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domingo, 26 de febrero de 2012

LA ANTIGUA ADVOCACIÓN DEL SAN JULIÁN DE SOTO DE SAJAMBRE, SU FESTIVIDAD, SU FUNCIÓN Y SU ORIGEN

Ruinas de la capilla de San Julián en El Piquero (Soto de Sajambre).

Sabíamos del culto a San Julián en Soto y hoy sabemos de su amplia devoción local en el siglo XVII. Se sospechaba su antiguo emplazamiento en El Piquero y hoy podemos confirmarlo gracias a los documentos de la Casa Piñán. Entre las ruinas de la capilla y las descripciones documentales podemos decir que combinaba la piedra, la madera, la teja y los elementos vegetales como materiales de construcción. Poco antes de 1925 todavía se conocía la piedra de su altar, que fue reutilizada en una construcción rústica del lugar.

Pero aún nos quedan cosas por saber. Por ejemplo, todavía no sabemos cuándo se fundó, ni la mayoría de la gente sabe a qué San Julián de los muchos que existen en el santoral católico estaba dedicada.  

Dado que la fiesta del San Julián venerado en Soto era el 7 de enero, hay que afirmar que la advocación de dicho templo era la de San Julián el Hospitalario.  

Esta información nos los proporciona una carta de perdón fechada en Oseja, el 20 de enero de 1719, en la que se dice que el 8 de enero de dicho año, José González, vecino de Oseja, presentó una querella ante Pedro Piñán, juez ordinario del lugar, contra varios mozos de Oseja “por malos tratamientos y otras cosas” que le habían hecho viniendo de la romería de San Julián que se celebraba en Soto de Sajambre:

El origen de dicha querella abía sido motibado de la romería de San Julián que se haze en el lugar de Sotto, de dicho concejo, que biniendo de dicha romería fue el mottibo prinzipal de dicha querella, por la mucha conbersazión que en dicha romería hubo” (Archivo de la Casa Piñán, Sección 1, Protocolos, Agustín Piñán de Cueto Luengo, leg.1719, de 20 de enero).

A este San Julián (confesor de origen hispano), del 7 de enero, se le confunde desde la Edad Media con el San Julián (mártir de Antioquía) venerado el 9 de enero (1). Pero la fiesta del San Julián celebrada en Soto debía ser anterior a la fecha de la querella de 1719 (8 de enero) o como mucho de ese mismo día, de manera que, según el santoral católico de comienzos del siglo XVIII, sólo es posible la advocación del San Julián llamado Hospitalario. Además, en su monografía inédita, Don Moisés Díaz-Caneja también asigna la fecha del 7 de enero a la festividad del San Julián de Soto de Sajambre (2).

Como veremos a continuación, esta advocación resulta interesantísima y tiene un enorme sentido al considerar el emplazamiento del templo y el lugar en el que todavía se conservan sus ruinas.

San Julián el Hospitalario está considerado protector de los caminantes y patrono de los barqueros y posaderos por haberse dedicado a servir a los viajeros, ayudándoles a cruzar un río, y amparándoles y atendiéndoles en una hospedería que llevaba junto a su mujer (3). La historia completa de San Julián el Hospitalario puede leerse en La leyenda dorada de Jacopo da Varazze, escrita en 1264; y José Lorenzo Arribas aporta una cita muy ilustrativa, sacada de uno de los cuentos de Chaucer, que sirve muy bien para mostrar el significado que poseía este santo en la mentalidad medieval. A propósito de uno de sus personajes, dice el autor que aquél “practicaba la hospitalidad generosamente: era el San Julián de la comarca” (4). 

La capilla de El Piquero se adscribió a San Julián porque el templo se hallaba junto al Camino Real que comunicaba la Asturias oriental con la Meseta. Y aunque no exista ningún río caudaloso que cruzar en los alrededores, el santuario se localiza al inicio del dificultoso y peligroso tránsito que suponía la ascensión al puerto de Beza, sobre todo en la época anterior a las reformas camineras del Arcediano. 

Por eso, no resulta nada difícil imaginarse a los antiguos caminantes encomendándose al santo antes de acometer la subida al puerto. Asimismo, es my posible que el templo cumpliera la función de socorrer a los viajeros que acabaran de atravesar el puerto viniendo de Asturias en la época anterior a la fundación de la alberguería de Sahugo (5). 

Por último, ante la pregunta de cuándo se fundó el templo dedicado a San Julián el Hospitalario en las proximidades de Cueto Luengo hay que responder que todavía no lo sabemos. Pero gracias a los documentos de la Casa Piñán podemos afirmar con seguridad que ya existía en el año 1598 (6).  

Hasta aquí lo demostrado y demostrable. Quedan, no obstante, algunas pistas inquietantes y rabiosamente sugerentes.

El San Julián Hospitalario, protector de los caminantes, es uno de los santos (junto con San Cristóbal o San Roque) que se asimilaron al antiguo culto romano a los lares viales y al sinfín de divinidades paganas relacionadas con los caminos (7).   

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NOTAS
(1) El San Julián del 7 de enero y el del 9 de enero se confunden por la identidad onomástica y por el paralelismo de sus vidas. En ambos casos se trata de matrimonios forzados y en ambos casos de matrimonios castos entregados al servicio de los demás. Pero el San Julián, cuya fiesta se celebra el 9 de enero, era el marido de Santa Basilisa, mientras que de la esposa del San Julián llamado Hospitalario se desconoce el nombre. Una aclaración de esta frecuente confusión, que puede observarse en numerosas fuentes, antiguas y modernas, incluidas obras autorizadas y páginas bien fundamentadas de internet (como www.corazones.org), puede leerse en J. Lorenzo Arribas, “San Pedro de la Nave (Zamora). Interpretaciones eruditas y populares sobre el origen de un templo y sus leyendas”, Culturas populares. Revista electrónica 3 (2006), 47 pp., y en el trabajo fundamental de L. L. Cortés y Vázquez, “La leyenda de San Julián el Hospitalario y los caminos de la peregrinación jacobea del Occidente de España”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, VII/1 (1951), pp.56-83.

(2) Moisés Díaz-Caneja Piñán escribió: “hasta hace poco (1925) existió el caserón de la ermita dedicada a San Julián, cuya fiesta se celebraba en Soto el 7 de enero, en el cual se conservan las piedras del altar, las cuales se quitaron para hacer la casa-cuadra antes mencionada, o sea, que está a orillas del camino” (en Apuntes descriptivos y reseña histórica de Soto de Sajambre, manuscrito inédito, p.85).

(3) Julián mató a sus padres y a fin de expiar su culpa “los dos esposos abandonaron el castillo y fuéronse a vivir a un país extraño, fijando su residencia a orillas de un caudaloso río, precisamente en un lugar en el que muchos pasajeros, al intentar cruzarlo, o se morían ahogados, o corrían muy graves peligros de perecer arrastrados por la corriente. Allí edificaron una gran hospedería para alojar gratuitamente a caminantes y pobres que por aquel sitio transitaban y allí se quedaron definitivamente San Julián y su virtuosísima mujer haciendo penitencia y obras de caridad, y ayudando a pasar el río a cuantos tenían necesidad de cruzarlo para ir de una a otra orilla del peligroso cauce”: Santiago de Vorágine, La Leyenda dorada, capítulo XXX.

(4) J. Lorenzo Arribas, “San Pedro de la Nave”, ob.cit., pp.15-16.

(5) Sobre la fundación de la alberguería de Sahugo véase Elena E. Rodríguez Díaz, "La Senda del Arcediano y el Camino del Beyo: nuevos documentos para su historia", Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, n.175 (2010), pp.95-114. [sale publicado en 2012.]

(6) Di a conocer esta noticia en la conferencia impartida en Soto de Sajambre por invitación de la Asociación Félix de Martino que puede leerse on line, en la página de la Asociación a la que lleva el enlace que aparece en la columna de la derecha de este blog.

(7) Veáse por ejemplo N. Santos Yanguas, “El Cristianismo en Asturias en época visigoda”, Tiempo y Sociedad, 5 (2011), p.20 y nota 38; M. Plaza Beltrán, “Culto a los caminos, límites y fronteras: dioses protectores”, Revista de Folcklore, n.344 (2010), pp.39-43. 


P.D.- Este artículo hace el post número 500 de este blog que hace tiempo sobrepasó las 50.000 visitas.

miércoles, 26 de agosto de 2009

SAN JULIÁN DE SOTO DE SAJAMBRE: primeras noticias documentales (1625,1649 y 1714).

Restos que la tradición identifica con la Capilla de San Julián.

Hasta el día de hoy la existencia de una capilla dedicada a San Julián en Soto de Sajambre había perdurado en las fuentes indirectas a menudo confusas, cuando no equívocas, de la memoria y la toponimia. Asimismo, la tradición oral identifica con esta capilla los restos de unos muros caídos pertenecientes a una pequeña habitación, entre cuyo material de derrumbe se aprecian restos de algunas piedras labradas y tejas gruesas mal cocidas, fuera por tosquedad en el procedimiento o por la antigüedad de las piezas. Al no haber mediado estudio arqueológico de tales vestigios, carecemos de información histórica contrastable.

Por lo que hace a las fuentes escritas y a diferencia de otros templos del valle, San Julián no aparece en los registros medievales conocidos: la documentación monástica de los siglos X, XI y XII o la diocesana bajomedieval. Existe, no obstante, un interesante conjunto de documentos inéditos que ilustran la vida de Sajambre en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. En algunos de ellos, empiezan a aparecer pruebas escritas de la existencia de un templo dedicado a San Julián situado al pie de Peña Beza.

1625: La noticia más antigua conocida hasta el momento procede del testamento de Juana de Vega datado en el año 1625:

Item mando al señor San Julián una sábana usada (Oseja, Archivo Piñán, Domingo Piñán de Cueto Luengo 1625-02-22).

1649: En el testamento de la parroquiana de Soto, Gerónima Díaz, viuda de Pedro Díaz de Caldevilla, de 1649, se ordena el siguiente oficio entre las mandas piadosas correspondientes a las misas votivas:

"Una misa al señor San Julián" (Oseja, Archivo Piñán, Domingo Piñán de Cueto Luengo 1649-04-28).
Un prado del Piquero linda con "las costanas [o Costanas] de San Julián que será la sesta parte de un carro de yerba, linda con la fuente El Piquero y Leonardo Garçía" (Ibídem).

1714: Y en un inventario de los bienes que dejó al morir Isabel Díaz de Caldevilla, “moza, soltera, natural del lugar de Soto”, datado en el año 1714, se lee lo siguiente:

Yten un carro de yerba en la vega de Oleñes que linda de un lado con heredad de San Julián y de otro lado con la riega (Oseja de Sajambre, Archivo Piñán, Agustín Piñán de Cueto Luengo, 1714-10-24).

Los documentos consultados hasta el momento atestiguan la existencia del culto a San Julián en el siglo XVII y la existencia de una ermita o capilla de tal advocación a la que los vecinos de Soto, en su modesta economía, donaban enseres domésticos. Se situaba en las proximidades de El Piquero y la mención de 1649 a "las costanas o Costanas de San Julián" nos deja en la incertidumbre de si se estaban refiriendo con ello a algún elemento vegetal que formaba parte del edificio de dicha ermita o capilla, algo muy verosímil.

Sobre lo que conocíamos de San Julián y Cueto Luengo en agosto del año 2010 puede verse la conferencia que impartí en Soto de Sajambre por invitación de la Asociación Félix de Martino, publicada en la página web de esta asociación cultural: http://www.asociacionfelixmartino.es/obra.htm
 

viernes, 14 de septiembre de 2018

MÁS DATOS SOBRE LA ERMITA DE SAN ROQUE DE OSEJA DE SAJAMBRE (SIGLO XVI)


La ermita de San Roque en la década de 1940.
Aunque a este tema ya le dedicamos una entrada en el mes de junio del año 2012, con la edición de dos documentos de 1703, vamos ahora a aportar más información que nos permitirá empezar a delimitar, con apoyo documental, la época en la que se construyó esta ermita.

1.- SOBRE LA FUNDACIÓN


A las afueras de la localidad de Oseja de Sajambre existe una pequeña ermita dedicada a San Roque, justo en la orilla de lo que fue el camino real que hoy se conoce como la Senda del Arcediano. San Roque es el patrón de Oseja y los vecinos celebran una romería en el lugar el 16 de agosto.

No conocemos la fecha exacta de su fundación, pero ya existía entre 1598 y 1600, por lo que su edificación ha de ser anterior a este período. Lo veremos en un instante con mayor detalle, porque antes son necesarias una serie de aclaraciones históricas.

En primer lugar, la construcción de este templo no puede ser anterior a la difusión del culto al santo de Montpellier, sanador y peregrino. Dicho culto se extiende por Europa en los años comprendidos entre 1468 y 1505. En 1508, Francisco de Ávila ya incluye al santo en La vida y la muerte o Vergel de discretos, que dedicó al cardenal Cisneros: San Roque, tan illustrado, / varón de gran penitencia, / patrón y gran abogado / de la fiera pestilencia (1). En el Norte de España, la devoción a San Roque se documenta a partir de la primera mitad del siglo XVI, cronología a la que pertenece -por ejemplo- la capilla del hospital de peregrinos de Llanes, que pasó a llamarse de San Roque en algún momento anterior al año 1541 (2). Según esto, la ermita de Oseja debió fundarse después de 1468 y con más probabilidad en el siglo XVI.

En segundo lugar, en el santoral católico, a San Roque se le considera protector contra la peste y otras enfermedades infecciosas, por lo que con la construcción de ermitas o el cambio de advocación de otras, las gentes buscaban una intercesión milagrosa y la protección del santo ante la amenaza de enfermedad y de muerte, o bien le agradecían el final de una mortandad. Por ejemplo, la importancia de la devoción a San Roque en tiempos de peste se constata en un documento del 10 de junio de 1600, en el que se solicita al rey licencia para escribir a las ciudades y villas de Castilla, con voto en Cortes, a fin de tramitar la canonización de San Roque, considerando los travajos questos reynos han padecido de algunos años a esta parte de la enfermedad de peste, que todavía dura en algunas partes dellos, y las muchas y grandes mercedes que Dios, nuestro Señor, ha hecho librando deste mal por la interçesión del bienaventurado Sant Roque a los que en él se han encomendado (3).

Una de las epidemias de peste más virulentas y mejor conocidas sucedió entre los años 1596 y 1602, razón por la cual el padre Martino propuso este origen cronológico para la ermita de San Roque de Oseja en 1980: "como por otro lado sabemos de la peste de fines del siglo XVI..., resulta muy probable que date de cuando esta peste" (4).

Analicemos la cuestión a la luz de las fuentes conservadas.

La peste bubónica llegó a España en un barco procedente de Flandes que arribó al puerto de Santander el 5 de noviembre de 1596, extendiéndose por los caminos de la costa (Laredo, Castro Urdiales, Ribadesella hacia el Oeste y San Sebastián hacia el Este) en 1597-1598 y por los caminos del interior en 1598-1599, para llegar dicho año a Castilla, Andalucía y la costa mediterránea. El norte cantábrico fue la zona de la Península Ibérica más castigada y solo en Asturias y en la ciudad de Santander, la peste cercenó a las dos terceras partes de la población. En el conjunto de aquella España de poco más de 8 millones de almas, se cree que perdieron la vida de 500.000 a 600.000 personas (5). En Asturias, los peores años fueron 1598 y 1599, siendo 1599 el año en el que la peste atlántica azotó la Península con mayor intensidad.
 
El 14 de agosto de 1598 la peste de landres ya campaba a sus anchas por las tierras de la Montaña Oriental leonesa, como sabemos por Prioro (6), y continuaba activa en 1599, como sabemos por  Burón. Y aunque en el año 1602 la infección empezó a remitir, todavía existieron muertes y rebrotes en diferentes lugares de España.

En Sajambre, sabemos que la familia Piñán, entonces residente en el pueblo de Soto, perdió a 7 de sus miembros, además de un criado. Las víctimas fueron Pedro Piñán y su mujer, María Sánchez; Juan Piñán y su mujer, Inés de Mendoza; tres hijos de este último matrimonio, uno muy pequeño; y un criado de la familia, llamado Juan. Pedro y Juan Piñán fueron hermanos del Gonzalo Piñán (m.1624) que fue, a su vez, padre de Domingo Piñán de Cueto Luengo, cura de Oseja y Soto, comisario de la Inquisición y constructor del palacio de Oseja. En total, la peste se llevó a ocho personas de una misma casa, por lo que podemos imaginar fácilmente la magnitud que debió alcanzar la mortandad en el valle. 


2.- LAS NOTICIAS DOCUMENTALES SOBRE LA ERMITA DE SAN ROQUE


El documento más antiguo que menciona el San Roque sajambriego no está fechado, pero por su contenido y su escritura tuvo que hacerse entre 1598 y 1600, como vamos a ver a continuación.  

Se trata de unos apuntes contables que el Gonzalo Piñán citado hizo en varias hojas y cuartillas cosidas entre sí, en las que consignó diversos asuntos de carácter económico. Allí se menciona una misa en San Roque a pan, vino y cera entre las deudas contraídas a causa de la celebración de los funerales de sus hermanos Pedro y Juan Piñán. 

Entre las cuartillas hay un recibo del cura de Oseja y Soto, a la sazón Juan González de Prada, fechado el 29 de enero de 1602, en el que se da por satisfecho del pago de los oficios fúnebres de los Piñanes fallecidos. Esto nos proporciona una fecha ante quem. De otro lado, sabemos que el 4 de mayo de 1598 los hermanos de Gonzalo Piñán y su cuñada Inés todavía estaban vivos, de donde obtenemos una referencia post quem. Por último, también se conserva un documento del 8 de diciembre de 1600, en el que se habla de Pedro Piñán y de Juan Piñán como difuntos.

Por tanto, los apuntes contables que nos interesan fueron escritos después del 4 de mayo de 1598 y no más allá del 29 de enero de 1602. Pero, en concreto, la anotación sobre San Roque ha de ser anterior al 8 de diciembre de 1600, fecha en la que Pedro y Juan Piñán ya habían muerto. Es decir, nos estamos moviendo en los años en los que la peste atlántica estaba azotando la comarca. Y para entonces, la ermita de San Roque de Oseja ya existía. 

Gracias a estos documentos, podemos descartar que los sajambriegos construyeran la capilla de Oseja para agradecer al santo de Montpellier el final de la peste, al contrario de lo sucedido en Las Rozas, lugar del vecino concejo de Cangas de Onís, cuyos habitantes se comprometieron por escrito en 1599 a construir una capilla dedicada a San Roque si el santo les liberaba de la infección bubónica que sufrían (7), cosa que hicieron cuando finalizó el contagio. En cambio, en Sajambre, ya existía una ermita con esta advocación antes de que se terminara la peste, lo que significa que el San Roque de Oseja se fundó con seguridad antes de finales del año 1600 y con probabilidad antes de 1599, época en la que pudieron fallecer Pedro y Juan Piñán por haber sido el año de mayor intensidad de la peste en España y en los alrededores de Sajambre (Asturias, Liébana, Burón).

¿Levantarían los sajambriegos la ermita de San Roque hacia 1596-1597, justo antes de la llegada del mal, cuando ya había gente muriendo en la vecina Cantabria? Lo desconocemos por el momento. Pero no debemos olvidar que el culto a San Roque en la región está documentado antes de la peste de 1596 (en Llanes, antes de 1541). 

En consecuencia, según el estado actual de la investigación, se abre una doble posibilidad:  1ª) Que la ermita de San Roque de Oseja se construyera antes de 1596 (durante la peste de 1582-1583 o de alguna epidemia previa).  2ª) Que se hiciera en los primeros momentos de la peste atlántica (1596-1597). 

El siguiente testimonio documental que conocemos sobre San Roque fue hecho el 6 de noviembre de 1611

En el lugar de Soto de Sajambre, a seis de noviembre de el año de mil y seiscientos y onze años, declararon ante mí, Sebastián Fernández, clérigo vicario del lugar de Osexa y Soto, y juez de comisión por el arcediano de Mayorga y visitador general para ello en su destrito de arzedianazgo, para tomar las quentas de la ermita de San Roque y San Julián. Nota dorsal: Memoria de lo que se respondió que era del señor San Roque

Lo que sucede es que de esta visita pastoral solo conservamos una hoja suelta en el Archivo de la Casa Piñán, que no alcanza a incluir las propiedades de San Roque, sino tan solo las de San Julián de Soto.

En 1613 situaba el padre Martino la plantación de nogales en el término de San Roque por parte del Arcediano (8). 

Don Pedro Díaz de Oseja vuelve a referirse a San Roque, ahora a la devoción, cuando escribe a Domingo Piñán de Cueto Luengo desde Roma, en el mes de junio de 1622, anunciando un jubileo: Anuncio un jubileo para el señor San Roque (9). A partir de este momento, las misas votivas a San Roque aparecen de forma constante en la mayoría de los testamentos sajambriegos de los siglos XVII, XVIII y XIX, sobre todo de los vecinos de Oseja.

Desde 1700 la iglesia poseyó la doble advocación de ermita de San Roque y Nuestra Señora de Belén, culto que se mantuvo hasta 1828 por lo menos, como vimos en un post del año 2010

Nos preguntábamos entonces si la imagen de la que hablaban los documentos fue una pintura o una talla. El testamento de Polonia Piñán, de 1717, parece dar a entender que podría haberse tratado de una escultura:

Yten mando que en biendiéndose la mi baca llamada Pejana, que lo que saliesse de ella, en mercado o fuera de él, se dé a la Birgen de Belén, empleándolo en alguna cossa para su adorno y decencia (Testamento de Polonia Piñán, Oseja, 1717).

Lo que no sabemos es si dicha escultura o talla de madera pudo haber sido la misma que aparece entre los bienes que el cura Pedro González tenía en su casa de Oseja en 1711: 

Una imagen de bulto redondo de Nuestra Señora de Belén (Inventario post mortem de Pedro González, cura de Oseja y Soto, 1711).

¿Por qué se perdió la advocación de la Virgen de Belén? No lo sabemos. Pero la devoción a San Roque en Sajambre fue claramente mayor que la de la Virgen madre. Quizás, con el tiempo, eso se convirtiera en una razón determinante. No obstante, en la ermita de Oseja todavía se conserva una vieja pintura con la representación de la Virgen y el Niño.

3.- LAS PROPIEDADES 


En los deslindes de fincas se mencionan pocas veces los prados y tierras pertenecientes a San Roque, cuyas propiedades no debieron ser muchas en los siglos XVII y XVIII. He aquí un par de ejemplos:

Y más os vendo palmiento de otro carro de yerba, so la misma cuesta, que linda con heredad de San Roque y con prado de vos, la compradora, y por la parte de abajo con la cañada que va para Pontón (Carta de venta, Oseja, 1657).

Una propiedad de Antonio Díaz de Coco en Sobre Quintana lindaba con tierra de Nuestra Señora de Belén (Catastro de Ensenada, año 1752, AMO, Lib. 1, f.118r).

De 1810 se conserva una relación de bienes que muestra, efectivamente, las escasas propiedades de dicho templo:

Vienes del Santuario de Sant Roque y Nuestra Señora de Belén.
Un carro de yerba en el sitio del Bao, linda con prado de Agustín Alonso y matas que le rodean.
Medio carro de yerba en Los Pontigos, linda con el camino de Los Pontigos y con prado de Don Marcos Balbuena.
Yten medio en Cardal, linda por dos partes con Josef Calbo.
Yten un celemín de sembradura en La Redondiella, linda con María de la Puente y Phelipa Mendoza.
Yten otro celemín en Mato, linda con Juan Manuel González y Manuel Díaz de Osexa.
Yten medio en la ería de Cubilones, linda con Josef Alonso y herederos de Manuel Piñán y camino real.
Yten dos en Las Cortinas Viejas, (do) dicen La Corrada, linda con Calbo y viuda de Clemente Acevedo.
Yten uno en Palacio, linda con Canexa, el regidor, y Francisco Piñán.
Yten uno en Nobenas, linda con Francisco González y cerradura.
Yten medio en Palacio, linda con Josefa Piñán y con Fernando Acevedo.
Yten uno en La Palomera, linda con Acevedo y el regidor Canexa.
Yten uno en Barrial, linda con Manuel Canexa y herederos de Manuel Barales.
Yten medio en Camín de los Rocinos, linda con Fausto Bega y el Francisco Piñán.
Yten uno en La Calleja de Sobrequintana, linda con la bereda y ribas.  

4.- LA TITULARIDAD 


La ermita de San Roque siempre perteneció al pueblo de Oseja, razón por la cual todo lo relativo a dicho templo se decidía en la asamblea vecinal.

No se conoce la existencia de mayordomo antes del siglo XX, a diferencia de lo sucedido con la ermita de San Julián de Soto, cuyo primer mayordomo documentado fue el Gonzalo Piñán, padre del comisario. 

5.- SOBRE LA REFORMA DE 1703 


En el año 1703 se lleva a cabo una reforma de la ermita y del pórtico de San Roque por estar indecentes para el adorno del santo, seguramente a causa de algún mandato de los jueces visitadores de la diócesis. Para financiar los gastos, los vecinos de Oseja se vieron obligados a vender una propiedad y a empeñar otra. Pueden leerse los documentos en el post del año 2012

De la obra se encargaron Antonio García, Juan del Puerto y Pedro Ribero, que procedían del concejo de Llanes y que, en aquel mismo año de 1703, trasladaron y reconstruyeron la ermita de San Pelayo de Pio. Pero a diferencia de este último caso, los registros conservados no dicen nada sobre las reformas arquitectónicas que se hicieron, más allá de especificar la presencia del pórtico, que también pudo tener la ermita primitiva.

Desconocemos si la fábrica actual es la misma que la de 1703, excepción hecha de algunas pequeñas modificaciones que se hicieron en el siglo XX (apertura de vanos). Pero a juzgar por cómo afecta el avance de la sedimentación del terreno a los muros de la ermita, habiendo invadido ya una de las ventanas, hay que suponerle una cierta antigüedad.   

En cualquier caso, dada su sencillez, la estructura básica del templo debe ser la misma que la de 1703 y, posiblemente, también de la iglesia anterior: una capilla pequeña, de una sola nave, con una puerta en arco de medio punto y pórtico cubierto, sustentado por estrechos pilares de madera a uso de la tierra. La gran puerta en arco encaja en la cronología de 1703, pero no estaría presente en la iglesia del siglo XVI con seguridad. La cubrición a tres aguas del atrio podría ser una de las mejoras del año 1703, ya que la imagino más humilde en sus orígenes.  

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NOTAS

(1) Edición de Pedro M. Cátedra, Universidad Pontificia de Salamanca, 2000, p.295.
(2) J. I. Santos Rodríguez, El hospital de peregrinos y el culto a San Roque en la villa de Llanes, tesis doctoral, Universidad de Oviedo, 2013, pp. 97, 111-117. 
(3) Archivo General de Simancas, Patronato Real, Cortes de Castilla, Leg. 85, doc. n.495.
(4)  E. Martino, La Montaña de Valdeburón, Madrid, 1980, p.129.
(5) B. Benassar et alii, Historia Moderna, Akal Textos, Madrid, 2005 (5ª ed.), p.291.
(6) En el año 2006, Pedro Gómez Gómez publicaba su lectura de un Libro de difuntos de la villa de Prioro, iniciado en 1597, donde se registraron los fallecidos en dicho lugar a causa de la peste de 1598, ver P. Gómez Gómez, La lucha secular por la supervivencia en la Montaña de Riaño, Universidad de Oviedo, 2006, pp.251-261.
(7) F. J. Rozada Martínez, "Un notario-tallista y la devoción a San Roque en Las Rozas", artículo en el diario asturiano La Nueva España, del jueves 15 de agosto de 2013.
(8) E. Martino, Hombres de Sajambre (Leyenda de los dos hermanos),  Diputación Provincial, León, 1987, p.25.
(9) E. E. Rodríguez Díaz, “Autógrafos de Pedro Díaz de Oseja, arcediano de Villaviciosa (1621-1665), en el Archivo de la Casa Piñán”, Boletín de Letras del Real Instituto de Estudios Asturianos, n.185-186 (2015), n.2. 

domingo, 22 de julio de 2018

EL TRASLADO DE LA ERMITA DE SAN PELAYO DE PIO EN 1703


En el año 1703, los vecinos de Pio y de Oseja rehicieron las ermitas de San Roque y de San Pelayo, seguramente como resultado de las inspecciones que se efectuaban en las visitas parroquiales. Cuando los jueces eclesiásticos ordenaban tal cosa, las refacciones tenían que hacerse a costa de los vecinos, retrasándose las obras muchas veces por lo costoso de las empresas. Recordemos que en 1642, el Arcediano se hizo cargo de la reconstrucción de la iglesia de Soto debido a su estado ruinoso.

En 1672, los vecinos de Valdeón hicieron lo mismo con la ermita de Corona, en este caso siguiendo el modelo de la ermita del Rosario, de Soto de Valdeón. En el contrato de trabajo que se conserva en el Archivo Histórico Provincial de León se describe pormenorizadamente la obra que debía hacerse. El nivel de detalle de la descripción es minucioso, por lo que un estudio detallado de dicho documento proporcionaría un retrato “casi fotográfico” de la estructura arquitectónica que tenía la ermita de Corona en el siglo XVII.

También se conservan los contratos de trabajo para la refacción de las ermitas de San Roque y San Pelayo, ahora en el Archivo de la Casa Piñán. Pero, por desgracia, las descripciones no son tan exhaustivas como el caso de Corona. De todas formas, ambos documentos son muy interesantes y, aunque ninguno de los dos es totalmente desconocido, ya que se incluyeron en el catálogo de La Montaña de Valdeburón (1980), en aquella ocasión no se llegaron a editar, por lo que vamos a hacerlo nosotros ahora, empezando por el caso de la ermita de San Pelayo. 

El documento que editamos dice expresamente que la reconstrucción de la ermita de San Pelayo debía respetar la fábrica antigua, sin alterar ni innovar nada de dicho edificio. Pero lo más interesante de todo es que aprovecharon esta reconstrucción para cambiar la ermita de sitio, desplazando su localización al pueblo de Pio, en concreto, a un emplazamiento nuevo acordado por los vecinos. Lo que no dice el documento es dónde se hallaba la ermita con anterioridad a 1703.

En la actualidad, habiendo desaparecido totalmente dicho templo, los vecinos de Pio solo recuerdan la localización más reciente, es decir, la posterior al traslado de 1703. Al intentar ubicar edificios antiguos en los pueblos sajambriegos, como es el caso, ha de tenerse presente que, pese a la crisis general del reino, todo el siglo XVII fue una época de aumento demográfico en Sajambre y lo que hoy es Soto, Oseja o Pio estaban mucho más poblados y urbanizados que en la actualidad e, incluso, mucho más de lo que llegó como realidad al siglo XX. A finales del siglo XVI y en el XVII, en casi todos los pueblos del valle hubo barrios enteros que se despoblaron a lo largo del siglo XVIII. Por eso, hay que considerar que lo que hoy parece estar “a las afueras” de un pueblo, pudo no estarlo en el siglo XVII.

A pesar de la lacónica descripción que ofrece el escribano público, Agustín Piñán, y tras comparar lo que se dice en este contrato con lo que se hace en el de San Roque, parece que la ermita de San Pelayo fue un templo muy sencillo, carente de pórtico, con una sola nave cubierta por bóveda de cañón y con una sola puerta quizás de doble hoja, ya que una mención documental del año 1675 dice que ciertos vecinos de Pio se hallaban a las puertas de la hermita del señor San Pelayo.  Ese plural que aquí se emplea tal vez se refiriera a la doble hoja de la única puerta que se describe en el contrato de 1703.  

La puerta de la ermita poseía un arco de medio punto, que se retrata con la siguiente expresión: su puerte de medio cortezo. Nótese la metafonía asturleonesa en /puerte/ en lugar de /puerta/ y el uso metafórico del término /cortezu/, también asturleonés, para referirse a las dovelas que forman el arco, a modo de “corteza” de dicha puerta.  

La carencia de pórtico de la antigua ermita de San Pelayo se asemeja a lo que sucede en la de San Pedro de Orzales (Ribota) del siglo XV. En cambio, la de San Roque tenía pórtico y es posible que también lo tuviera la de San Julián. Tales pórticos eran atrios cubiertos, a estilo de la tierra, y se sustentaban en pilares de madera (como asimismo sucedía en la iglesia de Soto que se reconstruyó en 1642). En la ermita de San Julián también había sardo en el exterior.

Junto a todos estos elementos arquitectónicos, la ermita de San Pelayo tenía además un campanario para una única campana.

Como es tradición en la zona, los habitantes de Pio se encargaron del acarreto de piedra y madera para la nueva ermita: que los vecinos sean obligados a traerles el reparo, así de cantería, como de carpintería, a dicho lugar de Pio, en donde tienen acordado poner dicha hermita y que dichos acarretos que se hicieren se agan a sus espensas. En este caso, el propio vecindario costeaba la obra, pero cuando Domingo Piñán de Cueto Luengo construyó su palacio y su capilla señorial, también los vecinos de Oseja ayudaron en el acarreto de los materiales, según la costumbre que obligaba a la comunidad vecinal a ayudar a sus miembros en las tareas de construcción.  

El contrato de San Pelayo se establece con Juan de Noriega, maestro de carpintería y vecino del concejo asturiano de Ribadedeva, y con Antonio García Álvarez, maestro de cantería y vecino del concejo de Llanes.  Entre los testigos aparece otro cantero llanisco, llamado Pedro Ribero, que trabajaba con Antonio García. Dos meses más tarde, Antonio y Pedro se harán cargo del trabajo de cantería en la reparación de la ermita de San Roque. Los trabajos de San Pelayo costaron 1.100 reales y 200 maravedís de salario a los operarios. 

DOCUMENTO

1703, agosto, 19. Pio (Sajambre).  
Contrato de trabajo de los vecinos de Pio, reunidos a concejo y presididos por Pedro Fernández, alcalde de la Santa Hermandad, con Antonio García, maestro de cantería, vecino del concejo de Llanes, y con Juan de Noriega, perito de carpintería, vecino del concejo de Ribadedeva, para el traslado y la reconstrucción de la ermita de San Pelayo, estableciéndose las condiciones arquitectónicas que debía tener dicha ermita, el coste de la obra y los salarios. 
Oseja de Sajambre, Archivo de la Casa Piñán, Sección 1, caja 10, leg.1703, s.f.


En el lugar de Pio, concejo de Sajanbre, a diez y nuebe días del mes de agosto, de mil setecientos y tres años, parescieron presentes en tres partes, de la una el señor Pedro Fernández, alcalde de la Santa Hermandad por su magestad, Dios le guarde, Juan de la Puente, Pedro del Collado, Thoribio Mayón, Juan Gargallo, menor, Juan Gargallo, mayor, Pedro del Collado, mayor, Estébano del Collado, Pedro Hidalgo, Pedro y Juan Redondo, hermanos, Pedro Gargallo, Ysidro y Pedro Gargallo, hermanos, Silbestre González, Mathías y Josseph Redondo, hermanos, Pedro Mayón, Pedro Redondo Rojo, Domingo Redondo, Alexo Redondo, todos vecinos de dicho lugar, juntos en la parte y sitio acostunbrado, como lo tienen de costumbre de se juntar para azer y conferir las cosas de la utilidad de la república, a son de canpana tañida, de que yo escribano doi fe aberla oído. Y por los ausentes, güérfanos y viudas prestaron caución de racto, grato e manentte pacto de que estarán y pasan por lo contenido en esta escriptura, so espresa obligación que hicieron de sus personas y bienes, y de los propios y rentas de dicho lugar, mediante son la mayor y más sana parte de los vecinos de dicho lugar, de que yo, escribano, doi fee, y juntos de mancomún, con renunciación de leyes de la mancomunidad como en ellas se contiene.

Y dijeron que mediante se alla con disposición de mudar la hermita del glorioso San Pelayo del sittio donde se alla al dicho lugar de Pio por estar dicha hermita muy deteriorada, todos los referidos unánimes y conformes ajustaron la obra de dicha hermita, de cantería y carpintería, con Juan de Noriega y Anttonio García, maestros del mismo arte, que están presentes y vecinos que dijeron ser del concejo de Llanes dicho Anttonio García, perito de cantería y el dicho Juan de Noriega, de carpintería, del valle de Riba de Deba. Y se obligaron en la forma dicha de reparar dicha hermita // con la deçencia que se requiere, sin alterar ni ynovar según las capitulaciones siguientes.

Primeramente, que los vecinos sean obligados a traerles el reparo, así de cantería, como de carpintería a dicho lugar de Pio, en donde tienen acordado poner dicha hermita y que dichos acarretos que se hicieren se agan a sus espensas.

Y que dicha hermita no a de tener más edificio ni agricultura que la que al presente tiene, que es una bóbeda con los mismos buecos y maçizos, su puerte de medio cortezo y dicha ermita con su canpanario para una canpana con la decencia necesaria. Y el bueco de dicha capilla aya de ser el mismo que tiene, en donde está dicho santuario. Y si se renta la obra, así de un género como de otro, a de ser visto por entrambas partes por personas nonbradas de uno y otro arte, cuya cantidad fue mill cien reales el edificio de ella, la qual quedaron pagar para el dicho día los referidos, apercibirlo y cobrarlo y d(…) cobrará cada uno de dichos maestros a ducientos maravedís de salario, sin embargo de uno y otro quieren se agan las mismas delijencias que se renumeran. Y los dichos maestros se obligaron a lo que dicho es con poder de justicias y renunciación de leyes de su fabor y el dicho lugar la menoridas dél.

Siendo testigos: el licenciado Don Toribio Díaz Prieto, cura de los dichos lugares, y Pedro Ribero, maestro del mismo arte de cantería, vecinos que dijeron ser del concejo de Llanes, y Domingo García, vecino de dicho concejo. A los susodichos y otorgantes yo, escribano, doi fe conozco. Y lo firmaron los que supieron y por los que no, un testigo. Y en fe de ello lo firmé.

Antonio García Álbarez (rúbrica).
Antte mí, Agustín Piñán de Cueto Luengo (rúbrica).