miércoles, 9 de noviembre de 2011

NUEVAS NOTICIAS SOBRE EL ARCEDIANO, DON PEDRO DÍAZ DE OSEJA (2)

El documento que habla de la reconstrucción arquitectónica de la iglesia de Soto en el año 1642 a costa de Don Pedro Díaz, del que tratamos en el post del lunes 19 de septiembre de 2011(1), demuestra que el legado del Arcediano fue mayor de lo que relata su testamento. Hasta qué punto fue mayor la obra de Don Pedro Díaz de Oseja se verá en un artículo que ahora mismo está en la imprenta, por lo que esperaremos a que se publique para hablar de ello.

También sabemos que poco antes de la reedificación de la iglesia de Soto, se había hecho obra en la iglesia de Santa María de Oseja, construyéndose al menos dos capillas. Una de ellas debió haber sido la de los Piñán, hecha y financiada por Domingo Piñán de Cueto Luengo sin ninguna duda, pues los documentos familiares así lo afirman generación tras generación. La otra debió ser la que en un documento de 1706 aparece como capilla de San Antonio, panteón familiar de los Díaz de Oseja y atribuida a un Julián Díaz que yo supuse podría estar relacionado con el Julián Díaz que menciona el Arcediano en su testamento (2).

Pues bien, en una de sus cartas autógrafas, el Arcediano dirigiéndose a Domingo Piñán advertía: “dirá vuestra merced a Juan, hijo de Julián...” (1642) que entregase ciertas herramientas de construcción que poseía, posiblemente, por haberse terminado ya alguna obra relacionada con ellos, que bien pudo haber sido la misma a la que se refería el Arcediano cuando hablaba de los canteros y carpinteros  “que hiçieron las capillas de Oseja”.  

Y ahora recordemos el pasaje del testamento del Arcediano en el que se alude a Julián Díaz: “ytem digo que yo di tres carros de yerba a Ysabel, hija de Juan Díaz, nieta de Julián Díaz y Francisca, mi hermana” (1665). Es decir, Julián y su hijo Juan. Cada vez parece más seguro que estos dos personajes hayan sido cuñado y sobrino del Arcediano, por haberse casado Francisca dos veces.

El Arcediano también proveyó de casullas de Damasco a los curas de Sajambre. Así nos enteramos que Julián Gómez, cura de Ribota, era el más bajito de todos: “avisando el señor Julián Gómez si estará bien del mismo tamaño y si gustase se hará más pequeña”. Y cuando el  Arcediano envía las casullas advierte: “tomará el señor Julián Gómez la más pequeña”.   

Ni una sola de estas casullas existía 40 años después, ya que cuando muere Gonzalo Piñán en 1679 hay que ir a buscar ropa para los clérigos a Valdeón o a Amieva y lo mismo sucede cuando muere Francisca de la Caneja a comienzos del siglo XVIII. De no haberse estropeado antes, es más que probable que tales prendas pasaran a engrosar los bienes patrimoniales de los propios clérigos y ninguna de ellas quedara en las iglesias del valle.

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NOTAS

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