TOCADOS
Las prendas para cubrirse la cabeza las mujeres podían ser de diversas hechuras según épocas, modas, grupos sociales, etc. Si sofisticados podían llegar a ser los tocados de las damas de la corte, no menos estrambóticos fueron los que llevaban las mujeres de Ribadesella cuando Carlos I arribó a las costas asturianas. Los miembros femeninos de la familia más rica del concejo, los Piñán, llevaban tocas en el siglo XVII, aunque la documentación no especifica de qué forma eran. Lo que sabemos es que solían estar hechas con lienzo fino, posiblemente similar al “lienzo angosto” que en cantidad de once varas poseía Agustín Piñán de Cueto Luengo a mediados del siglo XVIII.
La toca más sencilla de todas era un simple paño que cubría el pelo, la cofia, que debía ser la modalidad extendida entre las sajambriegas, a juzgar por cómo se describe a una vecina de Oseja en una demanda criminal: “...que veniendo de la fuente vió que estava la María en el suelo con la cofia quitada...” (Oseja, 1668). Las cofias solían ser de beatilla, un lienzo muy delgado y ralo.
Hasta el siglo XIX la cofia no debió sustituirse por el pañuelo que, a su vez, no fue de algodón hasta la misma época: “un pañuelo bueno de algodón” (Vierdes, 1812).
¿DENGUE?
Es una especie de chal o esclavina, a la que en 1959 Ángel Fernández González no supo ponerle nombre pero definió de la siguiente manera: “Usaba además la mujer un manto sobre los hombros, cuyas puntas, cruzadas sobre el pecho, iban luego a anudarse a la espalda”(1). En el siglo XX se confeccionaban en lana, raso o terciopelo. En la documentación manejada aparece el dengue en el año 1812 hecho “de bayeta, morado” y valorado en seis reales, el mismo precio que un mandil de estameña y dos pares de justillos viejos.
CASACA
La moda francesa llega a Sajambre en tiempos de Carlos III bajo la forma de casaca femenina, una chaqueta ajustada de mangas estrechas, que está atestiguada en Pío como “una casaca de paño nueva” (1787) y en Vierdes durante la ocupación napoleónica: “una casaca nueva de Somonte” (1812). Parece que hasta Sajambre llegaban los ecos de las Ordenanzas Generales del Principado de Asturias de 1781 en las que se ordenaba: “el artesano o labrador de hacienda propia no podrá vestir sino paño de Béjar u otro equivalente en precio; y el labrador que sea dueño de la mitad de la hacienda que trabaja vestirá sólo paño de Somonte u otro igual. Aquél cuya hacienda sea toda ajena, no podrá vestir sino Caldas, estameña del país, Herrera u otro así” (2).
Las prendas para cubrirse la cabeza las mujeres podían ser de diversas hechuras según épocas, modas, grupos sociales, etc. Si sofisticados podían llegar a ser los tocados de las damas de la corte, no menos estrambóticos fueron los que llevaban las mujeres de Ribadesella cuando Carlos I arribó a las costas asturianas. Los miembros femeninos de la familia más rica del concejo, los Piñán, llevaban tocas en el siglo XVII, aunque la documentación no especifica de qué forma eran. Lo que sabemos es que solían estar hechas con lienzo fino, posiblemente similar al “lienzo angosto” que en cantidad de once varas poseía Agustín Piñán de Cueto Luengo a mediados del siglo XVIII.
La toca más sencilla de todas era un simple paño que cubría el pelo, la cofia, que debía ser la modalidad extendida entre las sajambriegas, a juzgar por cómo se describe a una vecina de Oseja en una demanda criminal: “...que veniendo de la fuente vió que estava la María en el suelo con la cofia quitada...” (Oseja, 1668). Las cofias solían ser de beatilla, un lienzo muy delgado y ralo.
Hasta el siglo XIX la cofia no debió sustituirse por el pañuelo que, a su vez, no fue de algodón hasta la misma época: “un pañuelo bueno de algodón” (Vierdes, 1812).
¿DENGUE?
Es una especie de chal o esclavina, a la que en 1959 Ángel Fernández González no supo ponerle nombre pero definió de la siguiente manera: “Usaba además la mujer un manto sobre los hombros, cuyas puntas, cruzadas sobre el pecho, iban luego a anudarse a la espalda”(1). En el siglo XX se confeccionaban en lana, raso o terciopelo. En la documentación manejada aparece el dengue en el año 1812 hecho “de bayeta, morado” y valorado en seis reales, el mismo precio que un mandil de estameña y dos pares de justillos viejos.
CASACA
La moda francesa llega a Sajambre en tiempos de Carlos III bajo la forma de casaca femenina, una chaqueta ajustada de mangas estrechas, que está atestiguada en Pío como “una casaca de paño nueva” (1787) y en Vierdes durante la ocupación napoleónica: “una casaca nueva de Somonte” (1812). Parece que hasta Sajambre llegaban los ecos de las Ordenanzas Generales del Principado de Asturias de 1781 en las que se ordenaba: “el artesano o labrador de hacienda propia no podrá vestir sino paño de Béjar u otro equivalente en precio; y el labrador que sea dueño de la mitad de la hacienda que trabaja vestirá sólo paño de Somonte u otro igual. Aquél cuya hacienda sea toda ajena, no podrá vestir sino Caldas, estameña del país, Herrera u otro así” (2).
La categoría de “nuevas” que tenían ambas casacas incide en el hecho de que se trataba de ropa a la moda.
MANTILLA
Prenda de abrigo que cubría la cabeza y los hombros hasta la cintura. Por lo general, la mantilla era la mitad de una manta, gran manto envolvente que cubría todo el cuerpo. A partir del siglo XIX, una vez derogadas las leyes de las épocas precedentes que prohibían los adornos en mantos y mantillas, se utilizaron también como prendas de fiesta, cuya principal diferencia con las de uso diario era el ribete de terciopelo que las adornaba.
En Sajambre, la mantilla está documentada en los siglos XVII, XVIII y XIX, de paño o de alguna de sus variedades más finas, como la palmilla: “una mantilla que yo tengo buena de palmilla” (Soto, 1625), considerado el género de mejor calidad en aquella época.
Durante el siglo XX se llamó regociño a la mantilla utilizada en los días festivos (1), aunque originalmente esta prenda no fuera una mantilla. La voz regociño es una variante asturleonesa del rebozo o rebociño, es decir, una capa gruesa y corta de mujer que iba ceñida a la cabeza con cintas y que, en caso necesario, permitía cubrirse el rostro con ella. El regociño se utilizaba como prenda de abrigo en las labores agrícolas o ganaderas a la intemperie.
MANTILLA
Prenda de abrigo que cubría la cabeza y los hombros hasta la cintura. Por lo general, la mantilla era la mitad de una manta, gran manto envolvente que cubría todo el cuerpo. A partir del siglo XIX, una vez derogadas las leyes de las épocas precedentes que prohibían los adornos en mantos y mantillas, se utilizaron también como prendas de fiesta, cuya principal diferencia con las de uso diario era el ribete de terciopelo que las adornaba.
En Sajambre, la mantilla está documentada en los siglos XVII, XVIII y XIX, de paño o de alguna de sus variedades más finas, como la palmilla: “una mantilla que yo tengo buena de palmilla” (Soto, 1625), considerado el género de mejor calidad en aquella época.
Durante el siglo XX se llamó regociño a la mantilla utilizada en los días festivos (1), aunque originalmente esta prenda no fuera una mantilla. La voz regociño es una variante asturleonesa del rebozo o rebociño, es decir, una capa gruesa y corta de mujer que iba ceñida a la cabeza con cintas y que, en caso necesario, permitía cubrirse el rostro con ella. El regociño se utilizaba como prenda de abrigo en las labores agrícolas o ganaderas a la intemperie.
Sin embargo, un documento hecho en Soto de Sajambre en el año 1826 dice: “es mi boluntaz mandar a mi hija, Manuela, un regociño de paño de lino”. Los regociños no solían ser de lino, pero las mantillas de fiesta sí. De manera que quizás los sajambriegos del siglo XIX ya denominaban regociños a las mantillas destinadas a usos festivos. Junto a este caso de Soto, sé de otro en Vierdes del año 1812 en el que se dice: “un regociño de paño en ocho reales”.
Existieron también en Sajambre los mantiellos bigaraos, una tradición que fue recogida por Ángel Fernández González en su tesis doctoral de 1959, porque por el momento yo no los he encontrado en los documentos antiguos. Parece que se trataba de una mantilla tejida con lana y cáñamo a dos colores y en lista(3).
Para cerrar este artículo, falta por hacer unas anotaciones a propósito de lo que podemos llamar la historia social de la indumentaria en el Sajambre de los siglos XVII, XVIII y primera mitad del siglo XIX. Lo dejo para la siguiente entrada.
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NOTAS
(1) Ángel R. Fernández González, El habla y la cultura popular de Oseja de Sajambre, Oviedo, 1959, p.104.
(2) Celso Diego Somoano, “Prólogo”, La Indumentaria Popular en la Ribera del Sella (siglos XVIII y XIX), Murcia, 2002: http://www.abamia.net/
(3) Es voz sajambriega, según recoge el Pallabreru Llionés:
http://users.servicios.retecal.es/amnuve/dicllion/dicciona/indice.htm
7 comentarios:
Es como yo te decía que conocí a mis abuelas, con la saya y el dengue...desde que abrí los ojos y además llevaban aunque no siempre, el pañuelo por la cabeza...
Ajá, ¿generalmente de color oscuro, verdad? En la foto se aprecia una camisa también oscura. ¿No eran claras las camisas?
Yo creo que esa era la "chambra," porque así las llevaba mi abuela aunque mi abuela, igual era por el luto porque se le murieron 5 hijos todos ya jóvenes, 18,19, 25, 33, y 45 así que estaba de negro y la chambra era negra y era una especie de casaca ajustada en la cintura y seguía hasta la cadera por encima de la saya...de todas formas todas cuando eran mayores vestían de oscuro era así.
La foto no está clara. Y yo la he aumentado porque es foto de familia y salen los 5 (padres e hijos). Por un lado parece camisa por lo de mangas anchas y puños estrechos y ajustados, pero no cuadra el color. Sí, creo que tienes razón porque, además, tiene sentido al ser mucho más abrigada la chambra que una simple camisa con el dengue encima. Sí, seguramente es una CHAMBRA. Creo que la chambra de mujeres es característica del traje asturiano del oriente, de la zona de influencia llanisca. Tendría que comprobarlo. Tampoco sería raro, al fin y al cabo, Sajambre está hemanado con el Oriente de Asturias en muchas cosas.
Otro día actualizo las coricias, porque me salté una noticia sobre ellas.
Nunca gasté coricias, pero en mi tiempo las llevaban los hombres y los chicos y niños pues eran mucho más cómodas que las madreñas sobre todo para el monte, y se las hacían ellos en muchos casos de ruedas de coches, de lo que fuera...
Lo que lleva su bisabuela no es un dengue, sino un pañuelo o mantón de merino. La "chambra" en negro o cualquier otro color y tejido (lana, seda, algodón...) era prenda habitual entre todas las mujeres en españa hasta principios del XX.
Lo comprobaré. Muchas gracias, Aesgalla.
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