viernes, 2 de noviembre de 2018

EL USO DE VARAS DE CUENTAS EN SAJAMBRE DURANTE EL SIGLO XVI


En el año 1586, los sajambriegos tuvieron que efectuar un recuento fiscal del pago de alcabalas y de las actividades productivas de cada uno de los vecinos de los pueblos del concejo para enviarlo a la hacienda regia.  Para recabar toda esta información, nombraron por representantes a Pedro de Gonzalo, Suero de Vierdes y Juan de Prieto, por Oseja; Gonzalo Piñán y Diego de la Caneja, por Soto; Juan Fernández, por Ribota; Hernando Díez, Juan de Redondo y Hernando de Prieto, por Vierdes y Pio, junto a Alonso Martínez de Oseja, juez del concejo, y a Diego Fernández de Cueto Luengo, escribano del rey afincado en Soto, que escrituró los documentos.

Cuando quisieron dar cumplimiento a las órdenes reales al respecto, que exigían efectuar un traslado de los libros y registros en los que debía haber quedado escrito el reparto de la alcabala de los años 1579, 1580, 1581, 1582, 1583 y 1584:

 Que digan e declaren quánto an repartido y pagado cada uno de los dichos vezinos en los dichos seis años y que para ello traxesen los memoriales y libros que tienen.

Los sajambriegos se vieron obligados a dejar constancia de lo siguiente:

A lo qual respondieron los dichos diputados que no tienen libros, ni memoriales, ni se husan asentar por memoria los dichos repartimientos, sino en baras y en palos de madero. Nota en el margen izquierdo: Que reparten por varas y no por scripto y no pueden dar traslado de ningún repartimiento y las causas (1).

Las varas y palos tallados fueron herramientas de cálculo utilizadas por todos los pueblos de la Tierra desde el Paleolítico Superior. En 1994, Georges Ifrah introducía de la siguiente manera el capítulo dedicado a este recurso mnemotécnico en su monumental historia de los números:

La práctica del tallado tiene al menos cuarenta milenios de antigüedad. Técnica primitiva y sin porvenir, diríamos. Primitiva ciertamente, pero no sin porvenir. Ha llegado hasta hoy casi sin alteración, a través de milenios de evolución, de historia y de civilizaciones. Sin saberlo, nuestros ancestros idearon hace más de treinta mil años el invento que habría de batir una de las marcas de longevidad de todos los tiempos. Ni siquiera la rueda es tan antigua. Solo el uso del fuego puede rivalizar con él (2). 

Hueso de Ishango con marcas de conteo.
Los instrumentos más primitivos están ligados al Homo Sapiens y fueron encontrados en África (Ishango) y en Europa en el período comprendido entre los 35.000 y los 20.000 años, perpetuándose hasta el siglo XIX en Inglaterra para uso institucional (suprimidos en 1826); entre los pastores escandinavos, célticos, alemanes, toscanos, dálmatas, alpinos y húngaros hasta la década de 1830; o en las panaderías rurales de Francia hasta el año 1900 (3).  En el Museo de León se conservan dos varas de sauce procedentes del Palacio de los condes de Luna. En la actual provincia de León, el uso de estos instrumentos contables ya se documenta en el siglo XV.

Por tanto, lo sucedido en Sajambre durante el siglo XVI se inserta en la casuística conocida y, al mismo tiempo, la geografía leonesa del uso de estas varas de cuentas se extiende desde la Montaña Occidental, perteneciente a los dominios del Condado de Luna, hasta la Montaña Oriental, porque en Maraña pasó lo mismo que en Sajambre. En el documento de 1586 elaborado por Tristán Álvarez de Riero, juez ordinario del concejo de Maraña y escribano del rey, se dejó constancia de que ellos tampoco pudieron hacer copia de los registros de alcabalas porque no los tenían, a causa de

Averse hecho en rayas fechas en baras y no en escrito, por averse perdido y no poder aver raçón dellas (4). 

Es decir, los dos casos de Sajambre y de Maraña atestiguan que esta práctica, tan característica de las sociedades ágrafas, todavía existía a finales del siglo XVI en el entorno de los Picos de Europa. Por lo que no sería nada raro que algo similar hubiera quedado registrado en las averiguaciones o en otros documentos de carácter fiscal o económico de Valdeón, de Valdeburón o de otros concejos de la comarca.

Museo de León
El tallado de varas o palos sufrió una evolución desde la Prehistoria. Por los casos conocidos, sabemos que cada pueblo desarrolló una notación distinta, partiendo de las marcas más antiguas y universales que fueron las rayas verticales, normalmente agrupadas en número de cinco (por los cinco dedos de la mano). Desde esta variedad más antigua, los pastores europeos se sirvieron de muescas y signos de diferentes tamaños, formas o intensidades formando conjuntos que llegaron a constituir una auténtica codificación, hecha por individuos que no sabían leer ni escribir. Pero es que, aparte de la pérdida de la memoria popular que nos permitiría hoy comprender tales marcas, hay que resaltar que los cómputos podían tener diversas funciones, lo que dificulta más su interpretación. Por ejemplo, las cantidades grabadas en una de las varas del Museo de León (aumentar la fotografía adjunta) se podrían descifrar sin demasiada dificultad. Lo que se desconoce es para qué servía dicha vara o qué era lo que estaba representando esta notación. 

El caso sajambriego corresponde a repartos del impuesto de la alcabala entre el vecindario y las cantidades registradas tuvieron cierta complejidad. Lo sabemos porque 

Yten dixeron los dichos diputados que abían hallado la bara en que está cortada la alcabala de lo que paga cada vezino el terçio deste mayo próximo pasado y es lo syguiente (5).  

Nótese cómo se refieren a lo que está cortado en el palo, no a lo que está escrito, pintado o expresión similar.  De entrada, estos cortes y las rayas de los marañeses confirman que la técnica utilizada fue la del grabado y no otra modalidad (como el uso de la tinta que hicieron los ingleses en la Edad Media).

La vara localizada correspondía a uno de los tres plazos anuales (tercio) para pagar el impuesto de la alcabala, en este caso, por parte del vecindario de Oseja y lo que se hizo fue volcar en un documento escrito el contenido de la vara encontrada. Al conservarse dicho documento, comprobamos que había cantidades enteras y fracciones que se expresaron en reales, medios reales, cuartillos y maravedís, siendo la unidad del real el número entero y las fracciones los medios reales, los cuartillos y los maravedís (6). Además, cada cantidad correspondía a cada uno de los 46 vecinos de Oseja y, como se ve en los siguientes fragmentos, no se trataba de cantidades homogéneas:

Pedro Prieto y Bartolomé Díez, dos reales.
Pedro de Alonso, sesenta y tres maravedís.
Diego Díez de la Pandiela, dos reales y doze maravedís.
Juan Martínez, real y medio.
Alonso Cabrero, un real y quartillo.
Diego Moniz, tres quartillos.
Ysabel, biuda, doze maravedís.
Pedro de Gonzalo y Juan de Gonzalo, siete reales.
Juan de Hernando y su madre, çiento e quarenta e dos maravedís y medio.
Azebedo y sus hermanos, tres quartillos.
Juana de Granda, medio real.
Gonçalo Canín, çinco quartillos.

Por fuerza, los sajambriegos de 1500 tuvieron que poseer un sistema organizado de signos que permitiera distinguir los números enteros de las fracciones, al tiempo que cada cantidad quedara asignada claramente a cada vecino. Todo esto en una única vara, pues los documentos siempre se refieren a ella en singular. 

Si se hubiera conservado alguna de estas varas sajambriegas, el documento de 1586 haría las veces de una Piedra Rosetta y podríamos descifrar los signos grabados en los palos del valle que, supongo, no serían de sauce (como los del Museo de León), sino de madera de roble o de alguno de los árboles autóctonos. Pero, hoy por hoy, las fuentes no permiten precisar más. Ahora bien, la constatación del uso de esta técnica de contabilidad tan arcaica en Sajambre durante el siglo XVI ya me parece muy interesante en sí misma, porque además extiende a la Montaña Oriental lo ya conocido para la Montaña Occidental leonesa. Aparte de todo esto, el documento que "traduce" el contenido de la vara de Oseja podría servir de pista para el desciframiento de las varas leonesas conservadas. 



-----------------------------

NOTAS

(1) Archivo General de Simancas, Expedientes de Hacienda, leg.164-20, f.5r.
(2) Georges Ifrah, Historia universal de las cifras. La inteligencia de la Humanidad contada por los números y el cálculo, Espasa Calpe, 1997 (2ª ed.), p.173.
(3) Ibídem, pp.175-177.
(4) AGS, Expedientes de Hacienda, leg.164-20, 3r.
(5) Ibídem, f.10v.
(6) El cuartillo era la cuarta parte de un real y 1 real equivalía a 34 maravedís.

3 comentarios:

lourdes vega dijo...

Interesante, como todo lo que nos vas dando a conocer y de tanta importancia para nuestro conocimiento...que bastante ignoramos y es una pena. Gracias por aportarnos lo que tú con tanto interés vas descubriendo...

Elena E. Rodríguez Díaz dijo...

Una curiosidad muy interesante, sí.

Por un lado, es una muestra del analfabetismo de la mayor parte de la población y del rechazo a la cultura escrita, porque los sajambriegos habrían podido poner por escrito esos repartos monetarios si hubieran querido, ya que tenían escribanos de rey que podrían haberlo hecho. Pero no lo hicieron. Prefirieron las varas. ¿Por qué? Sea lo que fuere, esa inclinación ha de entenderse dentro de una sociedad en la que existe desconfianza hacia la escritura, un síntoma más del analfabetismo predominante.

Por otro lado, documentos como este de 1586, en el que se desarrolla lingüísticamente el contenido de una vara de cuentas, podrían servir de clave para interpretar algunas de las varas conservadas. Por ejemplo, tomando el documento fiscal del que aquí hablamos como base, yo puedo interpretar perfectamente los signos de la vara de la fotografía, que se conserva en el Museo de León. Es muy fácil. El problema es que no sabemos con certeza si el contenido de dicha vara es también una enumeración de cantidades monetarias de diferentes personas u otra lista de cosas. Ese es el quid de cuestión.

lourdes vega dijo...

Gracias Elena, ni un día te acostarás sin aprender algo nuevo....

Publicar un comentario

Escribe tu comentario aquí