lunes, 19 de septiembre de 2011

LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA DE SOTO A COSTA DEL ARCEDIANO

A la memoria de M.E.D.P.

La que posiblemente fue la iglesia medieval de Soto llegó hasta el año 1642, fecha en la que “la capilla mayor y cuerpo y campanario de la dicha parroquial del dicho lugar se está cayendo y se tiene necesidad de haçerle todo de nuevo”.  De manera que el párroco, vecinos y mayordomo, reunidos a concejo, se ponen de acuerdo con un maestro de cantería para reconstruirla, todo bajo los auspicios de Don Pedro Diaz de Oseja, arcediano de Villaviciosa en la Iglesia de Oviedo desde 1621. El contrato toma forma el 24 de septiembre ante el notario apostólico y cura de Oseja y Soto, el comisario don Domingo Piñán de Cueto Luengo, quien además era originario del lugar. 

Aquel concejo estuvo formado por Marcos de Mendoza, juez ordinario, Cosme de Suero, regidor, Juan González el viejo, procurador de dicho concejo y lugar, Domingo Sánchez, mayordomo de la iglesia de Soto, Juan de Mendoza el viejo, Pedro de Suero, Juan Alfonso de Coco, Diego Fernández Muñiz, Toribio Diez, Juan González el mozo, Pedro de Vega el mozo, Pablo de Palacio, Lucas González, Julián González, Juan Caneja, Juan Sánchez, Juan Fernández del Corral, Juan de Mendoza, su hijo Pedro de Mendoza y Pedro Diez Revuelta. Estuvieron presentes como testigos: el canónigo, Diego de la Caneja, sobrino del Arcediano; el cura de Ribota y sus anejos, Julián Gómez; y el escribano público del número, Sancho Diez. 

El maestro de cantería contratado fue Pedro de Bada, vecino del lugar de Nueva, en el concejo de Llanes y Principado de Asturias, que se comprometió a “haçer toda la dicha obra, ansí de la capilla mayor del cuerpo de la dicha yglesia y su campanario con las traças y condiçiones y modos que se le pidiesen por parte del cura y vecinos del dicho lugar”.   

Sánchez Martín define la traza como “la primera planta o diseño que se propone o idea del artífice para la fábrica de algún edificio u otra obra”(1). Desde el siglo XVI existían libros de trazas útiles para varias profesiones relacionadas con la construcción, como libros de trazas de cantería o libros de trazas de carpintería, que proporcionaban modelos y ayudaban a solucionar problemas. Pero nuestro Pedro de Bada no hubo de leerlos, ni de guiarse por ellos, porque en el documento que analizamos se declara analfabeto.  Así que “las trazas” que aquí se nombran fueron –como se dice- una serie de indicaciones dictadas por el cura, por los vecinos ¿y también por el Arcediano? 

En realidad, el Arcediano fue quien corrió con los gastos de toda la obra según se declara: “Y en quanto a la cantidad y prezio de dinero en que se ha de haçer dicha obra, ansí los dichos vecinos de Soto, como el dicho Pedro de Vada la ponen en manos del señor Doctor Don Pedro Diez de Oseja, arcediano de Villaviciosa y canónigo de la santa Yglesia de la ziudad de Oviedo, para que su merçed en vista de la misma obra lo tase y mande [por] entrambas partes, ansí los veçinos como el dicho Pedro de Vada, maestro de cantería. Y caso que dicho señor arcediano no q[quiera o] pueda venir a la vista y tasazión de la dicha obra desde aora para entonçes,  son conformes dichos vecinos de Soto y dicho Pedro de Vada en que vean la dicha obra quatro hombres honrrados, dos de los vecinos y dos de parte del dicho Pedro de Vada, los quales lo vean y tasen por entrambas partes”.  

Como condiciones del contrato, el pueblo y el cura se comprometen a pagar los gastos de los desplazamientos del maestro y sus oficiales, y “el acarreto de piedra, cal, arena y más  ma[teriales], ansimismo la leña para los caleros”. Por su parte y como era habitual desde la Edad Media, el artesano se compromete a poner los materiales en forma de “cantos y piedra y toba, y cavar las pozas de los caleros y cargarlos y cortar la leña”.  Se obliga también a estar siempre presente en la obra, salvo en caso de enfermedad, en cuyo supuesto lo podría sustituir su yerno. 

Por lo que vamos sabiendo, por los espacios arquitectónicos que se nombran y por la contratación de un cantero sin la presencia de ningún arquitecto en la refacción, el edificio debía de ser muy sencillo. Tanto la estructura de la iglesia medieval, como ésta que se empieza a reconstruir en el otoño de 1642 tuvo que responder a los esquemas característicos de las iglesias rurales de la zona. La suponemos con una única nave de cubierta adintelada, seguramente de madera; cabecera cuadrada; paredes encaladas y suelo de tierra para facilitar los enterramientos; con su capilla mayor para el altar, quizás separada de la nave por un arco apoyado sobre pilares, que un documento de 1668 llama estribo; con lienzos exteriores de mampostería y sillares labrados en vanos y esquinas; con un campanario, quizás de una sola campana; y con un pórtico cubierto que la rodeaba, sostenido por pilares de madera y suelo también de tierra. Un pórtico que en el año 1668 se cierra para su uso como lugar de reunión del concejo, cabildo o asamblea vecinal, acomodando a su alrededor poyos de piedra recubiertos de tabla para asiento de los vecinos. 

Esta reconstrucción de la iglesia de Santa María de Soto hecha en 1642-1643 debió llegar hasta el año 1883, momento en el que se levanta la fábrica actual. 

Por otra parte, sabíamos que el Arcediano había dejado dinero para el cuidado de las iglesias de Oseja y de Soto en sus últimas voluntades(2), pero lo que no sabíamos es que hubiera intervenido en ellas antes de su testamento de 1665. Este documento del Archivo de la Casa Piñán prueba que lo hizo en Soto, como otros del mismo fondo prueban que también lo hizo en Oseja.

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(1) F. J. Sánchez Martín, Estudio del léxico de la geometría aplicada a la técnica del Renacimiento, ed. Universidad de Salamanca, 2009, p.826.
(2) “Ytem mando se den y paguen en cada un año perpetuamente a la fábrica de la yglesia parroquial de Santa María de Oseja y a la de Santa María de Soto, donde yo fui cura, ocho ducados, quatro cada una”.

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