de la Junta Administrativa del Concejo.
Piñán, Alejandro
Piñán, Claudia: viuda.
Piñán Alonso, José
Piñán Díaz, Isidoro
Piñán, Estéfana: viuda.
Piñán, Fausta: viuda.
Piñán, Francisca: viuda.
Piñán, Isidora: viuda.
Piñán, Joaquín
Piñán, Juan
Piñán, Pedro
Piñán, Santiago: Secretario del Ayuntamiento.
Piñán, Víctor
Posada, José de
Rafael
Rodríguez, Brígida: viuda.
Rodríguez, Felipa: viuda.
Rodríguez, Jerónimo
Rodríguez, Petra: viuda.
Rodríguez, Santiago
Simón, Santiago
Vega, Domingo
Vega, Lorenzo
Vega, Manuel
Vega, María de: viuda.
Vega, Marcos de
Vega, Miguel
Vega, Santiago

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NOTAS
(1) Estefanía Alonso y Estéfana Alonso son dos personas diferentes. Aparte del nombre de pila, como ninguna sabe escribir, firman a su ruego dos testigos distintos.
(2) Apellido siempre escrito con B.

viernes, 19 de marzo de 2010

EL BARRIO DE CALDEVILLA DE OSEJA: La Torre (final).

Como se ve en la cronología del post anterior, los señores laicos ambicionaron y disputaron Sajambre y las tierras de las Montañas durante todo el siglo XIV y todo el siglo XV(1). A esto hay que añadir las guerras civiles de la época, que tuvieron que afectar a Sajambre de alguna manera. E, incluso, pudo verse afectado también por otros conflictos armados en los que estuvieron envueltas las vecinas tierras asturianas. Por ejemplo, los concejos limítrofes con Sajambre de Ponga y Amieva estuvieron involucrados en la guerra entre Juan I y el bastardo Alfonso Enríquez, conde de Noreña, en el siglo XIV. No sería extraña alguna posible amenaza procedente de Asturias, porque no olvidemos que tanto La Torre de Oseja, como alguna otra casa fuerte, estaban emplazadas en lugares que, entre otras cosas, controlaban los pasos naturales entre Oseja y Asturias.

Los que señorearon en Sajambre fueron un nieto de Alfonso X El Sabio, llamado don Juan de Haro y apodado “el Tuerto”, que fue señor de Vizcaya y uno de los tutores durante la minoría de Alfonso XI; don Fadrique de Castilla y Ponce de León, duque de Benavente e hijo bastardo de Enrique II; la Casa de los Prado de Valdetuéjar y ya en el siglo XV, Juan de Tovar, señor de Tierra de la Reina.

Esto que sepamos.

Don Juan El Tuerto y Don Fadrique murieron ajusticiados por los monarcas a los que robaron y contra los que se rebelaron, Alfonso XI y Juan I respectivamente. Sobre los Prado de Valdetuéjar, varias veces recriminados, amenazados y castigados por los reyes, habría mucho que escribir. Y el castillo de Juan de Tovar fue asaltado en una rebelión armada por los habitantes de la Merindad de Valdeburón, que continuaron quejándose por escrito al rey por la actuación del de Tovar durante los años en los que sirvió como merino.

Pero es que además de estos nobles conocidos, Sajambre y los concejos realengos que formaron la Merindad de Valdeburón estuvieron rodeados por otros señoríos laicos y eclesiásticos, con los que seguramente existieron conflictos. A lo largo de los siglos XIV y XV, algunos de ellos fueron: los condes de Luna en Maraña; la Casa asturiana de Junco en el concejo de Caín; la Iglesia de León en el concejo de Santa Marina; los Quiñones en Lillo y Maraña; los Guzmanes en Crémenes, Acebedo y Riaño; los Cifuentes en Riaño y los Enríquez, futuros marqueses de Tábara, en Salio, La Puerta y Riaño; Tierra de la Reina siempre en manos de los Tovar y sus ascendientes; el señorío de Noreña llegaba hasta las fronteras mismas de Sajambre que delimitaban, al mismo tiempo, las Asturias de Oviedo del reino de León; etc.

Todos ellos debieron tener baluartes defensivos en los concejos que señoreaban. Hasta nosotros llegó la Torre de los Tovar y los restos del castillo hallados tras la excavación arqueológica, en Boca de Huérgano. Por los documentos sabemos que los Prado habían construido un castillo en algún lugar de la Merindad que nos es desconocido. Cualquiera de ellos pudo haber mandado edificar torres y/o casas fuertes en Oseja.

Lo que está claro es que si existió una torre bajomedieval, existió también un centro de poder señorial relacionado con ella. No sería nada raro que ese centro de poder hubiera existido en el siglo XIV, que fue la época más conflictiva (2). Las características arquitectónicas de La Torre encajarían en esta datación.

Quiero terminar este artículo recordando unas estrofas (72, 73, 80 y 81) del Poema de Alfonso Onceno que retratan mejor que nada el sufrimiento del pueblo llano ante los frecuentes abusos de la nobleza en aquel convulso siglo XIV:

En este tiempo los señores
Corrían a Castiella,
Los mesquinos labradores
Pasavan grant mansiella.

Los algos(3) les tomavan
Por mal e por codiçia,
Las tierras se hermavan
Por mengua de justiçia.

(...)
Los tutores a las tierras
Se fueron quanto podían,
Non dexaron faser guerras
Bien asý commo solían.

Cadal día ases parando,
Astragando los menores,
Las tierras robando,
Matando los labradores.


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NOTAS
(1) Para completar esta información puede verse mi estudio Valdeón: Historia y Colección Diplomática. El occidente de Picos de Europa en la Media, Oviedo 2000, pp.140-156.

(2) Del siglo XIV es también la fortaleza de Boca de Huérgano. Por otro lado, existe una teoría formulada para explicar la realidad de la vecina Cantabria, que en nada difiere del resto del norte peninsular, que dice que las torres señoriales de la Baja Edad Media se construyeron en pueblos en los que había existido un palatium durante la Alta Edad Media. Bien, pues en este supuesto, Oseja también encajaría.
(3) Los "algo": hijos de algo, hidalgos.

jueves, 18 de marzo de 2010

EL BARRIO DE CALDEVILLA DE OSEJA: La Torre (4).

En la etapa histórica en la que se construyó La Torre de Oseja se producen varios procesos históricos paralelos que acabarán explicando los conflictos de los siglos bajomedievales y, entre ellos, el asalto de las gentes de la Merindad de Valdeburón al castillo de los Tovar en Boca de Huérgano. Este acto violento fue producto de una política reiterada de abusos que se extiende a lo largo de 150 años, que sepamos. Para comprender este hecho y para entender por qué y quiénes pudieron construir una torre o una casa fuerte en Oseja durante la baja Edad Media(1) debo explicar el ambiente de tensión e inseguridad jurídica que se vivía en aquellos tiempos.

Entre los siglos XII y XIII se producen dos procesos paralelos:

1º) Una transformación de las estructuras económicas por la desaparición paulatina de los grandes dominios monásticos a favor de la pequeña propiedad de concejos y campesinos, que entran en confrontación directa con las ambiciones de una nueva nobleza emergente.

2º) Una reorganización administrativa en los reinos de León y Castilla por la incorporación de nuevos territorios ganados gracias al avance de la reconquista. Los reinos se dividirán en sucesivas demarcaciones a cuyo cargo estarán nobles nombrados por el rey, que aprovecharán cualquier fisura del sistema o debilidad real para acrecentar su poder y sus señoríos a costa de las tierras libres.

Esto hace que, durante los siglos XIV y XV, todos los concejos realengos del reino se vean amenazados por el peligro constante de caer bajo el yugo de un señor de vasallos. Desde los trabajos emblemáticos y de cabecera de Julio Valdeón a la actualidad, la casuística peninsular no ha hecho otra cosa que aumentar. Uno de los casos es el de nuestras montañas, estudiado a medias hasta el momento.

Sajambre y los restantes concejos de la Merindad de Valdeburón repitieron una y otra vez en los documentos posteriores al siglo XV que ellos “siempre habían sido de la Corona real”. O lo que es lo mismo, que nunca habían sido de señorío. Los documentos cuentan una historia muy diferente. En la siguiente cronología se aprecia muy bien el clima de tensión social que debió existir en Sajambre y en las tierras realengas circundantes.

1291-1307: Sajambre aparece en los documentos como concejo de realengo.

1326: Sajambre aparece en los documentos como un concejo de señorío.

1328-1342: Realengo.

1375: Maraña aparece en los documentos como un concejo de señorío.

1380: Sajambre aparece como señorío.

1395-1396: Usurpación señorial (de un linaje diferente al anterior).

1406: Realengo.

1408-1411: Usurpación señorial en Sajambre y Valdeón.

1424: Burón y Valdeón aparecen como concejos de realengo.

1425: Burón, Valdeón y Sajambre sufren usurpación señorial.

1431: Realengo.

1438: Usurpación señorial.

1443-1464: Realengo, pero con fuerte presencia señorial entre 1443 y 1445.

1458: Los concejos de la Merindad de Valdeburón piden a Enrique IV que les dé un documento en el que conste que son de realengo y que nadie les puede privar de esta condición. El rey emite el documento con fecha de 1458.

1464: El mismo rey, Enrique IV, faltando a la palabra (y título) dado a los concejos, los dona a don Juan de Tovar, señor de Tierra de la Reina.

1464-1467: Señorío.

1467: Por la presión de los concejos, incluidas las acciones violentas, Enrique IV se ve obligado a anular la donación a Juan de Tovar. Se le reconocen a la Merindad ciertos derechos, muchos de los cuales no se ejercerán en todo el siglo XV.

1475: Los concejos de la Merindad de Valdeburón fundan una Hermandad para defenderse de los abusos de los nobles.

1475: Los concejos de la Merindad se quejan de los abusos de su merino.

1476: Isabel la Católica prohibe al merino, Fernando de Prado, la reconstrucción de su castillo en Valdeburón que ella había mandado derribar.

1480-1484: Quejas de los concejos de la Merindad por abusos cometidos por el nuevo merino, don Juan de Tovar.


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NOTAS
(1) Ya veremos más adelante cómo en Oseja hubo más casas fuertes y posibles torres. Una de ellas era la Casa del Conde, en el barrio de Las Cortes.

domingo, 14 de marzo de 2010

EL BARRIO DE CALDEVILLA DE OSEJA: La Torre (2).

FOTO 1.- Ventana geminada de La Torre, con arcos apuntados. Es un detalle de una imagen que retrata la fachada principal del edificio y que no incluyo aquí por su mala calidad. Una copia de esta foto del siglo XIX se hallaba, hace años, en el Ayuntamiento de Oseja de Sajambre.
FOTO 2.- El grupo de sajambriegos marca el emplazamiento de La Torre. Interesa fijarse en los que están subidos a las ruinas porque pudieran estar marcando una planta cuadrada. Fíjense también en el paramento de la esquina izquierda. Fuente: www.sajambre.com

La designación tradicional de esta construcción como La Torre pudo deberse al hecho de que fuera una torre propiamente dicha o a que se tratara en origen de una casa fuerte.

Las torres destacaban por su altura (3 pisos como mínimo), ya que tenían como función vigilar y controlar el entorno; podían estar aisladas o formar parte de un castillo o fortificación. Las casas fuertes eran lugares de morada con elementos defensivos. El problema está en que a veces resulta difícil distinguir una de otra sin mediar un estudio a fondo de los vestigios conservados porque, con el paso del tiempo, muchas torres fueron desmochadas por orden regia, otras fueron moradas señoriales, otras sufrieron cambios y adaptaciones arquitectónicas diversas, otras se integraron en palacios o casas solariegas, etc.

Va a resultar difícil hablar sobre La Torre de Oseja al no conservarse el edificio. Por eso la fotografía del siglo XIX es tan valiosa. Gracias a esta imagen vamos a poder datar la construcción e insertarla en una época concreta de la Historia, en la que se desarrollaron ciertos acontecimientos para los que contamos con documentos de archivo. Dichos acontecimientos nos ayudarán a comprender el carácter y la función de La Torre.

CARACTERÍSTICAS DE "LA TORRE" DE OSEJA DE SAJAMBRE.

1. Planta rectangular o cuadrada (no queda claro).

2. Muros de mampostería, quizás con sillares en las esquinas.

3. Apariencia maciza por la escasez de huecos en los muros.

4. Parece que sólo tiene dos pisos.

5. Tejado cubierto a cuatro aguas.

6. Una puerta de entrada en arco, que pudiera ser ligeramente apuntado, con dovelas y jambas de sillar.

7. En el piso más alto se abre una pequeña ventana geminada con doble arco apuntado (Foto 1).

8. Posible existencia de una saetera en uno de los muros laterales.

La presencia de los arcos apuntados habla de una construcción que no puede ser anterior al siglo XIII.

LOCALIZACIÓN (Foto 2).

Situada en un lugar alto con perfecta visibilidad de:

a. El fondo del valle y el curso del río Sella.

b. La entrada al desfiladero de Los Beyos.

c. Las cumbres que separan Sajambre de Asturias.

d. El tramo de la Vía Saliámica a su paso por el valle.


jueves, 11 de marzo de 2010

EL BARRIO DE CALDEVILLA DE OSEJA DE SAJAMBRE: La Torre (1).


Siguiendo un orden cronológico, el segundo edificio más significativo del barrio de Caldevilla en la Edad Media es lo que se conoció con el nombre de La Torre. De ella sabemos muy poco porque, como casi todo en Sajambre, no se han conservado sus ruinas y casi se ha perdido su memoria. De manera que antes de que nos desmemoriemos del todo, voy a dedicar algunas páginas a la vieja y desaparecida Torre.

La Torre ocupaba el lugar en el que hoy se levanta la casa de los herederos de Manuel Alonso. Una Guía de la provincia de León del año 1928 declaraba que por entonces todavía podían contemplarse sus muros, ya ruinosos, en Oseja. Una fotografía del pasado siglo muestra a un grupo de vecinos del lugar encaramados sobre cuatro tristes piedras (FOTO 1). Y una segunda fotografía de incalculable valor como documento histórico, hecha en el siglo XIX, muestra y demuestra que en aquellas fechas La Torre estaba totalmente en pie y con su techumbre intacta. Una copia enmarcada de este documento gráfico se guardaba hace años en el Ayuntamiento de Oseja de Sajambre. Ahora no sé si sigue allí o le han dado otro destino. Pero por su excepcional valor, como único testimonio de este monumento, sería de desear que los dueños del original efectuasen una reproducción digital que pudiera guardarse en el Archivo del Ayuntamiento de Oseja de Sajambre. Sería de desear también que las autoridades municipales se interesaran en localizar dicho original para poder reproducirlo a la mayor resolución posible.

Para desarrollar este artículo me voy a basar en esta fotocopia de foto del siglo XIX, de la que yo poseo una malísima reproducción por ser copia de copia, y en lo que sabemos sobre torres similares de Cantabria y de Asturias. Sirva, al menos, para mantener viva la poca memoria que nos queda.


viernes, 5 de marzo de 2010

HISTORIA DEL TRAJE EN SAJAMBRE (4-2): la indumentaria femenina.

Mi bisabuela (muerta en 1937) con la saya y el dengue.
TOCADOS
Las prendas para cubrirse la cabeza las mujeres podían ser de diversas hechuras según épocas, modas, grupos sociales, etc. Si sofisticados podían llegar a ser los tocados de las damas de la corte, no menos estrambóticos fueron los que llevaban las mujeres de Ribadesella cuando Carlos I arribó a las costas asturianas. Los miembros femeninos de la familia más rica del concejo, los Piñán, llevaban tocas en el siglo XVII, aunque la documentación no especifica de qué forma eran. Lo que sabemos es que solían estar hechas con lienzo fino, posiblemente similar al “lienzo angosto” que en cantidad de once varas poseía Agustín Piñán de Cueto Luengo a mediados del siglo XVIII.

La toca más sencilla de todas era un simple paño que cubría el pelo, la cofia, que debía ser la modalidad extendida entre las sajambriegas, a juzgar por cómo se describe a una vecina de Oseja en una demanda criminal: “...que veniendo de la fuente vió que estava la María en el suelo con la cofia quitada...” (Oseja, 1668). Las cofias solían ser de beatilla, un lienzo muy delgado y ralo.

Hasta el siglo XIX la cofia no debió sustituirse por el pañuelo que, a su vez, no fue de algodón hasta la misma época: “un pañuelo bueno de algodón” (Vierdes, 1812).

¿DENGUE?
Es una especie de chal o esclavina, a la que en 1959 Ángel Fernández González no supo ponerle nombre pero definió de la siguiente manera: “Usaba además la mujer un manto sobre los hombros, cuyas puntas, cruzadas sobre el pecho, iban luego a anudarse a la espalda”(1). En el siglo XX se confeccionaban en lana, raso o terciopelo. En la documentación manejada aparece el dengue en el año 1812 hecho “de bayeta, morado” y valorado en seis reales, el mismo precio que un mandil de estameña y dos pares de justillos viejos.

CASACA
La moda francesa llega a Sajambre en tiempos de Carlos III bajo la forma de casaca femenina, una chaqueta ajustada de mangas estrechas, que está atestiguada en Pío como “una casaca de paño nueva” (1787) y en Vierdes durante la ocupación napoleónica: “una casaca nueva de Somonte” (1812). Parece que hasta Sajambre llegaban los ecos de las Ordenanzas Generales del Principado de Asturias de 1781 en las que se ordenaba: “el artesano o labrador de hacienda propia no podrá vestir sino paño de Béjar u otro equivalente en precio; y el labrador que sea dueño de la mitad de la hacienda que trabaja vestirá sólo paño de Somonte u otro igual. Aquél cuya hacienda sea toda ajena, no podrá vestir sino Caldas, estameña del país, Herrera u otro así” (2).
La categoría de “nuevas” que tenían ambas casacas incide en el hecho de que se trataba de ropa a la moda.

MANTILLA
Prenda de abrigo que cubría la cabeza y los hombros hasta la cintura. Por lo general, la mantilla era la mitad de una manta, gran manto envolvente que cubría todo el cuerpo. A partir del siglo XIX, una vez derogadas las leyes de las épocas precedentes que prohibían los adornos en mantos y mantillas, se utilizaron también como prendas de fiesta, cuya principal diferencia con las de uso diario era el ribete de terciopelo que las adornaba.

En Sajambre, la mantilla está documentada en los siglos XVII, XVIII y XIX, de paño o de alguna de sus variedades más finas, como la palmilla: “una mantilla que yo tengo buena de palmilla” (Soto, 1625), considerado el género de mejor calidad en aquella época.

Durante el siglo XX se llamó regociño a la mantilla utilizada en los días festivos (1), aunque originalmente esta prenda no fuera una mantilla. La voz regociño es una variante asturleonesa del rebozo o rebociño, es decir, una capa gruesa y corta de mujer que iba ceñida a la cabeza con cintas y que, en caso necesario, permitía cubrirse el rostro con ella. El regociño se utilizaba como prenda de abrigo en las labores agrícolas o ganaderas a la intemperie.

Sin embargo, un documento hecho en Soto de Sajambre en el año 1826 dice: “es mi boluntaz mandar a mi hija, Manuela, un regociño de paño de lino”. Los regociños no solían ser de lino, pero las mantillas de fiesta sí. De manera que quizás los sajambriegos del siglo XIX ya denominaban regociños a las mantillas destinadas a usos festivos. Junto a este caso de Soto, sé de otro en Vierdes del año 1812 en el que se dice: “un regociño de paño en ocho reales”.

Existieron también en Sajambre los mantiellos bigaraos, una tradición que fue recogida por Ángel Fernández González en su tesis doctoral de 1959, porque por el momento yo no los he encontrado en los documentos antiguos. Parece que se trataba de una mantilla tejida con lana y cáñamo a dos colores y en lista(3).

Para cerrar este artículo, falta por hacer unas anotaciones a propósito de lo que podemos llamar la historia social de la indumentaria en el Sajambre de los siglos XVII, XVIII y primera mitad del siglo XIX. Lo dejo para la siguiente entrada.

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NOTAS
(1) Ángel R. Fernández González, El habla y la cultura popular de Oseja de Sajambre, Oviedo, 1959, p.104.

(2) Celso Diego Somoano, “Prólogo”, La Indumentaria Popular en la Ribera del Sella (siglos XVIII y XIX), Murcia, 2002: http://www.abamia.net/

(3) Es voz sajambriega, según recoge el Pallabreru Llionés:
http://users.servicios.retecal.es/amnuve/dicllion/dicciona/indice.htm

miércoles, 3 de marzo de 2010

HISTORIA DEL TRAJE EN SAJAMBRE (4-1): la indumentaria femenina.

Lo que tengo documentado por ahora de la antigua indumentaria femenina en Sajambre son las prendas enumeradas a continuación, que he dividido en dos entradas.

CAMISA
También de lino y, como la masculina, cubría los muslos. La principal diferencia con la camisa de hombre es que los puños podían estar más trabajados. Junto con la saya es lo que más se transmite en los testamentos: “Yten mando a Gerónima, muger de Pedro Díez de la Caneja, una camisa de mi cuerpo” (Soto, 1625).

JUSTILLO
Era una especie de corsé o cuerpo, una prenda interior que no bajaba de la cintura. Se documenta en el siglo XIX: “unos justillos buenos en cuatro pesetas” (Vierdes, 1812); “unos justillos viejos en siete reales” (Vierdes, 1813). Su uso llega al siglo XX(1).

SAYUELO
Prenda femenina que aparece en el siglo XVI. Se ponía encima de la camisa, llegaba hasta las caderas, se abrochaba por delante con cordones y tenía mangas acuchilladas (abiertas) desde el hombo hasta el codo, mostrando la camisa de lino.

En Sajambre los sayuelos documentados son siempre de lana, sean de paño o de alguna variedad como la palmilla: “un sayuelo negro” (Soto, 1625); “un sayuelo biejo de palmilla” (Soto, 1625); o en 1653, cuando Gonzalo Piñán entrega en dote a su hermana dos sayuelos de paño.

ALMILLA
También la mujer de los siglos XVII y XVIII vestía almillas, especie de jubones o chaquetillas que podían estar más o menos decoradas según la condición social de su poseedora.

SAYA
A partir del siglo XV, las mujeres cortesanas y aldeanas usaron sayas, una falda que caía desde la cintura hasta los pies. La saya de las campesinas se distinguía de la de las damas por llegar hasta un poco más arriba del tobillo. Dependiendo del nivel económico, la saya tenía más o menos cantidad de tela para conseguir un mayor número de pliegues. Cuando se superponían varias sayas, las faldas interiores recibían el nombre de refajo.

Las sayas que aparecen en los documentos sajambriegos son de sayal, de estameña y de paño: “una saya de sayal y otra de paño, ambas usadas” (Oseja, 1718); “una saya de estameña... y otra de sayal” (Pío, 1787).

Formando parte del ajuar que el escribano público, Gonzalo Piñán, entrega a su hermana en 1653 por su casamiento y como parte del vestuario femenino aparecen “dos fajas”. El problema estriba en que, en esta época, la única prenda llamada faja era masculina (banda de lana que abrigaba el vientre). Pero en un ámbito femenino la voz faja tiene el significado de franjas, bandas o tiras horizontales de terciopelo que se cosían como adorno sobre las sayas y que, a veces, llevaban recortes verticales que dejaban ver el fondo de la falda. Cuando la ventera disfraza al cura en el capítulo XXVII de la Primera Parte del Quijote, dice Cervantes: “púsole una saya de paño, llena de fajas de terciopelo negro de un palmo en ancho”.

Y entre las muchas y reiteradas leyes suntuarias promulgadas durante toda la Baja Edad Media y el Antiguo Régimen no es difícil encontrar prohibiciones relacionadas con este adorno de las sayas, como la que en el año 1527 establecieron las Cortes de Valladolid: “Que las mujeres en las sayas no pudiesen traer fajas más anchas de 4 dedos y de ellas pudiesen traer hasta 8 por saya de arriba a abajo"(2). Leyes que buscaban la austeridad en los adornos del vestido se fueron repitiendo hasta finales del siglo XVIII, como la Pragmática de 1723: “los dichos vestidos han de poder ser guarnescidos de faxas llanas, pasamanos o bordadura”, siempre que no “exceda de seis dedos de ancho y con que no lleven más que una sola guarnición”(3).

En la parte inferior y superior solían llevar una tela más gruesa, llamada cortapisa, que servía para atenuar el desgaste de la saya en tales lugares. La cortapisa no aparece en ninguno de los documentos seleccionados, pero a finales de la década de los 50 del siglo pasado se recordaba su uso en las sayas locales(1).

En las pocas veces que se especifica el color se dice que eran oscuras: prietas o negras. En cierto modo, es comprensible que los colores oscuros predominasen en la indumentaria campesina de la época. Por un lado, hay que considerar el nivel de pobreza mayoritaria entre los sajambriegos de aquellos tiempos, que les impedía poseer un vestuario diversificado, además de lo caros que eran los tintes. Y por otra parte, no debemos olvidar las obligaciones a las que estaban sometidos por el peso de la costumbre y por la Ley con anterioridad al siglo XIX. Entre la una y la otra se veían obligados a guardar largos lutos por la muerte de padres, hijos, esposos, hermanos, suegros y abuelos. Además, estaba establecido que el criado llevara luto por su amo, el heredero por su benefactor y los súbditos por los miembros de la realeza en las exequias fúnebres. E, incluso, de vez en cuando podía dictaminarse alguna ley que reglamentaba sobre el color de una u otra prenda, como aquella Real Orden de Carlos IV de 1799 en la que se establece que, con independencia de la clase social, el color de toda basquiña (saya) fuese el negro.

MANTEO
Sólo en un único caso se cita esta falda o saya envolvente entre los 32 documentos con datos que estoy analizando: “Yten mando y es mi boluntaz mandar a mi hija, Josefa, un manteo negro”, dice en 1826 Manuela Mendoza, viuda de José Piñán, vecinos de Soto.

MANDIL
Prenda que, atada a la cintura, cubre la parte delantera de la saya. Tuvo como función originaria la de proteger y tapar la saya. Está documentado como de estameña y de paño en los tres siglos analizados.

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NOTAS
(1) Ángel R. Fernández González, El habla y la cultura popular de Oseja de Sajambre, Oviedo, 1959, p.104.
(2) Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, Real Academia de la Historia, Madrid 1863, IV, 639.
(3) Novísima Recopilación, Lib.VI, Tít.XIII, Ley XI, 5.

lunes, 1 de marzo de 2010

HISTORIA DEL TRAJE EN SAJAMBRE (3): la indumentaria masculina.

FOTO 1.- Camisa, ropilla y calzones. Fuente: Museo del Traje de Madrid.

FOTO 2.- Hungarina. Fuente: www.fuentearmegil.com

FOTO 3.- Coricia. Fuente: http://www.dayures.com.ar/

Cuanto más retrocedemos en el tiempo, más escasos son los ajuares que encontramos entre la mayoría de los sajambriegos, pero a partir del siglo XVIII solían poseerse dos trajes: uno de sayal y estameña y el otro de paño. El uno para la faena diaria y el otro para las festividades y celebraciones. A esto último parece apuntar la expresión “uso de vestir ordinario” que se utiliza para describir el único traje hallado entre los bienes de Ramón Díaz de Caldevilla en 1796: “toda la ropa del difunto del huso de bestir hordinario, sayal viejo, estameña casera”.

Al designar de manera genérica al traje masculino sajambriego se habla siempre de “un vestido de su cuerpo”. El inventario de bienes de un vecino del barrio de La Pandiella, en Oseja, datado el 16 de septiembre del año 1720, nos dice en qué consistía dicho traje: “un bestido de su cuerpo, de paño, que se compone de ropilla, jubón y calzón y ungarina. Yten otro de sayal, según estilo de la tierra”. Naturalmente, a estas prendas enumeradas hay que añadir la ropa interior, el calzado y algunos complementos si hubiera lugar.

CAMISA
La ropa interior se componía de camisa y calzas o medias calzas. La camisa aparece con frecuencia en los documentos, pero nunca se dice de qué tejido estaba hecha. La tradición indica que debía ser de lienzo o de estopa confeccionada con el lino del país.
Era una prenda ancha en el cuerpo y abierta en el pecho, cubría enteramente los brazos y los muslos, poseía amplios cuellos en los siglos XVI y XVII. Sus dimensiones se irán reduciendo a lo largo del siglo XIX.

CALZAS Y MEDIAS CALZAS
No he documentado las calzas, que cubrían cada pierna por entero en piezas independientes que luego se ataban a la cintura con cordones.
Las medias calzas o medias, que llegaban hasta la rodilla, aparecen en un inventario hecho entre 1745 y 1756, y se dice que eran de lana. Se siguen mencionando en el siglo XIX.

CHAPINES O ESCARPINES
Para abrigar el pie cuando se calzaban madreñas y coricias se utilizaban los escarpines o chapines/chapinos, que se vestían por encima de las medias y se componían de una única pieza de sayal para cada pie “sin más adorno que un ribete de cinta en la boca”, se dice en el Vocabulario sajambriego(1).
No aparecen en los protocolos que he consultado hasta el momento, pero están atestiguados en el año 1778 en Valdeón: “tres pares de escarpines nuebos”(2).

CALZONES
Prenda de vestir con dos perneras que cubría desde la cintura hasta la rodilla o por debajo de ella, no estando necesariamente fruncidas o recogidas. Están documentados durante todo el siglo XVIII y el XIX. Podían ser de sayal o de paño.

JUBÓN
El jubón masculino era una prenda interior que abrigaba desde los hombros hasta la cintura, ceñida y ajustada al cuerpo, que se componía de dos delanteros, un espaldar y un cuello rígido. Se colocaba sobre la camisa y debajo de la ropilla. Equivalía al chaleco actual y se documenta en Sajambre en los siglos XVII y XVIII.

ALMILLA
Era una especie de jubón que servía de prenda de abrigo ajustada al cuerpo, con medias mangas o sin ellas. Un vecino de Pío poseía en 1787 una almilla de color azul y en 1812 se habla de “una armilla buena de sempiterna”. En el vecino concejo de Valdeón las había de estameña y de serafina (tela de lana de textura similar a la bayeta) a finales del siglo XVIII(2).

CHALECO
El jubón es sustituido por el chaleco en el siglo XIX, y en Sajambre lo encontramos por primera vez en un inventario de Oseja del año 1808 nombrado como “un chalequito de estameña azul”, tasado en ocho reales.

ROPILLA
La ropilla fue una prenda típica del siglo XVII que siguió utilizándose en Sajambre hasta los años 1810 y 1812, posiblemente por haber ido pasando de generación en generación, lo que explica que en los inventarios del siglo XIX se describan como “muy viejas”.
Era una prenda que se colocaba encima del jubón, bien ajustada al cuerpo, con mangas sueltas o muy anchas (FOTO n.1).

CEÑIDORES
No tenemos noticia de las fajas de uso masculino con anterioridad a 1826, pues sólo se mencionan en 1653 en relación con la indumentaria femenina.
Como ceñidores, las fuentes mencionan el cinto. Al juez ordinario del Pueblo de Oseja le quebraron el suyo cuando fue atacado y golpeado en el año 1698. Y Agustín Piñán de Cueto Luengo recibió como herencia hacia 1750 un exótico “cinto de lobo marino” valorado en cinco reales.
En 1812 aparece por vez primera “una corbata en dos reales”. ¿En dónde? En la casa de Pedro Simón de Vierdes, el de las modernidades.

HUNGARINA
La hungarina, escrita en los protocolos notariales sajambriegos bajo las formas de anguariña, anguarina o ungarina, está documentada desde el año 1679 hasta 1813. Se trata de un capote rústico, largo y con capiello o capucha, muy utilizado por los pastores en tiempo de aguas (FOTO n.2). En Sajambre las hubo de sayal y de paño, pero no las poseía todo el mundo.
En las casas de los ricos había varias y en las de los pobres a menudo ninguna. Por ejemplo, la descripción completa del único traje que dejó Ramón Díaz de Caldevilla dice “toda la ropa del difunto Ramón del huso de bestir hordinario, sayal viejo, estameña casera, camisas y más, destrozado, de mui poca estima, sin anguarina, en un real”. Que todo este conjunto se valorase en un único real explica sobradamente la dimensión exacta de la palabra “destrozado” que aquí se emplea. Pero lo que nos interesa señalar es que este limitado ajuar carecía de hungarina.
En cambio, en 1728, Alejandro Piñán de Cueto Luengo entrega a su criado, Pedro Alonso, “por el cariño que le tengo, le mando una anguariña de paño, la mejor que dejó dicho mi padre”.

CAPOTE
En el inventario de bienes dejados por José Rodríguez, hermano de Santiago Rodríguez y viudo de Bárbara Díaz, padres que fueron de Manuel, Rafael, Felipa, Bárbara y María, hecho en Oseja en el triste año de 1808 se incluye “un capote de paño rojo a mano y a medio uso” valorado en 32 reales, tasación que apunta a una prenda de buen género y valiosa confección.
Estos capotes o capas de valía se utilizaban sólo en ocasiones solemnes, festivas o en celebraciones como bodas o bautizos. El capote de labrador y aldeano, fuese éste pobre o acomodado, debía ser de color pardo, ya que el negro estaba reservado a los habitantes de las ciudades. Así se cumplió hasta el siglo XIX.

ABARCAS o MADREÑAS
Por lo que se refiere al calzado, lo único que se mencionan son los característicos zuecos de madera del país, a los que se les llama siempre abarcas con anterioridad al siglo XIX.

De hecho, el término abarcas se utiliza también en la documentación del Oriente de Asturias de la época para designar las madreñas y así aparece, por ejemplo, en los capítulos que regulan el trabajo de la madera en las Ordenanzas Municipales del Concejo de Cabrales del año 1726.

No hay error al identificar esta voz con las actuales madreñas y no cabe confusión con otro tipo de calzado porque expresamente se hace referencia a la tarea de trabajar la madera o a los útiles tradicionales del trabajo madreñero: “Iten una llegra de abarcas y un taladro de abarcas” (Vierdes, 1720); “un taladro de hacer abarcas tasado en diez reales” (Soto, 1813); “un taladro de tarugar abarcas” (Oseja, 1813).

La primera vez que se utiliza el término madreña se hace en un documento del año 1808: “una llegra de hacer madreñas en dos reales... Idem un barreno de madreñas en seis”.

ZAPATOS, CORICIAS
No he hallado el término coricias en ninguno de los documentos que he manejado hasta el momento. Sólo se mencionan “unos zapatos nuevos” de mujer en un testamento de 1625. Pero sabemos que, en estos tiempos, el calzado utilizado por hombres y mujeres labradores era el mismo, por lo que estos “zapatos nuevos” quizás fuesen unas coricias recién hechas.

Las coricias son un calzado de cuero grueso hecho a mano, ajustado al pie y atado con correas que penetran a través de ojales practicados en la pieza (FOTO n.3). El Vocabulario sajambriego considera la voz abarca como sinónimo de coricia, pero en los documentos antiguos dejan claro que las abarcas son siempre las madreñas.

MONTERA
Para abrigar la cabeza, encontramos la montera en un inventario de Pío del año 1714 ("una montera de paño vieja") y otra en Soto en 1810 ("una montera vieja en siete reales").

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NOTAS
(1) José Díaz y Díaz-Caneja /Olegario Díaz-Caneja, Vocabulario sajambriego, León 2000, p.74.

(2) Posada de Valdeón, Archivo de la Junta Vecinal, caja 7, Fulgencio Raimundo de Pesquera Pérez de Prado, doc. n.12.

HISTORIA DEL TRAJE EN SAJAMBRE (2): los tejidos.

La indumentaria fabricada con lana sigue predominando de manera clara en el siglo XVIII. El sayal continúa siendo el más nombrado en los documentos, sigue usándose la sempiterna, aumentan la estameña y el paño, y aparece la bayeta (tela de lana floja y poco tupida). Este último género, así como otros paños de calidades especiales se adquirían fuera de Sajambre. Conservamos dos recibos de una compra hecha por dos vecinos de Oseja en la localidad de Potes en 1798, en donde se adquirieron diversas cantidades de paño, bayeta, hilo y estameña fina de Valladolid.

Estas estameñas finas que los sajambriegos acudían a comprar a la capital lebaniega habían alcanzado merecida fama en el mercado de la época gracias a los avances técnicos que los empresarios catalanes habían introducido en el Valladolid de finales del siglo XVIII, desde donde se enviaban habitualmente a Santander y al País Vasco(1).

La fibra de lino se hallaba presente en el lienzo, en el mitán, en la estopa y en el tasco. El mitán u holandilla era un tipo de lienzo teñido y prensado, utilizado para forros. La estopa se fabricaba con la parte más gruesa y basta del lino o del cáñamo. Y el tasco se hacía con los desperdicios que quedaban después de separar el tallo de la fibra en el lino o cáñamo.

Tenemos constancia también de la existencia de complementos de peletería que, junto a otros paños de fina calidad, solían pertenecer a las familias más acomodadas del concejo.

En la primera mitad del siglo XIX siguen estando generalizadas las prendas de lana y de lino en la indumentaria local. Esta realidad fue casi una norma general en los ambientes campesinos de la provincia hasta la década de 1830-1840 que es cuando emieza a difundirse el uso del algodón (pana) en los trajes del campesinado leonés(2).

La noticia más antigua que conozco en Sajambre sobre el uso de prendas de vestir hechas con fibras de algodón es bastante temprana, ya que procede de un documento fechado en el año 1812, cuyos bienes pertenecían a aquella familia de Vierdes que había sido la primera, o una de las primeras, en añadir un corredor a su casa, al que se accedía por una puerta a pinza que había despertado la admiración de los vecinos. Parece que la familia de este Pedro Simón de Vierdes había adquirido un status socioeconómico que le permitía estar en posesión de ciertas “modernidades”.
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NOTAS
(1) Agustín González Enciso, “Especialización y competencia regionales: la expansión del negocio catalán en Castilla a fines del siglo XVIII”, Pedralbes. Revista d'Història Moderna, 1985, vol. 5, pp.38-39 y 55-56.

(2) Juan Manuel Bartolomé Bartolomé, “El consumo de textiles en León (1700-1860)”, Revista de Historia Moderna: Anales de la Universidad de Alicante, n.21, 2003, p.26-27; Juan Manuel Bartolomé Bartolomé, “Condiciones de vida y privacidad cotidiana del campesinado leonés de Tierra de Campos: la comarca de Sahagún en el siglo XVIII", Estudios Humanísticos. Historia, n. 4, León, 2005, p.45.