jueves, 19 de febrero de 2009

MITOLOGÍA DE SAJAMBRE (2): LA FUENTE EL INFIERNO.

En toda sociedad humana, lo que evoluciona siempre con más lentitud es la mentalidad. Como parte de los componentes supraestructurales, lo que antaño fueron arraigadas creencias religiosas perduran en el tiempo durante cientos, miles de años, aunque las religiones de las que formaron parte hayan sido sustituidas por otras recién llegadas. Así se han conservado vestigios de antiguos credos anteriores al Cristianismo una veces como designaciones toponímicas, otras como elementos folklóricos y festivos, otras como supersticiones y otras como aspectos asimilados e incorporados a la nueva religión dominante. Rastreando tales evidencias y confrontándolas con las fuentes históricas (escritas y arqueológicas) se puede conocer el trasfondo mental y reconstruir las creencias religiosas de nuestros antepasados.

El capítulo 2º de este artículo sobre Mitología Sajambriega va a estar dedicado a buscar indicios de las prácticas y creencias religiosas antiguas que hayan podido quedar en la toponimia, en las supersticiones y en las costumbres populares sajambriegas.

El Cristianismo denomina “superstición” a cualquier creencia sobrenatural ajena a las suyas propias (léase al padre Feijóo). Pero para antropólogos e historiadores las supersticiones son evidencias de antiguas prácticas rituales y credos religiosos desaparecidos que se han perpetuado de esta manera en el imaginario popular. En su Debate con Maximino, el propio San Agustín consideraba que las supersticiones eran supervivencias de la idolatría pagana, incluyéndose en el concepto “pagano” los dioses grecorromanos y las muchas divinidades de origen diverso que veneraban los pueblos del Mundo Antiguo.

En los círculos cultos, los intelectuales cristianos combatieron el Paganismo con argumentos filosóficos y teológicos, aunque para combatirlo entre el pueblo llano las medidas debían ser otras. Junto a las leyes imperiales de destrucción de templos y prohibición de rituales no cristianos (gentilitia superstitio) que se inauguran tras el Edicto de Milán y se intensifican tras el Decreto teodosiano, la principal estrategia fue la demonización de todo lo no cristiano, de tal manera que lo que antes había sido sagrado pasaba ahora a ser maldito, una auténtica obra del demonio como siglos después seguiría afirmando Santo Tomás de Aquino.

Los castigos, como una forma de control social en este sentido, han quedado en lugares llamados Cueva del Purgatorio o Salto del Diablo (Julio Concepción Suárez, “Toponimia y poder religioso”, Actas del III Congreso de Historia de las Religiones, Oviedo 2002, 41-64). En Sajambre existe una Riega o Fuente El Infierno. Este hermoso topónimo parece indicar que dicho manantial debió haber sido un lugar sagrado para los sajambriegos en algún momento de su historia. Recordemos por ejemplo que, entre los antiguos cántabros,  no existían templos edificados, pues todos los santuarios eran emplazamientos naturales.

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