sábado, 27 de noviembre de 2010

BREVE TIPOLOGÍA DEL INSULTO UTILIZADO EN SAJAMBRE DURANTE EL SIGLO XVII (2).

Insultos dirigidos a la mujer (I).

A la mujer se le insulta menos que al varón pero se le agrede más. En la documentación judicial sajambriega abundan las querellas por injurias dirigidas a varones y las querellas por agresiones físicas a mujeres, que suelen denunciar padres, hermanos o maridos.

La agresión física a una mujer va acompañada de insultos que a menudo se resumen bajo las expresiones genéricas de haber sido tratadas “mal de palabra” o “con palabras feas e injuriosas”, para centrarse el notario en describir el acto violento objeto de la denuncia. Dejaremos para otro artículo algunas de estas agresiones, aunque ya nos referimos a una del año 1814 en el post del miércoles 16 de junio de 2010 (“Un episodido de violencia de género en el año 1814”, clasificado bajo las etiquetas Edad Contemporánea y Escenas cotidianas), que sigue siendo excepcional por el hecho de haber presentado la denuncia la propia víctima.

En los insultos dirigidos a las mujeres por parte de los hombres en la época del Arcediano hay dos constantes que son la ausencia de limpieza y el apelativo de bruja. Llamar a una mujer sucia o cochina, como a un hombre puerco, en aquella sociedad carente de los más básicos fundamentos de higiene es, cuando menos, paradójico. Pero refieriéndose a la mujer, estas acusaciones tenían un significado mucho más amplio, porque la suciedad llevaba implícita la impureza y la impureza se asociaba a la actividad sexual. Llamar a una mujer sucia y llamarla puta era prácticamente la misma cosa.

Vamos a analizar estos insultos y algunos otros a través de dos casos muy sabrosos. El contenido de uno ya lo conocemos por haber sido publicado en el post del 28 de septiembre de 2010, al que me remito. Ahora me limitaré a analizar aquellas acusaciones contra las hermanas Cabrero, de Oseja, en el contexto de la mentalidad de la época para comprender su dimensión. El otro caso elegido se desarrolla en Soto entre dos vecinos de la localidad llamados María de Coco y Pedro Piñán que, tras muchos insultos, acabó con sangre.

En el post del 28 de septiembre pasado habíamos hablado del intento de desprestigio de las hermanas Ana y Dominga Cabrero, de Oseja, por quienes habían usurpado parte de sus propiedades. El contenido de la denuncia es el resultado de una meditada planificación y de una intencionada y muy interesada necesidad de desacreditar a estas dos mujeres de Oseja.

En varios documentos posteriores a la denuncia aparecen las hermanas Cabrero, sus maridos y descendientes, con todos sus derechos intactos y sin haber quedado mella alguna en su honra y consideración social. Es por esto que deducimos el fallo contrario a quienes las habían acusado de “brujas, megas, hechiceras” y de otras culpas deleznables.

Las acusaciones que les hicieron eran las peores que se podían formular contra una mujer en la sociedad de aquella época: rebeldes e ingobernables, fornicadoras, inductoras reincidentes de adulterio, hechiceras y brujas, considerando que la acusación de brujería llevaba implícita la de herejía.

Todas estas injurias estaban relacionadas y apuntaban hacia una misma cosa: la brujería. De ahí el interés de los agresores por dejar bien claro este matiz en su denuncia. Para explicarlo voy a utilizar textos extraídos del Malleus maleficarum, maleficas et earum haeresim framea conterens, título que significa “El martillo de las brujas, para aplastar a las brujas y sus herejías con poderosa arma”. La obra fue editada por primera vez en Alemania en el año 1486 y reeditada en toda Europa durante los siglos XVI y XVII con gran éxito. Es un tratado teológico para comprender la naturaleza de las brujas, saber reconocerlas y poder combatirlas.

Me interesa además hacer una advertencia para poder sumergirnos en la manera de pensar que tenían los sajambriegos en el siglo XVII. En la mentalidad barroca no existe separación física entre lo real y lo espiritural. Los ángeles y los demonios convivían con los humanos en el mismo plano porque se creía que había una conexión real entre ambos mundos. Las gentes de aquellos siglos (víctimas y verdugos) vivían aterrorizadas por la presencia del Diablo y lo creían a pies juntillas, como en el mundo actual hay personas absolutamente convencidas de que estamos siendo visitados por extraterrestres.

Las hermanas Cabrero son acusadas de no querer someterse a la autoridad masculinapara mejor vivir a su libertad”. Y el Malleus maleficarum, definiendo el comportamiento de las brujas, afirma: “es un defecto natural en ellas no querer ser gobernadas, sino seguir sus movimientos sin ninguna traba; éste es todo su cuidado y en ello ocupa toda su memoria” (I Parte, cuestión VI).

Las hermanas Cabrero son acusadas de promiscuas, fornicadoras y causantes de adulterio. La fornicación y el adulterio ya eran pecado en sí mismos, pero además entre las muchas afirmaciones al respecto, en el Malleus maleficarum leemos: “Todas estas cosas de brujería provienen de la pasión carnal, que es insaciable en estas mujeres... De aquí que para satisfacer sus pasiones, se entreguen a los demonios” (I Parte, cuestión VI).

La explicación teológica de aquellos tiempos al adulterio, es decir, a la ruptura de un matrimonio que había sido santificado por un sacramento, era que sólo podía deberse a la acción demoníaca: “aunque el matrimonio sea obra de Dios porque fue instituido por Él, es a veces destruido por la acción del Diablo” (I Parte, cuestión VII). “El amor loco proviene de los demonios, pero también de los maleficios de las brujas... Los demonios, por medio de las brujas, pueden excitar y obsesionar los corazones de los hombres hacia el amor o el odio” (II Parte, cap.3). A las Cabrero se las acusa también de amancebamiento y de haber tenido relaciones ilícitas con hombres casados: “Hay tres géneros de vicios principales que parecen reinar sobre todo en las mujeres malas: la infedelidad, la ambición y la lujuria... Entre los tres, el último es dominante porque es insaciable... Son más ardientes para satisfacer sus pasiones depravadas, como son las adúlteras, las fornicadoras, las concubinas” (I Parte, cuestión VI).

Con sus hechizos, las brujas “arrastraban a los hombres a un amor desordenado”, porque uno de los medios que elegía el Maligno para llegar a un hombre era rendirlo a los brazos de un súcubo o de una bruja convertida en su amante. En aquella mentalidad, tener amantes suponía un riesgo real de caer en poder del demonio.

Se comprenderá un poco mejor ahora que la causa y la consecuencia lógica de no querer obedecer a sus hermanos, tener amantes y haber fornicado con hombres casados era la de ser bruja.

Si la acusación hecha a las hermanas Cabrero hubiera tenido éxito, el efecto inmediato hubiera sido la separación fulminante de la comunidad. Aunque también es verdad que los inquisidores españoles solían juzgar estos casos de manera bastante racional. Por eso, en España apenas hubo condenas a muerte por brujería ni en la Edad Media, ni tampoco en la Edad Moderna.

2 comentarios:

Lourdes Vega dijo...

QUÉ HORROR! doy gracias de no vivir en esa época...no es que me coje de sorpresa, un poco ya sabía, no es nuevo para mí pero cuando se trata de tus antecesores parece más duro. Las hermanas Cabrero eran muy libres pero no lo tenían bueno...y un poco mejorlos Inquisidores Españoles

Elena E. Rodríguez Díaz dijo...

Bueno, sí, en lo que respecta a brujas, los inquisidores españoles creían que era cosa de gentes rústicas y personas ignorantes que se dejaban llevar por el pánico. El único proceso importante a la brujería fue el conocidísimo de Zugarramurdi y, a pesar de haber tomado declaración a más de 300 personas, llevar más de 50 al Acto de Fe de Logroño, sólo se condenó a 10 ó 12. Y en ese tribunal, no todos los jueces estaban de acuerdo. Los había que no creyeron nada de lo que allí había sucedido.
En España, la persecución más dura fue contra los falsos cristianos, pero no contra las brujas.

En aquella época, ninguna mujer era libre y menos tratándose de asuntos relacionados con la moral. Pero se burlaba el sitema como se podía. Entonces, igual que ahora, una cosa era la doctrina de la Iglesia o la moral imperante y otra cosa muy distinta, lo que la gente hacía en realidad. La "vida alegre" de laicos y clérigos, los hijos ilegítimos, etc, eran el pan nuestro de cada día. En Sajambre también.

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