Pese al mucho interés que pongan los vivos en distinguirse, la muerte siempre iguala. Finis gloria mundi (1672), Juan Valdés Leal.
Sevilla, iglesia del Hospital de la Caridad.
El cementerio actual de la localidad se construyó al mismo tiempo que la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, concluyéndose el conjunto en el año 1855, porque con anterioridad los feligreses de Santa María de Oseja se hacían enterrar en el interior de la iglesia vieja o en sus alrededores inmediatos.
Cuando el templo fue sometido a la última limpieza y restauración se encontraron huesos bajo el suelo. Fue una pena que no se hubiera aprovechado la ocasión para practicar una excavación, aunque hubiera sido de urgencia. Una oportunidad desperdiciada para indagar sobre los cimientos de la antigua Santa María de Oseja que subyace -según se dice- bajo la iglesia actual.
En los testamentos de los vecinos de Oseja queda clara esta práctica extendida y característica de la época en todo el reino. El lugar de la sepultura dependía del nivel económico del difunto. Cuanto más cerca del altar mayor estuviese el lugar de reposo eterno más elevados eran los derechos que había que pagar a la parroquia. Por esta causa, los que se hacían enterrar en la Capilla Mayor acostumbraban a encontrarse entre los socialmente más destacados de la comunidad.
En la Oseja de los siglos XVII y XVIII encontramos tres niveles de desigualdad social ante la muerte.
1º) La nobleza local se entierra en la cripta de la capilla privada de Santo Domingo que se construyó entre 1621 y antes de 1652 precisamente como panteón familiar. Esta nobleza, sin título, está representada por los Piñán de Cueto Luengo, ya que no todos los Piñán que viven en Oseja pertenecen a este linaje: “que mi cuerpo sea sepultado en la Capilla de Santo Domingo que mis progenitores me han dejado en la yglesia parrochial de Santta María deste lugar de Osexa, al par donde están enterrados dichos mis padres” (1723). Sobre la Capilla de Santo Domingo ver el artículo iniciado el 6 de octubre de 2008.
En el panteón se estuvieron enterrando todos los miembros de esta familia hasta que el obispo Ignacio Díaz-Caneja empieza construir la nueva iglesia en el siglo XIX. Al quedar la antigua capilla dentro de la estructura del nuevo templo destinada además a otros fines, a los Piñanes se les compensa asignándoles sepulturas perpetuas en el nuevo cementerio; tumbas que todavía poseen.
El proceder de los Piñán al hacer construir una capilla privada para panteón familiar es una de las diversas estrategias de ostentación y poder de la nobleza rural de aquellos tiempos. Un caso muy similar y cercano -en el espacio y en el tiempo- lo encontramos en los Gómez de Caso buroneses, a quienes pertenecía la Capilla de San Lorenzo que estaba situada al lado del Evangelio de la iglesia parroquial de Burón (1), exactamente igual que la de los Piñán en Oseja y que como ésta, poseía también una cripta para los enterramientos. En este caso, la función de ostentación queda claramente de manifiesto al haber elegido los muros de la capilla, tanto o más que los del propio palacio, para mostrar la nobleza reconocida que lucían sus escudos de armas.
Cuando el templo fue sometido a la última limpieza y restauración se encontraron huesos bajo el suelo. Fue una pena que no se hubiera aprovechado la ocasión para practicar una excavación, aunque hubiera sido de urgencia. Una oportunidad desperdiciada para indagar sobre los cimientos de la antigua Santa María de Oseja que subyace -según se dice- bajo la iglesia actual.
En los testamentos de los vecinos de Oseja queda clara esta práctica extendida y característica de la época en todo el reino. El lugar de la sepultura dependía del nivel económico del difunto. Cuanto más cerca del altar mayor estuviese el lugar de reposo eterno más elevados eran los derechos que había que pagar a la parroquia. Por esta causa, los que se hacían enterrar en la Capilla Mayor acostumbraban a encontrarse entre los socialmente más destacados de la comunidad.
En la Oseja de los siglos XVII y XVIII encontramos tres niveles de desigualdad social ante la muerte.
1º) La nobleza local se entierra en la cripta de la capilla privada de Santo Domingo que se construyó entre 1621 y antes de 1652 precisamente como panteón familiar. Esta nobleza, sin título, está representada por los Piñán de Cueto Luengo, ya que no todos los Piñán que viven en Oseja pertenecen a este linaje: “que mi cuerpo sea sepultado en la Capilla de Santo Domingo que mis progenitores me han dejado en la yglesia parrochial de Santta María deste lugar de Osexa, al par donde están enterrados dichos mis padres” (1723). Sobre la Capilla de Santo Domingo ver el artículo iniciado el 6 de octubre de 2008.
En el panteón se estuvieron enterrando todos los miembros de esta familia hasta que el obispo Ignacio Díaz-Caneja empieza construir la nueva iglesia en el siglo XIX. Al quedar la antigua capilla dentro de la estructura del nuevo templo destinada además a otros fines, a los Piñanes se les compensa asignándoles sepulturas perpetuas en el nuevo cementerio; tumbas que todavía poseen.
El proceder de los Piñán al hacer construir una capilla privada para panteón familiar es una de las diversas estrategias de ostentación y poder de la nobleza rural de aquellos tiempos. Un caso muy similar y cercano -en el espacio y en el tiempo- lo encontramos en los Gómez de Caso buroneses, a quienes pertenecía la Capilla de San Lorenzo que estaba situada al lado del Evangelio de la iglesia parroquial de Burón (1), exactamente igual que la de los Piñán en Oseja y que como ésta, poseía también una cripta para los enterramientos. En este caso, la función de ostentación queda claramente de manifiesto al haber elegido los muros de la capilla, tanto o más que los del propio palacio, para mostrar la nobleza reconocida que lucían sus escudos de armas.
2º) Están después los que se hacen enterrar en la Capilla Mayor, lugar principal dentro del templo por hallarse aquí el altar mayor. Según la información que proporcionan los testamentos, los que pueden afrontar el coste de una sepultura en la capilla mayor son personas que destacan económicamente del resto de sus congéneres, aunque no sean grandes propietarios. Suelen ser individuos que disfrutan de algún beneficio o distinción como patronos de alguna fundación piadosa, o que tienen suficientes medios y propiedades como para vincular algunas de sus rentas al establecimiento de misas de aniversario, o instituciones similares, por un periodo amplio de tiempo.
Es lo que sucede, por ejemplo, con María González, fundadora de una obra pía, quien ordena que su cuerpo "sea sepultado en la Capilla Mayor de la iglesia parroquial de Santa María de Oseja, donde soy parroquiana" (1665). María de Gonzalo, viuda de Pedro de La Mata, que establece dos fundaciones de aniversarios durante 40 años, ordena que su cuerpo se entierre “en la Capilla de dicha iglesia a donde mexor lugar huviere” (1678). O Toribio González, patrono de otra obra pía, quien deja dicho que se le sepulte “en la yglessia parrochial de Santa María deste lugar en la Capilla Mayor della” (1711).
3º) En el tercer nivel de esta jerarquía se encuentra la mayor parte de los vecinos, que dejan su lugar de sepultura al arbitrio del párroco o de los albaceas: “en la sepultura que paresçiere a mis testamentarios” (1625); “en la parte donde mejor lugar hubiere y pareciere a mis testamentarios” (1653); “en la parte que eligiere el señor cura y mis testamentarios” (1680); “en la sepultura que el señor cura y mis testamentarios señalaren” (h.1714); “en la sepultura más decente y desocupada que pareciere al señor cura y mis testamentarios” (1716, 1718, 1805, 1813). Sólo en un caso del siglo XIX se manifiesta una preferencia individualizada, aunque sin demasiadas exigencias: “en la sepultura más cómoda y decente que pareciere a mi párroco y mis testamentarios, y si pudiera ser en la sepultura de primera muger, María Fernández, de por vajo del arco de Nuestra Señora” (1828). Este recuerdo del lugar de enterramiento de los seres queridos está relacionado con una costumbre funeraria que veremos en el siguiente post.
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NOTAS
José Mª Canal Sánchez-Pagín, El Concejo de Burón, su gloriosa historia, León 1981, p.143.
NOTAS
José Mª Canal Sánchez-Pagín, El Concejo de Burón, su gloriosa historia, León 1981, p.143.
2 comentarios:
Enhorabuna desde Riaño(león), por este blog
Pues muchas gracias. No conocía su existencia, pero ahora que acabo de descubrir sus blogs los engancharé al mío.
Me alegra mucho ver que cada vez hay más páginas web que traten de las cosas de nuestras montañas.Felicidades también a ustedes y adelante.
Mis más cordiales saludos.
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