documentos antiguos.
El barrio de La Caneja fue el origen toponímico del apellido Caneja y, con él, del Díaz-Caneja. La primera noticia de la existencia de viviendas en este lugar data de 1444, que es la fecha del documento que registra al vecino más antiguo con dicho nombre: Gonzalo Alonso de La Caneja (Posada de Valdeón, AJVV, caja 13, n.427). A partir de este momento, los datos al respecto presentes en los documentos de los siglos XVI y XVII siguen refiriéndose a la antroponimia o a la Huerta de la Caneja. Por ejemplo, en 1592 se nos dice que dicha huerta linda “con Gonçalo de Vega, Diego de La Canexa y camino del Conçejo” (Archivo Piñán, Diego Fernández de Cueto Luengo, 1592-06-20). Hay que esperar al año 1810 para hallar una mención a una “segunda vigada de casa, sita en este varrio de La Canexa” que lindaba con la casa de los hermanos Bernardo y Anselmo de Martino. El documento especifica que una “quarta parte de la güerta de La Caneja es antoxano de la casa” (Archivo Piñán, 1810-12-10).
El barrio del Valleval aparece documentado como Vallobal, con una ortografía más fiel a su origen etimológico: valle de lobos o con lobos. La noticia más antigua data del año 1579, cuando Pedro de Següenzo, “el viejo”, realiza la venta de una propiedad a Juan Díaz“el mozo”, consistente en una casa de morada que lindaba con “la riega del Ballobal” y con una casa que el hermano del vendedor, Juan de Següenzo, acababa de construir (Archivo Piñán, 1579-12-29).
Algún tiempo después, en 1714, leemos sobre “una vigada de casa de pajar y caballeriza en la casa del Ballobal”, que estaba adosada a la de Bernardo de Martino y Matías Piñán, frente a las cuales había un hórreo compartido entre ellos.
No sé dónde está o estuvo el barrio de El Casar, documentado en 1813, cuando María Díaz de Caldevilla lega a quien la cuidó “el güerto que tengo en el barrio del Casar, según linda con Andrés Díaz de la Caneja” (Archivo Piñán, 1813-01-31).
Y desconozco asimismo la situación de Los Llanos, otro lugar de Soto con casas de morada que aparace individualizado en la documentación. Allí era donde el Comisario de la Inquisicion, don Domingo Piñán de Cueto Luengo, tenía una tierra de un carro de abono en el año 1649 y en donde Juan y Domingo de Mendoza poseían en 1714 una tierra “zerrada sobre sí”, es decir, cercada, que estaba “pegada a la cassa donde bibían” (Archivo Piñán, 1649-04-28 y 1714-09-24 protocolizados por Domingo Piñán y Agustín Piñán respectivamente).
Tampoco sabemos dónde se encontraba la casa que el Arcediano de Villaviciosa, don Pedro Díaz de Oseja, tenía en Soto. Esta noticia está extraída de un embargo que Juan Simón pide que se haga contra la casa de Juan de Palacio, ambos vecinos de Soto. El último se defiende ante el juez del concejo aportando las razones por las que considera improcedente dicho embargo, entre las que se encuentra la siguiente:
“Lo uno porque dicha cassa en que yo al presente bibo fue bendida al Arcediano de Billabiciosa, que guarde Dios, y después el dicho Arcediano me la dio a mí en dote y cassamiento, por obligaciones que debía a Catalina de Vega, mi lexítima muger, y a sus padres”. El documento está datado justo dos años después de la muerte del Arcediano: Archivo Piñán, redactado en nota en 1667-07-27.
Por último, habitado estuvo también el lugar de Cueto Luengo, al que ya nos hemos referido en más ocasiones. Según los documentos Cueto Luengo “confina con el lugar de Soto” y en lo que entonces se llamaba Cueto Luengo se hallaban la Vega de Abadías, la Cuesta de Abadías, el Carrizal de Abadías, La Lomba, la Valleja de la Llateda, El Pumarín, El Ciriedo y Los Cuadros. Allí había también un “prado de la Obra Pía que fundó el doctor Oseja, de buena memoria que Dios aya”. Por allí pasaba “el camino que viene de Abaño” y “la riega que baja de Miraño”. Y en el siglo XVIII el lugar limitaba “de un lado con la presa que viene de Valdelosziegos” o “la pressa que viene del Grandosso”.
Todas estas noticias de los siglos XVI, XVII y XVIII se suman a los cada vez más numerosos sajambriegos que portaban en su nombre la indicación de procedencia “de Cueto Luengo”. El lugar estaba formado por tierras de labor en los siglos XVI, XVII y XVIII y era ya una pradería en el siglo XIX, por lo que la tradición oral sobre la destrucción de las viviendas del lugar por un argayo que cayó de Beza parece ser medieval. Por otro lado, nombres de lugar tales como El Ciriedo, también documentado como Cerezaledo, El Pumarín o Los Cuadros hablan de un espacio claramente humanizado. Y no digamos nada del topónimo Abadías.
Me pregunto si los bloques rocosos (algunos de considerables dimensiones) que salpican las praderías de Miraño y Cueto Luengo, a los que los antiguos vecinos de Soto aluden con expresiones como “un prado con su pedazo de roca” o “lugar lleno de peñascos”, son afloraciones naturales o llegaron allí tras el argayo que, según la memoria local, destruyó el antiguo pueblo. Habrá que seguir investigando.
PRÓXIMA ENTRADA (Y ÚLTIMA DE SOTO): la evolución del terrazgo cultivable.
El barrio del Valleval aparece documentado como Vallobal, con una ortografía más fiel a su origen etimológico: valle de lobos o con lobos. La noticia más antigua data del año 1579, cuando Pedro de Següenzo, “el viejo”, realiza la venta de una propiedad a Juan Díaz“el mozo”, consistente en una casa de morada que lindaba con “la riega del Ballobal” y con una casa que el hermano del vendedor, Juan de Següenzo, acababa de construir (Archivo Piñán, 1579-12-29).
Algún tiempo después, en 1714, leemos sobre “una vigada de casa de pajar y caballeriza en la casa del Ballobal”, que estaba adosada a la de Bernardo de Martino y Matías Piñán, frente a las cuales había un hórreo compartido entre ellos.
No sé dónde está o estuvo el barrio de El Casar, documentado en 1813, cuando María Díaz de Caldevilla lega a quien la cuidó “el güerto que tengo en el barrio del Casar, según linda con Andrés Díaz de la Caneja” (Archivo Piñán, 1813-01-31).
Y desconozco asimismo la situación de Los Llanos, otro lugar de Soto con casas de morada que aparace individualizado en la documentación. Allí era donde el Comisario de la Inquisicion, don Domingo Piñán de Cueto Luengo, tenía una tierra de un carro de abono en el año 1649 y en donde Juan y Domingo de Mendoza poseían en 1714 una tierra “zerrada sobre sí”, es decir, cercada, que estaba “pegada a la cassa donde bibían” (Archivo Piñán, 1649-04-28 y 1714-09-24 protocolizados por Domingo Piñán y Agustín Piñán respectivamente).
Tampoco sabemos dónde se encontraba la casa que el Arcediano de Villaviciosa, don Pedro Díaz de Oseja, tenía en Soto. Esta noticia está extraída de un embargo que Juan Simón pide que se haga contra la casa de Juan de Palacio, ambos vecinos de Soto. El último se defiende ante el juez del concejo aportando las razones por las que considera improcedente dicho embargo, entre las que se encuentra la siguiente:
“Lo uno porque dicha cassa en que yo al presente bibo fue bendida al Arcediano de Billabiciosa, que guarde Dios, y después el dicho Arcediano me la dio a mí en dote y cassamiento, por obligaciones que debía a Catalina de Vega, mi lexítima muger, y a sus padres”. El documento está datado justo dos años después de la muerte del Arcediano: Archivo Piñán, redactado en nota en 1667-07-27.
Por último, habitado estuvo también el lugar de Cueto Luengo, al que ya nos hemos referido en más ocasiones. Según los documentos Cueto Luengo “confina con el lugar de Soto” y en lo que entonces se llamaba Cueto Luengo se hallaban la Vega de Abadías, la Cuesta de Abadías, el Carrizal de Abadías, La Lomba, la Valleja de la Llateda, El Pumarín, El Ciriedo y Los Cuadros. Allí había también un “prado de la Obra Pía que fundó el doctor Oseja, de buena memoria que Dios aya”. Por allí pasaba “el camino que viene de Abaño” y “la riega que baja de Miraño”. Y en el siglo XVIII el lugar limitaba “de un lado con la presa que viene de Valdelosziegos” o “la pressa que viene del Grandosso”.
Todas estas noticias de los siglos XVI, XVII y XVIII se suman a los cada vez más numerosos sajambriegos que portaban en su nombre la indicación de procedencia “de Cueto Luengo”. El lugar estaba formado por tierras de labor en los siglos XVI, XVII y XVIII y era ya una pradería en el siglo XIX, por lo que la tradición oral sobre la destrucción de las viviendas del lugar por un argayo que cayó de Beza parece ser medieval. Por otro lado, nombres de lugar tales como El Ciriedo, también documentado como Cerezaledo, El Pumarín o Los Cuadros hablan de un espacio claramente humanizado. Y no digamos nada del topónimo Abadías.
Me pregunto si los bloques rocosos (algunos de considerables dimensiones) que salpican las praderías de Miraño y Cueto Luengo, a los que los antiguos vecinos de Soto aluden con expresiones como “un prado con su pedazo de roca” o “lugar lleno de peñascos”, son afloraciones naturales o llegaron allí tras el argayo que, según la memoria local, destruyó el antiguo pueblo. Habrá que seguir investigando.
PRÓXIMA ENTRADA (Y ÚLTIMA DE SOTO): la evolución del terrazgo cultivable.
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