domingo, 14 de octubre de 2012

LA CACÍA DE LAS CASAS SAJAMBRIEGAS ENTRE 1600 Y 1850



Cacía es una palabra de la lengua asturiana que se define en el Diccionariu de l’Academia de la Llingua como conjunto de platos, vasos, cazos, cucharas que hacen el servicio en una casa.  

Vamos a clasificar los preseos domésticos de la cacía por sus materiales, relacionándolos con el nivel económico de quienes los poseyeron, porque los utensilios culinarios fueron elementos de distinción social entre los campesinos y los señores. 

La mayoría de los inventarios de bienes sajambriegos son de una enorme pobreza y sencillez en lo que se refiere a estos objetos, tanto en cantidad como en calidad. El material más nombrado en todos ellos es la madera, siendo los utensilios de palo exclusivos (junto con el hierro) de los hogares más modestos (que eran muchos). 

Los más pobres comen directamente del caldero o del cazo utilizando el pan como plato y como cubierto. En los hogares de nivel intermedio aparece algún plato y alguna escudilla de madera, siempre en número escaso, mientras que el rico utiliza tales recipientes fabricados con palo para uso ordinario, como se especifica en un inventario de la Casa Piñán del 1600: «dos docenas de platos y escodillas de madera, ordinario de casa». 

Madera: cucharas, escudillas, platos, jarros y jarras («dos jarros de azunbre de madera»), vasos («comían por un copito la leche»). Hay que mencionar también en un aparte a la paleta y a la paletilla del horno. 

El cuerno, que debía ser un material aprovechado desde antiguo, se halla escasamente representado en los inventarios de bienes. Nos consta sin embargo su uso tradicional para pequeños vasos, que se documentan como «liaras» en un inventario de 1809. Pudiera ser que las cornamentas fueran más rentables para su venta que para su transformación in situ.

En Sajambre, la cacía de barro es casi inexistente en la documentación de la Edad Moderna y, por lo que parece, se difunde a partir del siglo XIX. A diferencia de los campesinos de la meseta que bebían por jarras de barro, los sajambriegos se servían de jarras de madera hechas por ellos mismos. Y para cocinar los alimentos usaban las calderas y calderos que colgaban de las clamiyeras, pregancias o llarias. La mayor difusión de los recipientes de barro para la cocción se produce a partir del momento en el que empezaron a desaparecer las cocinas de humo. Solo así se entiende la escasísima representación que tienen los objetos de barro vulgar en los inventarios sajambriegos, en donde con anterioridad a 1800 solo aparece algún utensilio aislado en casas ricas o acomodadas. 

Barro: ollas. Las de mayor calidad, por su mejor resistencia al fuego, procedían de Pereruela (Zamora).  

Entre los metales empezamos a encontrar claras diferencias sociales. El más generalizado es el hierro, presente en todas las casas y exclusivo (junto con la madera) de los hogares más humildes.  El cobre se registra sobre todo entre los ricos y los medianamente acomodados, con alguna excepción, como la de «una calderica pequeña de cobre ya traída» que poseían en 1669 Toribio Alonso Blanco y María Amigo, vecinos de Oseja.  Más escaso es el latón, documentado en poquísimas ocasiones.  El estaño solo aparece en los inventarios de la Casa Piñán. El cobre y el estaño están relacionados además con objetos refinados propios de mesas más sofisticadas que las de un campesino.  El oropel se documenta exclusivamente entre los Piñán de Cueto Luengo.  El bronce de los almireces «y sus manos» solo podemos documentarlo en la Casa Piñán y en las casas rectorales.  Y la plata solo aparece entre los ricos, a no ser que alguien guardara la copa del concejo. 

Hierro: caldera, caldero, la cuchara o cucharón («una cuchar de fierro»), el asador («dos asadores de yerro de asar carne», «un caballete de asar carne»), la sartén, la esplena, el cazo y el cangilón, la olla gitana («tres ollas de metal i hierro que llaman jitanas»), la herrada («una herrada para traer agua», «una herrada y su cangilón»). 

Cobre: calderas, calderos, cazos, («dos caços, uno de cobre y otro de hierro»), cazuelas, torteras («dos caços de cobre y una tarta y una caçuela todo de cobre»), chocolateras "clericales" («una chacolatera de cobre»). 

Latón: no se enumera ninguno de los característicos cazos de latón con brazo de hierro antiguos, pues los cazos de las casas modestas eran todos de hierro y los de las casas ricas parece que eran solo de cobre. En 1809 vemos aparecer «una caldera de azófar». 

Estaño: jarros, pichetes o vasos con tapa («çinco jarros y pichetes de estaño»), aceiteras («dos açeiteras de estaño»). 

Oropel: ollas en la Casa Piñán («una olla de estaño oropelada que haçe una puchera»).

Bronce: el almirez o mortero («dos almireçes con sus manos»).

Plata: jarras, tazas, vasos («los vasos de plata los llevó el difunto», refiriéndose a un cura que muere estando de viaje), cuberterías («doçe cucharas de plata y dos tenedores»), saleros. 

La loza solo se documenta en las casas ricas y acomodadas durante toda la Edad Moderna y gran parte del siglo XIX. La cerámica fina que se estilaba en Sajambre era la de Talavera. En los hogares acomodados aparece esporádicamente alguna jarra talaverana, pero en la Casa Piñán y en las de los párrocos había jarras y otros utensilios de más categoría.

Loza: jarros, jarras («dos jarras de Talabera, una quebrada»), fuentes («una almofia de Talabera»), escudillas («una escudilla de Talabera con que se bebe»), platos («tres doçenas de platos y escudillas de Talabera»), saleros («tres saleros de Talabera finos», «un salero de plata y dos de Talabera»). 

Por último, el vidrio es extremadamente raro y, de nuevo, los pocos casos documentados aparecen entre los objetos domésticos de los curas y de la Casa  Piñán.

Vidrio: frasca, frascos («una frasca con doçe frascos de vidrio») y quizás el «pipotillo de echar vinagre» que había pertenecido al Comisario Piñán.
 

martes, 9 de octubre de 2012

EL ORIGEN ASTURIANO DE LOS SAJAMBRIEGOS



El núm. 177 del Boletín de Letras del Real Instituto de Estudios Asturianos que se publicó el pasado mes de julio, aunque con fecha de 2011, contiene un artículo mío titulado «Genealogía y derecho de patronato: relaciones entre Sajambre, Amieva y Ponga en el siglo XVII», en el que se dan a conocer varios documentos que demuestran el origen asturiano de familias sajambriegas, cuyos descendientes llegan a la actualidad.  

Para dar a conocer este descubrimiento y estando ya editado el artículo con los cinco documentos que interesan al caso, el 18 de  agosto di una charla en Oseja de Sajambre sobre el particular. El trabajo completo será colgado en la red cuando el Real Instituto de Estudios Asturianos lo considere conveniente. 

Lo que voy a exponer en este post no es un resumen de dicho artículo, sino solo una parte del mismo centrándome en lo que resulta de mayor interés para los sajambriegos. 

Y para aquellos que saben Historia debo empezar diciendo que cuatro de los cinco testimonios que nos interesan en este caso (se editan seis) son documentos de presentación de clérigos intitulados por los patronos de varias iglesias asturianas que estaban sometidas al derecho de patronato bajo la modalidad del patronato laical. 

Como resulta obvio, para que un público no especializado pueda entender bien el párrafo anterior (y alguna otra cosa) es necesario que lo explique de la manera más sencilla posible, pues los documentos hablan de realidades jurídicas e institucionales desaparecidas. 

Lo que estos documentos dicen es que una serie de familias (que se enumeran) de Oseja, de Soto, de Ribota y de Vierdes poseían derechos recibidos por herencia de sus antepasados en iglesias parroquiales de Amieva y de Ponga. Dicen, en concreto, que eran patronos de Santa María de Viego (Ponga), Santa María de Mián (Amieva), San Juan de Casielles (Ponga) y, algunos de ellos, también de San Pedro de Sobrefoz (Ponga). Los documentos están datados en los años 1660 y 1670, y se conservan en el Archivo de la Casa Piñán. 

Pero ¿qué significa esto de que un grupo de familias sajambriegas eran «patronos» de iglesias de concejos distintos al suyo? Vamos a explicarlo a través de un caso actual que guarda cierto parecido.

Hoy existe un patronato laico de ermitas y así los vecinos de Oseja son los patronos de la ermita de San Roque o los vecinos de Burón son los patronos de la ermita de Pontón. Lo que estos documentos retratan es algo similar que hunde sus raíces en la Edad Media y cuyos rescoldos siguieron vivos en la Edad Moderna.

En la Edad Media los laicos podían ser dueños de monasterios, de iglesias o de ermitas y la Iglesia reconocía y respetaba esos derechos de propiedad. Este fue el origen, por ejemplo, de la iglesia de Santa María de Oseja que había sido propiedad de los condes de Flaínez hasta que fue entregada al monasterio de Sahagún.

Cuando a partir del siglo XII empiezan a desaparecer muchos de los grandes dominios monásticos, algunos de aquellos templos que fueron en su origen «monasterios propios» o «iglesias propias» (id est, de propiedad privada laica) y que acabaron absorbidos por los grandes señoríos monásticos, se convertirán en parroquias, aunque la Iglesia seguirá reconociendo a los antiguos propietarios permitiéndoles elegir al párroco, participar en los diezmos, disfrutar de asientos destacados en las iglesias, etc. 

De todos estos privilegios, nos interesa fijarnos en la elección de los clérigos porque, una vez elegido por los patronos, el candidato se «presentaba» al obispo, quien a su vez se aseguraba de que éste cumpliera con los requisitos establecidos en los cánones y, si no existía impedimento, procedía a su institución canónica. Esto se conocía con el nombre de «derecho de presentación». Por eso, el monasterio de Sahagún poseyó el derecho de presentación de los clérigos presbíteros en la iglesia parroquial de Oseja. 

De esta manera, desde la Edad Media, la Iglesia reconocía derechos de fundación y construcción de iglesias a los laicos y, asimismo, reconocía derechos de fundación o dotación de los beneficios (curados o simples). Para que todo el mundo lo entienda y simplificándolo, podemos decir que el beneficio curado era “una plaza de cura” adscrita a un templo determinado y, por consiguiente, a efectos institucionales y administrativos una cosa era el templo y otra cosa era el beneficio que se obtenía de la administración de los sacramentos, los derechos parroquiales y los diezmos. En el pasado, los laicos podían fundar templos y acompañarlos de una dotación económica y podían también fundar beneficios y dotarlos sin que necesariamente hubieran construido la iglesia a la que se adscribía dicho beneficio.  En ambos casos, se les reconocían los derechos derivados de haber sido los fundadores, dueños o «patronos» tiempo atrás.

Estos derechos fueron disminuyendo según avanzaron los siglos a favor de la Iglesia, hasta que el Concilio de Trento estableció límites a aquella vieja servidumbre a la que estaban sometidos los obispos. A partir de entonces, los derechos de los patronos quedaron reducidos al derecho de presentación.

Y esto es lo que hacen algunas familias sajambriegas en 1660 y en 1670, como patronos que eran de los beneficios de Santa María de Viego (Ponga), Santa María de Mián (Amieva), San Juan de Casielles (Ponga) y, algunos de ellos, de San Pedro de Sobrefoz (Ponga): elegir a los clérigos de los beneficios de los que eran patronos y presentarlos al obispo de Oviedo. Ese acto jurídico se plasma en cuatro documentos que se conservan: dos hechos en Oseja, uno en Soto y otro en Ribota que incluye a los presenteros de Vierdes.

Los documentos de 1660 nos dicen que los patronos del beneficio de Santa María de Mián vivían en Sajambre y en Valdeón; y que los patronos de Santa María de Viego vivían en Sajambre, en Amieva, en Ponga «y en otras partes». Ahora bien, como los documentos conservados solo contienen la elección hecha por los patronos sajambriegos, únicamente conocemos los apellidos de éstos y no los de las familias amievenses, ponguetas o valdeonesas. 

Todos los patronos pertenecían al estado noble (hidalgos), lo que no podía ser de otro modo, pues los miembros del estado llano no podían disfrutar de tales privilegios. 

Los patronos sajambriegos de Santa María de Mián se apellidaban Alonso, Díaz/Díez, Fernández, González, Mendoza, Suero y Vega. 

Los patronos sajambriegos de los restantes beneficios se apellidaban Alonso, Amigo, Blanco, De la Puente, Díaz/Díez, Fernández, García, González, Granda, Gutiérrez, Martino, Mendoza, Muñiz, Palacio, Simón, Suárez, Suero, Vega y Viya. 

Pero lo más interesante a efectos genealógicos es que los documentos fechados en Oseja, Soto y Ribota en 1670 nos dicen de dónde procedía el derecho de patronato que tenían estas familias sajambriegas. Veamos el pasaje correspondiente del documento hecho en Soto, el 19 de marzo de 1670, que dice exactamente lo mismo que los instrumentos hechos en Oseja (el 23 de marzo) y en Ribota (el 26 de marzo):

«...todos vezinos y naturales del dicho lugar de Soto de Sajanbre, dijeron y otorgaron que por quanto el beneficio curado de Santa María de Biego, arçiprestazgo de Ponga y Amieba, en el Concexo de Ponga, diócesis de Obiedo, es de patronato laizal y presentación en todo tienpo de los susodichos, con otros muchos patronos y presenteros de los dichos concexos de Amieba y Ponga y otras partes, como descendientes que son de las casas de Monasterio, Rubín y Corral de Cortés, por justos y legítimos títulos de tienpo inmemorial a esta parte...».

De manera que varias familias que, en el siglo XVII, vivían en Sajambre, en Amieva, en Ponga y posiblemente también en Valdeón eran descendientes de los linajes nobles de Monasterio, Rubín y Corral de Cortés, los tres de origen asturiano y los tres radicados en Ponga, con casas solariegas los dos primeros en la localidad de Viego. 

Como decía más arriba, el artículo ofrece más información sobre este asunto en base a lo que sabemos de estas iglesias y de estos linajes asturianos afincados en Ponga, aunque su principal finalidad fue la edición de los documentos conservados en el Archivo de la Casa Piñán. 

Por otra parte, este mismo fondo documental está demostrando la procedencia asturiana de casos concretos por otras vías, como sucede con los Vega, y de otras familias que no aparecen en estos testimonios de 1660 y 1670, lo que está permitiendo que las piezas dispersas de este rompecabezas vayan encajando

Resumiendo y a los efectos que aquí interesan, podemos decir que los documentos publicados muestran lo siguiente:
  
1.       La existencia de antiguos vínculos genealógicos entre algunas de las familias hidalgas que vivían en los concejos de Ponga, Amieva, Sajambre y Valdeón por proceder todas ellas de linajes nobles del Oriente de Asturias. 
  
2.      Una parte importante de los hidalgos de Sajambre descienden de los linajes asturianos de Monasterio, Rubín y Corral de Cortés. 

3.      La existencia de una población de origen común (en este caso, asturiano) asentada en el territorio que son los actuales concejos de Sajambre, Amieva, Ponga y Valdeón es totalmente coherente con la lógica geográfica por encontrarse Sajambre y Valdeón aguas vertientes a Asturias.  

4.      Los documentos sobre Sajambre que se conservan en el Archivo de la Casa Piñán y en otros archivos peninsulares están mostrando que no sólo existió una confluencia social y económica entre Sajambre, Amieva y Ponga, sino también una coincidencia histórica de carácter más amplio entre poblaciones y territorios que acabaron disgregándose en distintas realidades político-administrativas con el correr de los siglos.

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Elena E. Rodríguez Díaz, «Genealogía y derecho de patronato: relaciones entre Sajambre, Amieva y Ponga en el siglo XVII», en Boletín de Letras del Real Instituto de Estudios Asturianos, n.177 (2011), pp.79-101.