Eso que en la modernidad de las redes sociales se conoce con la expresión anglosajona de fake news no es otra cosa que bulos, infundios y patrañas que alimentan lo que en esta sociedad nuestra también llamamos desinformación. El cóctel que forman las noticias falsas y la manipulación constante de la realidad es lo que los filósofos han denominado (a mi parecer, de forma obscena) como “posverdad”, cuando no es más que una mentira. Vaciar de contenido y de significado las palabras que identifican conceptos importantes (como verdad, mentira, libertad, fascismo, democracia) es otra estrategia perversa del mundo actual.
Los bulos no son solo cosa del presente. También se utilizaron en el pasado como arma política. Lo que resulta novedoso en el mundo de hoy es la enorme extensión y la gran rapidez que la desinformación llega a adquirir entre una población arrogante, mayoritariamente carente de sentido crítico que, por estar escolarizada y tener a su alcance la información inmediata de internet y de los medios de comunicación, se considera culta cuando no lo es. Esta confusión constante entre información y cultura, que campa a sus anchas en los estercoleros que son las redes sociales, es un mal tremendamente peligroso. Un ejemplo de este peligro es la situación creada en los Estados Unidos de América tras el reciente proceso electoral, con un presidente abonado a la posverdad, por estar acostumbrado a que la mentira siempre le haya sido rentable. Ya sabemos que es un patán integral y el mejor ejemplo que se me ocurre de que cultura y dinero no van emparejados. Pero si grave es (y mucho) que semejante ser haya sido elegido presidente de la nación más poderosa del mundo, más grave es que le haya votado una masa crédula, por ignorante, o a la que no le importa que se mienta, se manipule y se tergiverse. Lo más triste y demoledor es que no se trata solo de un mal propio de ese país americano, sino también de Europa y, por supuesto, de España. En Estados Unidos es un indicio más de la decadencia imparable en la que está inmerso el Tío Sam y en Europa, un síntoma aterrador del mundo al que nos dirigimos.
En el pasado, la difusión de nuevas o noticias de uno u otro color fue forzosamente más lenta y limitada, pues circulaban de boca en boca y con los medios de transporte de la época. También se difundieron mentiras y, en algunos momentos, se organizaron conspiraciones para propagar bulos que pusieran en peligro la paz de los pueblos.
Durante su reinado, Felipe II sufrió varios atentados contra su vida y, en otras tantas ocasiones, quedó documentada la circulación de bulos, con los que sus enemigos perseguían la desestabilización política del reino. Uno de los primeros se extendió por la Península en los últimos días del año 1563 y primeros de 1564, intentando hacer creer a la población que el monarca había sido asesinado.
En el Archivo de la Casa Piñán se ha conservado un documento que retrata la llegada del bulo a Sajambre y las medidas que adoptaron sus autoridades ante una noticia que creyeron cierta. El estudio de este documento y su edición íntegra han sido recientemente publicados por mí en un libro (1), de tal forma que en este caso me voy a limitar a resumir su contenido, quedando en la publicación la restante información y la transcripción íntegra del texto principal y de los añadidos. Incluyo también en este post (no en el artículo publicado) nuevos datos sobre el linaje Piñán en Valdeburón.
El 27 de diciembre de 1563 se levantó acta notarial en la localidad de Sames, en el concejo asturiano de Amieva, de cómo el alcalde de la Santa Hermandad y cinco sajambriegos más habían llegado a dicha población “persiguiendo a unos hombres que habían matado al rey”.
Esos cinco sajambriegos debían ser los cuadrilleros, es decir, los miembros de la Santa Hermandad o policía de la época. Su jefe era el “alcalde de la Santa Hermandad”, cargo que se renovaba por elección todos los años a principios del mes de enero. Entre ellos había representantes de las cuatro asambleas vecinales del valle, es decir, de Oseja, Soto, Ribota y Vierdes-Pio.
Uno de los representantes de Soto fue “Piñán”, a secas, sin nombre de pila. Se trata de Gonzalo Piñán, el primero que conocemos con este nombre avecindado en Sajambre y documentado en Soto desde 1545, que no debe confundirse con otro Gonzalo Piñán que fue vecino de Polvoredo en los años 1553 y 1554. Los documentos conservados en ambos casos no nos permiten saber si estaban emparentados, aunque lo sospecho.
Ahora bien, si los documentos no proporcionan información directa sobre el origen del Piñán de Polvoredo, sí la dan indirecta, de tal manera que es probable que los Piñán de Polvoredo y los de Sajambre ya estuvieran emparentados en el siglo XVI. Lo que es casi seguro es que los Piñán de Polvoredo no son originarios de dicho lugar. Lo explico.
Del Gonzalo de Polvoredo se conservan varios documentos, entre ellos una ejecutoria del rey Carlos I, fechada en Valladolid, el 17 de junio de 1554, en la que se dice que
Gonçalo Pinan vezino del dicho lugar de Polboredo… es hombre hijodalgo notorio de padre y solar conozido, debengar quinientos sueldos segúnd fuero de España… y los dichos sus padre y agüelo y cada uno de ellos en su tiempo, en los lugares donde bibieron y moraron, que estobieron syempre en posesión de hombres hijosdalgo e de no pechar ni pagar ellos, ni alguno de ellos en pedidos, ni monedas, ni en otros ningunos pechos ni tributos reales, ni conçejales… e abiéndoles sido guardadas al dicho su parte y a los sus padre y agüelo todas las honrras, franquezas, esençiones e libertades que a los hotros hombres hijosdalgo suelen y deben y acostumbrar ser guardadas…
Una real ejecutoria es la
sentencia final de un pleito dirimido ante el rey en última instancia. Este
pleito lo fue de hidalguía y lo solicitó Gonzalo Piñán porque el concejo de
Polvoredo no le reconocía su estado noble y le obligaba a pagar impuestos. Esto
era habitual cuando se cambiaba de residencia de un municipio a otro. Es decir,
la incoación de este pleito de hidalguía fue necesaria, posiblemente, porque
este Gonzalo Piñán se había mudado a Polvoredo procedente de otro concejo. Los
documentos no dicen de cuál.
Al mismo tiempo que este Gonzalo
Pinán o de Piñán vivía en Polvoredo, desde 1545 se documenta otro Gonzalo
Pinán, Penán o de Piñán en Soto de Sajambre, considerado hidalgo
en los padrones de 1552. El sajambriego murió entre 1584 y 1595 dejando, al
menos, cinco hijos en el valle: Catalina, María, Juan, Pedro y Gonzalo. Este
último vivió, casó y murió en Soto de Sajambre.
Hay tres factores que me llevan a hipotetizar un parentesco entre estos Piñanes ya en el siglo XVI. Uno es la homonimia,
muy frecuente en las familias de aquella época, pudiendo ser estos dos Gonzalos
primos, o tío y sobrino. El segundo factor es la peculiaridad del apellido,
poco común entonces y ahora, que confluye en dos núcleos familiares asentados
en lugares tan cercanos como son Polvoredo y Sajambre. El tercero es que los dos Gonzalos fueron
hidalgos notorios de solar conocido.
Volviendo al bulo sobre el asesinato
de Felipe II. Uno de los cuadrilleros que llegaron hasta Amieva fue Gonzalo
Piñán, junto a otros sajambriegos que también se nombran en el documento, en
seguimiento de unas personas que abían muerto al rei, nuestro señor, con sus
armas. Persiguiendo a tales sospechosos llegaron hasta Sames, donde se
encontraron con cuatro vecinos de Caño que venían desde el concejo de Cangas de
Onís y que también se nombran. Ante el notario que levantó el acta, dejaron
constancia de cómo todo el oriente de Asturias hasta Oviedo estaba ya avisado
de dicha muerte.
En el artículo explico el
procedimiento policial, según las leyes de la época, que obligaba a los concejos
a perseguir a los malhechores y cómo los sajambriegos lo aplicaron en este caso;
me detengo también en el recorrido que se describe en el propio documento y que
no fue otro que el del camino real desde Oseja hasta Sames por el puerto de
Beza, donde se habla de la venta de Saúgu, convirtiéndose esta noticia en la más
antigua, hasta la fundación de la ermita y del albergue de caminantes por el
Arcediano casi un siglo después; y trato sobre los desgraciados a los que se
debió acusar infundadamente de un crimen que, en realidad, no se había cometido.
Entonces, como ahora, las noticias falsas tenían víctimas y consecuencias
nefastas. No me extiendo sobre ello porque, como digo, está publicado en el
mencionado trabajo.
El bulo empezó a correr por la
Península en los últimos días de diciembre de 1563. Los propios contemporáneos
del hecho creyeron que se había difundido a partir de tres focos simultáneos:
uno en Castilla, otro en Aragón y el tercero en Cataluña. Pero este documento demuestra
que en Asturias y en el norte de León la difusión de la falsa muerte de Felipe
II fue bastante anterior en el tiempo a la región levantina y que el foco
castellano no debió estar muy alejado de Asturias y Valdeburón.
El desmentido del atentado no
empezó a circular por España hasta los días 4 y 5 de enero de 1564. En
circunstancias normales, tras conocerse el carácter falso de la noticia, el acta
notarial hecha en Sames habría sido destruida por no tener validez. Pero en
este caso se conservó. ¿Por qué?
El acta se levantó en Sames a
petición de los sajambriegos, para que quedara constancia de que habían
cumplido las leyes; y los sajambriegos se llevaron dicho documento a su
concejo. El hecho de que se haya conservado en el Archivo de la Casa Piñán, con
notas dorsales de Gonzalo Piñán I, indica sin ninguna duda que el acta notarial
quedó en poder de dicho Gonzalo Piñán, manteniéndose en el archivo familiar de
Soto, hasta que en 1636 Domingo Piñán de Cueto Luengo trasladara dicho archivo al
palacio que se había hecho construir en Oseja.
¿Y por qué se lo quedaría Gonzalo
Piñán si lo lógico habría sido que se lo quedara el alcalde de la Santa
Hermandad, como máximo responsable policial que era?
Pues no lo sabemos, pero sospecho
que porque el Piñán era la única persona alfabetizada de toda la cuadrilla.
¿Y por qué se conservó el
documento en lugar de destruirse, que era lo que correspondía en tal caso?
Pues por culpa del tocino y las
coricias.
El primer Gonzalo Piñán sajambriego
aprovechó el espacio dejado en blanco al dorso del documento para usarlo como “libro
de cuentas”, escribiendo de su propia mano varias notas contables sobre viajes
a Oviedo, cebada, lechones, pucheras de vino, tocinos, coricias y otras cosas que
había gastado y pagado a diferentes personas, como Sancho de Quintana o Juan
Prieto.
Estos apuntes de la economía doméstica
de un sajambriego de mediados del siglo XVI permitieron la conservación de un curioso
documento que, en otras circunstancias, se habría destruido.
NOTAS
(1) Elena E. Rodríguez Díaz, “El bulo de la muerte de Felipe II (1563) en el oriente de Asturias y norte de León”, en Elena E. Rodríguez Díaz y Antonio C. García Martínez (eds.), Historia y Archivos. Estudios en homenaje a Dña. Remedios Rey de las Peñas, Universidad de Huelva, 2020, pp. 297-309.
2 comentarios:
Ja,ja,ja, me rio del tocino y las coricias...etc. Curioso y divertido y gracias a eso se conservó el documento. Ya tenía conocimiento por tí del bulo de Sajambre. Me lo mandaste y en Oseja me lo habías contado pero me viene muy bien recordar y volver a recordar...todo es poco y como cuento contigo que no dejas nada atrás y puedes con todo, te lo agradezco mucho y de corazón. Tu sabes que, me gusta saber..."
Hola, Lourdes. Sí, sé que te gusta saber y también sé que sabes, de Sajambre y de otras muchas cosas. Es curiosa la historia de los archivos y de las colecciones documentales, nunca se sabe lo que puede aparecer en el lugar más insospechado. En este caso, la reutilización del papel, debido a los problemas de abastecimiento en Sajambre, fue uno de los factores que favorecieron la conservación de documentos tan singulares como éste. Por otra parte, sé que en archivos de otras ciudades del país se conservan noticias sobre esta conspiración contra Felipe II, pero no están publicados y los principales biógrafos del monarca apenas se refieren a ella. En otros lugares y por escribir "de oídas", este falso atentado anda mal fechado.
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