Ya
sabemos que los molinos de Oseja se concentraban, a las afueras de la
localidad, en los ríos Buseco y Carunde. A comienzos del siglo XIX había en el
Buseco ocho molinos en funcionamiento y los documentos describen cuatro activos y varios arruinados en Carunde, así como otro en Las Salgueras. Pero, al igual que en Soto y en Ribota, también existieron molinos situados en el
casco de la población, como el de La Yana que describe un documento de 1759 y uno más junto a La Fuentona que llegó al siglo XX.
Por
lo que parece, un molino de cubo situado en Ruseria, entre los barrios de Caldevilla y
La Pandiella, se empezó a cimentar a principios del mes de junio de 1815. Su dueño
era el vecino de Oseja Isidoro González, que había sido el regidor del lugar en
el año 1811, cuando fue reclutado para combatir en la Guerra de la
Independencia.
La
obra se inició sin licencia del Pueblo, ocupando por una parte el
solar que quedó tras haber derribado un nogal que el propio Isidoro González
había comprado para este fin y, por otra parte, invadiendo terreno del común. A su
vez, el mencionado nogal se localizaba junto a un huerto cercado que Isidoro
tenía en el lugar, pero el molino se proyectó para edificarse fuera de dicho huerto.
El
concejo de Oseja, a través de su regidor Manuel Díaz de Oseja Rodríguez,
denunció el proyecto, dictaminándose el embargo de la obra el 10 de junio de
1815 bajo la severa multa de 100 ducados e iniciándose un pleito que se
prolongaría durante el resto de 1815 y el año siguiente de 1816.
Vamos
a detenernos en este pleito porque varios de sus documentos describen el
entorno de La Fuentona a comienzos del siglo XIX, es decir, cuarenta años antes
de que el lugar fuera remodelado por la construcción del muro de contención que
rodea la actual iglesia parroquial de Oseja.
Una vez formalizada y aceptada la denuncia por el juez ordinario, a la
sazón Don Pedro Díez de Lerones, se ordenó que cada parte nombrara un perito encargado
de informar sobre las ventajas e inconvenientes del proyecto. Isidoro González nombró
a Manuel Díaz de Caldevilla, vecino de Soto, y el Pueblo de Oseja a Manuel Hidalgo,
vecino de Pio. En este post vamos a
conocer los argumentos de los vecinos de Oseja y en el siguiente, los de
Isidoro González.
La
argumentación del Pueblo de Oseja fue vertida en tres documentos del 10 de
junio, 1 de septiembre y 9 de diciembre de 1815 que se conservan en el Archivo
de la Casa Piñán. Sus principales razones fueron las siguientes:
1º)
Los daños que causaría la construcción de una alberca necesaria para alimentar
convenientemente el molino y las consecuencias negativas por desviar la
corriente de La Fuentona, llamada siempre Fuente de Monasterio.
«Ysidoro
González, vecino de este mismo lugar, yntenta hacer un molino en la Fuente de
Monasterio, de que se pueden temer
graves perjuicios qe (sic) por la escasez de l’agua precisa hacer un
gran alverqe con peligro de haogarse especialmente los niños y por lo mismo,
este Pueblo no ha qerido darle
licencia y porqe hai molinos sobrantes en el río ha donde puede él fabricar si
quiere» (1815, junio, 10).
«Y
reunidas las aguas y estancadas allí se hará un atolladero de muy difícil, quando
no, de imposible tránsito, lo que ahora se puede y debe evitar. Con lo espuesto
concurre que si se diere lugar al proyecto del Ysidoro González por necesidad tiene que extrabiar las aguas de
su natural corriente y dirigirlas hacia el sitio de Barroseria, en donde ya se
hicieron profundas simas que se aumentarán notablemente por lo quevradizo de
aquel terreno, declive, en que se advierten ya profundas grietas que amenzan
funestas desgracias»
(1815, diciembre, 9).
2º)
El perjuicio que se hacía al lavadero público y al abrevadero del ganado que
allí existían, así como el estrechamiento del camino de Novenas.
«Y
de hacerle en dicha fuente, ympide el labadero y Camino Real para el pago de
Nobenas, por lo qe (sic) pido se embargue bajo de una grave multa»
(1815, junio, 10).
«Provoca
al pueblo de mi vecindad el intolerable inconveniente de pribarle
substancialmente del bebedero de sus ganados, en quanto cerrada aquella cañada
y apretado considerablemente, si se llegasen a encontrar dos bueis en aquel
reducido estrecho se podrían maltratar y acaso matar, lo que de ningún modo
debemos tolerar los demás vecinos, ni yo, ni esclavizar la livertad y
franquicia con que ahora se halla dicho bebedero, ni menos pribarnos de la que
tenemos para el aprovechamiento del labadero de las ropas del pueblo, que
vendrá a quedar inutilizado por la ya apuntada razón si se diere lugar al
proyecto contrario, como también el camino inmediato destruido al tránsito de
los carros que desde inmemorial tiempo a esta parte sirvió para la condución de
abono para muchas de nuestras heredades y para otros indispensables usos»
(1815, diciembre, 9).
3º)
Los inconvenientes que iba a causar el estancamiento de aguas en dicho lugar.
«Y
reunidas las aguas y estancadas allí se hará un atolladero de muy difícil, quando
no, de imposible tránsito, lo que ahora se puede y debe evitar. Con lo espuesto
concurre que si se diere lugar al proyecto del Ysidoro González por necesidad
tiene que extrabiar las aguas de su natural corriente y dirigirlas hacia el
sitio de Barroseria, en donde ya se hicieron profundas simas que se aumentarán
notablemente por lo quevradizo de aquel terreno, declive, en que se advierten
ya profundas grietas que amenzan funestas desgracias» (1815, diciembre, 9).
4º)
La apropiación de terreno del común.
«Que
el terreno y sitio en que el Ysidoro González pretende fabricar el nuevo molino
no es de su particular dominio, sino común de todo el vecindario, a quien por
ahora no acomoda benderle y sí gozarle en la forma que se halla... Otrosí digo
que el huerto contrario... se halla en terreno que fue común del Pueblo, por lo
que a su merced buelbo a suplicar se sirva mandar que el Ysidoro González en el
acto de la notificación presente el título de pertenencia o escritura de venta
que tenga de aquel terreno» (1815,
diciembre, 9).
5º)
La no necesidad de dicho molino por los muchos que ya existían en otros lugares.
«Y
aunque quiere protestar el contrario la necesidad de aquel artafacto, le
creemos muy distante de probarla, quando en el bien cercano Río de Buseco hay
hasta un número de ocho molinos que subministran aun mayor despacho que el que
puede ocurrir al vecindario de Oseja...» (1815, diciembre, 9).
Una cosa se debe destacar antes de seguir adelante: estos documentos proporcionan una fecha ante quem para datar el lavadero de Caldevilla que todavía se conserva y que, como se dice aquí, ya existía en el año 1815. Por tanto, esta construcción tradicional tiene más de 200 años de antigüedad.
3 comentarios:
Qué curioso todo éste relato del Molino del "tío Jenaro"...tenían razón los vecinos en no dejarlo...por todos los inconvenientes y peligros...y curioso cómo cambió el nombre de Ruseria, ahora así llamado, al menos como yo lo conocí siempre, parece que era Barruseria, según veo
Más de 200 años el Lavadero de la Fuentona...Dios santo, bien merece la pena conservarlo.
El entorno de La Fuentona está ahora bien tratado, al haberse saneado el terreno y haberlo pavimentado con piedra. Así se evitan los encharcamientos y humedades que afeaban el lugar. Al mismo tiempo, la obra resalta el valor etnográfico del lavadero. En cuanto a Barroseria..., la lengua es algo vivo, en continua transformación. Los nombres de hoy no siempre fueron los nombres de ayer. Aquéllos tuvieron otras apariencias y, como se ve, no es necesario llegar a la Edad Media o a los romanos, a veces tan solo basta con pasar la hoja del siglo XX. Cien años ya es mucho tiempo para la frágil memoria humana.
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