Índice: 1. Un
poco de historia previa. 2. Boleras de Sajambre en los documentos anteriores a 1830.
1. Un poco de historia previa
El juego de bolos o de birlos, como era conocido en el pasado (así en el Brocense), hunde sus raíces en la noche de los tiempos. Artefactos encontrados en el Neolítico hacen creer en la existencia de prácticas de puntería
y precisión que serían los antecedentes más remotos de este entretenimiento, con variedades que se multiplicaron sin interrupción desde el antiguo Egipto hasta
tiempos recientes en todas las culturas del Mediterráneo, primero, y de la Europa germánica después, y cuyo denominador común consistía en derribar objetos a
distancia lanzando bolas, que primero fueron de piedra y más tarde de
madera.
Claudine Bouzonnet-Stella y Jacques Stella, Les quilles (1667).
Fuente: Metropolitan Museum of Art.
En España, de oeste a este y de norte a sur, existieron distintas modalidades de juego como muestran las fuentes históricas y etnográficas; y lo mismo podría decirse de una gran parte del Occidente europeo. A nosotros nos interesa el estilo que se extendió por Asturias y norte de León y que, desgraciadamente, ha dejado poco rastro en la documentación antigua. De ahí que cuando aparece alguna evidencia, resulte más valiosa. Sin embargo, aunque sus huellas escritas sean exiguas, no son inexistentes. En las fuentes judiciales puede hallarse algún que otro testimonio y, como se verá en la segunda parte de este artículo, también en otro tipo de registros históricos.
Las variedades del juego en León y en Asturias son consideradas de origen céltico y prerromano por algunos o configuradas a lo largo de la Edad Media por otros. Aquellos que niegan su existencia en el siglo XIII basándose en su ausencia en el
Libro de los juegos de Alfonso X, copiado en Sevilla en el año 1283, se equivocan en su juicio porque esta obra se dedicó a lo que podríamos calificar,
grosso modo, como juegos de mesa y naturalmente los bolos quedan al margen del objeto preferente del tratado alfonsí, que el rey identificó propiamente como libros
del açedrex e tablas e dados, que solían jugarse sentados. No obstante, en el prólogo se mencionan otros juegos a caballo y a pie, en ambos casos de forma sucinta y genérica como se puede comprobar: "
E los otros que se fazen de pie son assí como esgremir, luchar, correr, saltar, echar piedra o dardo, ferir la pellota e otros iuegos de muchas naturas en que usan los omnes los miembros por que sean por ello más rezios e reciban alegría" (f. 1r del
original escurialense). Ese "echar piedra o dardo" es una referencia genérica a todos los juegos del siglo XIII en los que se tiraban o lanzaban piedras, pues está claro que los dardos se lanzan a distancia, y recordemos que, en los birlos, las bolas fueron de piedra durante mucho tiempo y todavía en la Edad Media. No hay duda, por tanto, que el juego de bolos quedó incluído de manera genérica en dicha expresión.
Las menciones documentales del siglo XIV sobre birlos en otras latitudes peninsulares insisten en su práctica en la Edad Media hispana. A partir del XVI se prodigan las alusiones tanto en documentos, como en fuentes literarias, lo que ha hecho afirmar a algunos autores que es entonces cuando se difunde verdaderamente en España el juego de bolos o birlos (1). Sin embargo, yo me pregunto hasta qué punto esta percepción no será falsa porque con anterioridad a 1500 las fuentes escritas son numéricamente muy inferiores a las conservadas con posterioridad al siglo XVI. Por eso, al aumentar el número y la variedad de fuentes escritas en la alta Edad Moderna, aumenta también el número de hallazgos documentales sobre el juego de bolos. Esto me parece significativo y debiera hacernos relativizar las afirmaciones negativas que se han formulado sobre la Edad Media para nuestro país.
En esta primera parte de mi artículo voy a referirme a los tres casos más antiguos que conocemos en lo que fue el territorio del antiguo Reino de León que corresponden, en este caso, a Asturias y a la provincia de León, si bien mucho más tarde, ya a finales del siglo XVIII hay algún otro caso en tierras salmantinas. El primer testimonio histórico es ovetense, data del año 1495 y ha sido ampliamente repetido desde que se diera a conocer. El segundo es leonés, ha permanecido inédito hasta el momento y está fechado en el año 1549. El tercero también es inédito, vuelve a ser asturiano y está datado en el año 1554. Como se ve, los tres son muy cercanos cronológica y geográficamente. Ninguno de ellos informa sobre modalidades técnicas concretas que puedan distinguirse en la actualidad, pero sí sobre su existencia y difusión, sobre costumbres relacionadas con el juego o su ubicación en el espacio urbano y sobre aspectos sociales y hasta económicos de dicho entretenimiento.
1495, Oviedo. Se ha transmitido en una querella interpuesta por Alonso de Quintanilla,
contador mayor de los Reyes Católicos, contra Nuño Bernaldo el 17 de julio de 1495 por un agravio acaecido durante una partida de bolos que se había jugado en el campo de San Francisco. La noticia fue dada a conocer por Uría Ríu en 1949 y completada en el año 2000 por Ruiz Alonso (2). El ultraje que terminó ante la justicia se describe en el documento: "Estando un día del mes de abrill deste anno de nouenta e çinco en las octavas de Pascua, estando en el campo de San Françisco, que es fuera de la çibdad de Oviedo, que es çerca del monesterio de Santa Clara, mirando cómo Nunno Bernaldo... jugando a los byrlos que dixo el dicho Nunno Bernaldo que avía meado por las armas de Alonso de Quintanilla" (3). En este testimonio consta que apostaban vino y cabritos en las partidas, y se observa algo que sigue constatándose en la documentación posterior: jugaban juntos nobles y plebeyos.
1549, Ponferrada. Una
cincuentena de años después del conocido documento ovetense, en 1549 sucedió otro altercado que terminó en pleito criminal cuando “un día domingo, que se contaran doze días del mes de
mayo del dicho año, estando ellos jugando los bolos en cuerpo y
sin espadas algunas, en el camino real quanto ha de Las Heras de la dicha villa
para La Cruz, extramuros della...” (4). Como en el caso anterior, la partida se juega fuera de las murallas de la ciudad, pero a juzgar por lo sucedido, dicho emplazamiento no debía quedar
muy lejos del convento de San Agustín. La única puerta que queda en pie de lo que fue la muralla medieval de Ponferrada se conoce hoy como el Arco de las Heras, tras el cual se encuentra la plaza del Ayuntamiento, lugar en el que se localizaba antiguamente el convento de San Agustín. Así que uno de los lugares donde los ponferradinos del siglo XVI jugaban a los bolos debía estar bastante cerca de dicha puerta.
Lo que sucedió fue lo siguiente. Tras
personarse en la partida Cristóbal de León, su criado Pedro Doria y otros vecinos,
todos armados, algunos jugadores les increparon diciéndoles que “qué avían
de hazer armados de diversas armas, espadas, broqueles y cascos e piedras e
cotas de malla”. La reacción de los aludidos consistió en agredir a Pedro
Arias, cuando este estaba “andando en el exerziçio del dicho juego,
avaxándose a tomar un bolo, el dicho Antonio Hernández, haziendo lo
que le avía mandado el dicho Christóval de León, le tirara con una gran
pedrada, con la qual le diera en las espaldas alevosamente”. Tras la
pedrada llegaron los golpes y cuchilladas con las espadas: “e una le açertara
en las espaldas de que le ronpiera cuero e carne e le avía salido mucha sangre”.
El documento narra cómo el tal Pedro Arias se salvó de una muerte segura gracias a la concurrencia de gente que asistía a la partida, lo que le permitió huir y refugiarse en el convento de San Agustín.
Como dijimos, al igual que en el caso ovetense de 1495, la partida se celebraba extramuros y había en ella una gran cantidad de gente, es decir, era un juego al gusto de la población y con amplia difusión social, lo que indica tradición. Como en 1495, entre jugadores y asistentes se entremezclaban los diferentes estamentos sociales, motivo de conflictos en uno y en otro caso.
1554, Colloto (Oviedo). Poco
después de aquella infausta partida en Ponferrada se documenta otra en Santa
Eulalia de Colloto, en Oviedo, donde vemos cómo los habitantes del lugar
jugaban en este caso junto a las tabernas, apostaban y eran los taberneros los que guardaban
los bolos.
La información procede de otro
pleito, ahora contra Juan de Cimadevilla, vecino de Oviedo, por ruidos y alborotos en su taberna a causa de los que jugaban a las cartas y a los bolos y
por permitir apuestas “a dos reales de fruta y vino”. Es muy interesante desde una perspectiva económica el descargo de culpas que se argumenta sobre las cantidades apostadas. Se acusa también a María de
Mercado porque “siendo la tavernera pública, en su casa avía dado naypes
y bolos para jugar”. Al formularse la primera acusación se especifica que
“avía en frequençia juego de naypes e volos e otros géneros de
juegos e visto el daño e ayuntamiento de gentes e gastos e ruydos que suçedían
por los taverneros de naypes e birlos y avía estado dentro de la
taverna de Juan de Cimadevilla, en anocheciendo, mucha gente jugando a los
naypes e junto a la casa, otros a los volos...” (5).
Según la acusación, ambos
contravenían una real provisión sobre los juegos en las tabernas y además
estaban amancebados. De esto último se defienden argumentando falsedad y mala
intención porque Juan de Cimadevilla tenía más de 60 años y María de Mercado
más de 75. Seguramente y como era habitual en la época, María de Mercado sería
viuda y habría heredado de su marido la taberna local.
La real provisión que se menciona
debió ser una de las muchas órdenes destinadas a evitar los alborotos y
pendencias que este tipo de reuniones sociales traían consigo, especialmente el
juego de cartas. Ya vimos hace tiempo en este mismo blog cómo en la Nochevieja
de 1670, a causa de una partida de naipes en Oseja, un hijo de Tomás Díaz de la Caneja,
llamado Pedro, había dado muerte a navajazos a su primo, Toribio Díaz, quien lo
perdonó in articulo mortis, siendo desterrado del concejo el matador. Los
casos anteriores de 1495 y 1549 son ejemplo de las disputas y problemas que podía
acarrear una partida de bolos. Pero a diferencia de ellos, ahora observamos la ubicación de las boleras en el interior de la población y en la proximidad de las tabernas. La concurrencia seguía siendo nutrida.
Aunque esta actividad lúdica no
haya quedado suficientemente reflejada en los documentos del pasado, es obvio que siguió
practicándose sin interrupción y en abundancia en Asturias y en León, por lo que Jovellanos aludió a su práctica en varios de sus escritos, como en la Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas y sobre su origen en España, de 1790, y dejó escrito que “en
la mayoría de los pueblos y lugares de Asturias hay siempre una bolera que es
el sitio en donde se reúnen y juegan los vecinos”. Esto también es válido
para Sajambre.
2. Boleras de Sajambre en los documentos anteriores a
1830
Otra manera de documentar el
juego de bolos consiste en rastrear pacientemente las delimitaciones de propiedades en contratos, transacciones y negocios diversos transmitidos en la documentación notarial porque, de existir, las boleras podían utilizarse como referentes espaciales. Utilizo como fuente para esta segunda parte la documentación notarial sajambriega de los escribanos públicos Gonzalo y Agustín Piñán de Cueto Luengo, José Díaz de Caldevilla y Juan Bautista Piñán.
Lo lógico sería pensar que todos o la gran mayoría de los pueblos de Sajambre
tuvieron boleras en la Edad Moderna y, desde luego, en la época de Jovellanos.
Incluso en el siglo XIX y principios del XX se jugaba a los bolos en las
majadas de todos los valles de Picos de Europa, práctica que sospecho más
antigua. No obstante, en los documentos sajambriegos conservados de los siglos
XVI, XVII, XVIII e inicios del XIX solo he encontrado boleras en Oseja y en Vierdes.
1675, 1703, Oseja (barrio de
Las Cortes). En el barrio de Las Cortes quedó el topónimo Huerta de la
Bolera porque en dicho lugar se situó una de las boleras de la localidad, que se documenta en 1675. Esto no quiere decir que no pudiera ser anterior. En realidad, debió
serlo. Lo que quiere decir es que en tal fecha aparece por primera vez en un
registro escrito.
Ahora bien, en ninguno de los
documentos anteriores a 1830 aparece el topónimo Huerta de la Bolera tal y como
existe en la actualidad. Lo que aparece es una casa o un hórreo que lindan con
la bolera, con el camino de la bolera, etc. Es decir, la bolera del barrio de Las
Cortes se usa como referente espacial para situar propiedades. Esto significa
que dicha bolera estaba en uso.
La noticia de 1675 procede del
inventario de bienes de María de Cabrero, viuda de Pedro Díez de Viya,
efectuado el 10 de septiembre. En él se dice que su casa de morada se situaba
en el barrio de Las Cortes junto a los hórreos de Juan y José Bermejo, junto a la
casa de los Acevedo y junto “al camino de la bolera”.
Este camino de la bolera debía
ser el mismo que conducía a los molinos de Carunde desde dicho barrio, ya que
así aparece varias veces (1693, 1703, 1705, 1706) en documentos relativos a la
casa más antigua de los Acevedo. La casa familiar de los Acevedo Villarroel (espero dedicarles un artículo en otra ocasión, sobre todo a los que salieron de Sajambre) o casa
vieja se dividió en 1693 en cuatro partes: una pertenecía a Pedro de
Acevedo y sus herederos, la segunda era de Gregorio de Acevedo y sus herederos,
la tercera de María de Acevedo y de su marido, José Alonso, y la cuarta
correspondió a Ana de Acevedo y a su marido, Agustín de Vega. Todo lindaba con
la bolera y “con los caminos que van a los molinos de Carunde por
bajo y por arriba”.
Por esta razón, en el testamento
de Pedro de Acevedo fechado en 1703 se identifica su vivienda como “la
media casa de la bolera que se compone de caballeriça y pajar,
bodega y portal que se partió con Juan Bermejo, y dicha casa y bodega es
la parte de abajo y linda con casa y bodega de Roque Bermejo y con el camino
real que ba a los molinos de Carunde”.
En consecuencia, en el siglo XVII la bolera del barrio de Las Cortes y del adyacente barrio del Valleyo, que eran entonces, como saben bien los lectores de este blog, los emplazamientos más poblados de la villa, se situaba en medio del caserío y al borde de un camino. No era la vía principal de acceso a la localidad o camino real, como en el caso de Ponferrada, pero esta es una coincidencia que se observa en varios de los casos más antiguos.
1812, Vierdes. En un documento de cargo y data relativo a la
actividad de Pedro Simón, vecino de Vierdes, durante la tutela de sus
sobrinos menores de edad, escriturado el 2 de diciembre de 1812, en plena guerra contra los franceses, se incluyó “la
huerta de la volera sita en este lugar, cerrada sobre sí, palmiento
como dos carros y medio de abono, tasada en seiszientos y cinquenta reales”.
Aquí “la bolera” vuelve a ser un
referente espacial porque se escribe con minúscula, cuando a lo largo de todo
el documento el escribano pone mayúsculas en los topónimos. No debe extrañar a
nadie que hubiera huertas en medio de las aldeas, ya que la unidad de
poblamiento sajambriego fue la de casa-hórreo-huerta, estando la última a menudo
junto a las casas o en su parte trasera. Todavía quedan viviendas con esta
disposición en el centro de las poblaciones del valle.
Este Pedro pertenecía a la única
familia apellidada Simón que existió en Vierdes en el siglo XIX, por lo que, si
todavía quedan personas llamadas así con este origen, serán sus descendientes o
de su hermano difunto, Matías Simón, ya que un tercer hermano, de nombre
Toribio, se hallaba entonces prisionero en Francia al haber sido apresado en el
sitio de Astorga (tendría que dedicar otro artículo a los héroes sajambriegos que fueron enviados a defender la ciudad de Astorga de los franceses). Pedro tuvo por hijos a Joaquín, Modesto e Isidoro.
Nada más indica el documento
sobre la bolera de Vierdes, pero posiblemente fue la misma que la que hoy existe en el centro de la localidad.
1827, Oseja (barrio de
Caldevilla). En la actualidad, la única bolera de Oseja se localiza en el barrio
de Caldevilla, junto a la cabecera de la iglesia parroquial por un lado y
frente a la Casa Piñán por otro, en lo alto del muro de contención que se
construyó al edificarse la iglesia a mediados del siglo XIX, siendo inaugurada en el
año 1855.
En esta imagen de Google Maps se ve el muro de contención que rodea la iglesia de Oseja.
Los árboles de la derecha ocultan la bolera actual.
No sabemos con exactitud cuánto
tiempo le llevó al obispo de Oviedo, Ignacio Díaz-Caneja y Sosa, construir la
actual iglesia parroquial de Oseja y remodelar todo su entorno, aunque estoy
convencida de que todo el proceso se podría detallar rastreando los planos y los
documentos que deben conservarse, probablemente, en Oviedo. Si partimos de la creencia popular de que don Ignacio acometió la obra
cuando ya era obispo, para lo que fue nombrado en 1848, habría que considerar que la nueva
fábrica de la iglesia, el pórtico, el cementerio,
el cercado del recinto y los muros de contención del perímetro por los lados
del cementerio, de la bolera, del camino y de La Cortina debieron hacerse en esos siete años como marco cronológico general. En cambio, la noticia de una
bolera en el barrio de Caldevilla es anterior a esa obra, en concreto de 1827, por lo que antes de los trabajos efectuados en la iglesia y en sus aledaños ya existía una bolera en Caldevilla. Pero, ¿dónde estaría entonces esa bolera?
En el inventario de bienes de José Rodríguez se describe una de sus propiedades de la siguiente forma: “En la casa de avitación de el padre del difunto, donde al presente vive su hermano, Santiago Rodríguez, en el barrio de Caldevilla, a la parte que de ella pertenece a la volera y hacia la de don Juan Piñán, tiene este difunto 80 reales de vellón”. Esta bolera es, de nuevo, un referente espacial para identificar la parte de una casa orientada hacia dicho lugar. También es un referente espacial la “casa de don Juan Piñán”, que corresponde a la casa palacio de los Piñán de Cueto Luengo. Por tanto, la propiedad de los Rodríguez se encontraba en Caldevilla, cerca de la Casa Piñán y cerca de una bolera que estaba en uso. Por exigencias del juego, el lugar tenía que ser forzosamente llano y despejado, y sabemos que entre la iglesia y la Casa Piñán pasaba el camino real que procedía del Puerto de Pontón y que al lado del palacio de los Piñán había más caserío, con hórreos y con huertas. ¿Dónde se ubicaría exactamente aquella antigua bolera?
En la documentación conservada de
la Edad Moderna no se mencionan accidentes geográficos en el entorno de la
iglesia, aunque relacionado con ello
debe estar el “allizaze petrinia” del documento que delimita el coto del “monasterio” altomedieval de Santa María de Oselia. Un
alizace es una hoya, foso o barranca y el epíteto petrinia especifica su
carácter rocoso. Antes de la remodelación del siglo XIX existió una depresión o corte natural en el terreno, con roca o pared de piedra, que más tarde se aseguró con muros de contención, bajo la cual debió construirse el templo primitivo de Santa
María de Oseya. Lo que está claro es que el actual muro de contención, sobre el
que está la bolera, es del siglo XIX y que lo que hoy es el pórtico que rodea toda
la iglesia fue aplanado y cercado en la misma época. También son de ese tiempo los restantes lienzos de muro, casi siempre de contención. De manera que la fisonomía del terreno antes
de 1848 debió ser similar a la actual, con la iglesia situada en un nivel más bajo que el del resto del caserío de Caldevilla y en un lugar rodeado, al menos en tres de sus lados, por tajos
rocosos naturales, en cuyo centro se edificó la iglesia prerrománica y en 1621-1636 la capilla funeraria de Santo Domingo. Entre dicho emplazamiento y el caserío documentado discurría el tramo del camino real que bajaba del Puerto de Pontón. Así que la antigua bolera de Caldevilla de 1827 debió ubicarse a un lado de aquel camino, si no en el mismo lugar en el que hoy se halla, no muy lejos de allí. Lo que no sé es si la construcción de la carretera actual a finales del siglo XIX le afectó de algún modo y si entre los cultivadores sajambriegos del juego tradicional de los bolos se ha transmitido algún tipo de memoria al respecto.
La mucha población que tuvo Sajambre con anterioridad a mediados del siglo XX y Oseja en particular, explican la existencia de dos boleras en momentos concretos, sobre todo considerando la distancia que existe entre los barrios de Caldevilla y de Las Cortes. Los dos eran también lugares muy poblados, junto con el barrio de Quintana, del que no se tiene noticia de bolera propia.
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NOTAS
(1) J. G. Ruiz Alonso, Estudio de los bolos en Asturias: aspectos histórico-culturales, modalidades, elementos y materiales de juego. Tesis doctoral, Universidad de Granada, 2000, pp. 53-58.
(2) J. G. Ruiz Alonso, Estudio de los bolos en Asturias, pp. 66-67.
(3) Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, núm. 10.
(4) Archivo de la Real
Chancillería de Valladolid, Reg. Ejecutorias, 707, 13, ff. 1r-2v.
(5) Archivo de la Real
Chancillería de Valladolid, Reg. Ejecutorias, 823, 21, ff. 1r-3r.