Mediante documento expedido en León el 21 de mayo de 1776, el tribunal eclesiástico del Obispado, en la persona de José Fernández de Velasco y Pantoja, arcediano de Triacastela, ordena al cura de Oseja y su anexo, Soto, que a la sazón era el sajambriego Lupercio Díaz de Oseja, que se corrijan y se rehagan todos los libros sacramentales que dejó su antecesor, Baltasar Fernández, difunto, por estar llenos de errores y omisiones.
Esto
afectó a todos los libros de bautizados, velados, casados y difuntos de los
años comprendidos entre 1762 y 1774, es decir, durante todo el ejercicio del
párroco Baltasar Fernández, por contener “errores
sustanciales” y ausencias de
partidas, siendo “conveniente
enmendarlos y reintegrarlos con la nezesaria solemnidad” y actuar
“con la devida celeridad y prontitud” para evitar todos los
inconvenientes derivados.
Para estas fechas, el contenido
de los libros sacramentales estaba ya reglamentado y solía respetarse, salvo en
casos de errores, olvidos e incompetencias de los párrocos; omisiones que se
producían por enfermedad, ausencia o muerte de los curas; o por las dificultades
sucedidas en períodos de epidemias y guerras. En el caso que nos ocupa, se
trata de una absoluta y continuada negligencia de Baltasar Fernández durante
todo el tiempo que estuvo al cargo de la parroquia de Oseja y de su anexo,
Soto.
Por este motivo, el tribunal
eclesiástico del Obispado de León dispone el inmediato “embargo de los
vienes que ubiere dejado (Baltasar Fernández) con qualquiera otros frutos
y rentas a él pertenecientes, los quales se depositen en persona segura y
abonada a la disposición del tribunal”,
haciendo responsable a Lupercio Díaz de Oseja de la refacción de todos los
asientos de los mencionados libros sacramentales, ante la presencia de testigos
que fueran indicando los errores y su corrección, y dejando constancia escrita
de sus testimonios.
Esta refacción de los libros de
bautizados, matrimonios y difuntos de los vecinos de Oseja y Soto entre 1762 y
1774 afectó, por ejemplo, a varios miembros de la familia de Ignacio y Joaquín Díaz-Caneja,
con partidas de bautismo y de defunción que se conservan hoy en el Archivo
Histórico Diocesano de León y que son defectuosas. En realidad, afectó a todas
las familias de Oseja y de Soto en alguna manera en aquellos casos de
bautizados, casados y difuntos entre 1762 y 1774.
Los libros sacramentales (mal) hechos
por Baltasar Fernández se conservan hoy en el Archivo Histórico Diocesano de
León. En el Archivo de la Casa Piñán, de Oseja de Sajambre, solo hay una
refacción parcial de los bautismos de Oseja, con inclusión de la declaración de
testigos, siguiendo las pautas formales que ordena la disposición judicial, en
un legajo de 75 folios de papel, donde se reproducen (corregidas) algunas
partidas comprendidas entre los años 1767 a 1774, indicando los errores del
párroco anterior y subsanándolos. Es decir, de todas las correcciones ordenadas por el
tribunal leonés, solo se conserva ese legajo de 75 folios, si es que también se llegaron a enmendar los restantes libros sacramentales afectados, porque por lo que yo llegué a ver, los libros que se conservan en León con estas fechas son los defectuosos, no sus correcciones. Es fácil saber si nos encontramos ante la versión defectuosa o ante su corrección con un vistazo rápido, sin detenernos a leer los contenidos, fijándonos en quién firma el asiento: si el que firma es Baltasar Fernández será la partida defectuosa y si firma Lupercio Díaz de Oseja será su corrección. Dicho de otra forma, hay que desconfiar de todo aquello que esté escrito y/o firmado por Baltasar Fernández.
Por la enumeración de errores que
dicho legajo contiene, sabemos que Baltasar Fernández no llevó nunca una
anotación puntual de la administración de los sacramentos en Oseja y en Soto,
anotando a menudo las partidas de bautismo semanas y meses después de la
celebración del sacramento, muy probablemente de memoria, sin haber tomado o
conservado notas, por lo que se equivocaba de forma reiterada en el nombre de
los bautizados, en los nombres de los padres, padrinos y abuelos, en las fechas
de los nacimientos y bautizos y, en el
peor de los casos, ni siquiera apuntaba las partidas de bautismo. A juzgar por lo que dice el documento del
tribunal eclesiástico leonés, debemos pensar que hizo lo mismo con los libros
de velados, casados y difuntos.
Esta incompetencia
manifiesta del cura párroco de Oseja debió originar muchísimos conflictos y no
pocos trastornos, sobre todo en la celebración de los matrimonios de Oseja y de
Soto de aquellos años, porque, en la sociedad de la Edad Moderna, una de las
finalidades de los libros sacramentales era el registro detallado de la
consanguinidad y afinidad de los feligreses, tanto del parentesco carnal, como de la cognación
espiritual que adquirían, en este caso, los padrinos de un bautizado (sucedía
lo mismo en la confirmación). Recuérdese que en aquella época se consideraba
incesto el parentesco y la afinidad hasta el cuarto grado y que, debido al alto nivel de
endogamia que existía en el mundo rural, eran muchos los que se veían obligados
a solicitar una dispensa apostólica para poder casarse. En la segunda mitad del
siglo XVIII, era obligación del párroco indagar en la consanguinidad y afinidad de los
contrayentes antes de autorizar la celebración de un matrimonio, lo que se
hacía en base a la información que transmitían los libros sacramentales.
En este
legajo de 75 folios hay además otro tipo de información histórica, que no he
deshilvanado del todo por falta de tiempo, pero del que voy a poner un ejemplo para terminar.
El documento de la Casa Piñán demuestra que el linaje Díaz-Caneja, de Oseja, ya había emparentado con los Sosa de Vidanes antes del casamiento de Tomás Díaz con María de Sosa. Un tío del Tomás que fue padre de Ignacio y de Joaquín ya estaba casado con una Sosa de Vidanes que, a su vez, fue tía de la mujer de Tomás. Según esto y los cánones de la época, hubo relación de afinidad entre Tomás Díaz de la Caneja y María de Sosa, por lo que debieron necesitar dispensa papal para contraer matrimonio. Espero poder indagar más sobre ese personaje femenino (fuentes hay) para dedicarle una entrada independiente más adelante.
6 comentarios:
Está visto que la Historia está por descubrir...¡Vaya con el sr. párroco Baltasar Fernández!...Bueno poco a poco irás descubriendo más y lo iremos viendo pero no hay que asustarse porque esas cosas siguen ocurriendo en éstos tiempos tan adelantados...
Pues sí. Ahora y en el pasado, a veces los párrocos no llevaban los registros al día. En este caso parece que Baltasar Fernández "pasaba" bastante de esas cosas y, a su muerte, dejó un desaguisado monumental.
vaya lio si... yo tengo partida de bautismo de Pelayo Diaz-Caneja supuestamente un antepasado mio y pienso era hermano de Joaquin y de Ignacio pero ahora leyendo tu nota.... no se... según mis datos Tomas Diaz de la Caneja se caso con Maria Javiera de Sosa y Tovar la de VIdanes y tuvieron 9 hijos entre ellos Joaquin politico/ ignacio obispo / Juan cura en Castilfale /Pelayo de que yo desciendo..../ Jose y un par de chicas mas... en fin que te felicito por este trabajo que haces es increíble . GRACIAS
y si la firma Baltasar Fernandez con lo cual ya no me fio mucho...
pero entonces quien era el padre de Ignacio y de Joaquin ( no entiendo nada ahora)jaja
Hola, Anónimo. Perdón por la tardanza en contestar. Llevo tiempo sin intervenir en el blog por mis intensas ocupaciones laborales. Al menos, sabemos con certeza, por otras fuentes, que el matrimonio de Tomás Díaz de la Caneja con María Javiera de Sosa y Tovar es cierto, así como sus hijos, entre ellos Ignacio, obispo de Oviedo, y Joaquín, abogado, diputado, secretario en la Cortes de Cádiz, senador perpetuo y ministro de Gracia y Justicia. De lo que ya no podemos estar seguros es de fechas de nacimiento, bautizo u otros sacramentos, si solo contamos con los apuntes de Baltasar Fernández.
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