miércoles, 3 de marzo de 2010

HISTORIA DEL TRAJE EN SAJAMBRE (4-1): la indumentaria femenina.

Lo que tengo documentado por ahora de la antigua indumentaria femenina en Sajambre son las prendas enumeradas a continuación, que he dividido en dos entradas.

CAMISA
También de lino y, como la masculina, cubría los muslos. La principal diferencia con la camisa de hombre es que los puños podían estar más trabajados. Junto con la saya es lo que más se transmite en los testamentos: “Yten mando a Gerónima, muger de Pedro Díez de la Caneja, una camisa de mi cuerpo” (Soto, 1625).

JUSTILLO
Era una especie de corsé o cuerpo, una prenda interior que no bajaba de la cintura. Se documenta en el siglo XIX: “unos justillos buenos en cuatro pesetas” (Vierdes, 1812); “unos justillos viejos en siete reales” (Vierdes, 1813). Su uso llega al siglo XX(1).

SAYUELO
Prenda femenina que aparece en el siglo XVI. Se ponía encima de la camisa, llegaba hasta las caderas, se abrochaba por delante con cordones y tenía mangas acuchilladas (abiertas) desde el hombo hasta el codo, mostrando la camisa de lino.

En Sajambre los sayuelos documentados son siempre de lana, sean de paño o de alguna variedad como la palmilla: “un sayuelo negro” (Soto, 1625); “un sayuelo biejo de palmilla” (Soto, 1625); o en 1653, cuando Gonzalo Piñán entrega en dote a su hermana dos sayuelos de paño.

ALMILLA
También la mujer de los siglos XVII y XVIII vestía almillas, especie de jubones o chaquetillas que podían estar más o menos decoradas según la condición social de su poseedora.

SAYA
A partir del siglo XV, las mujeres cortesanas y aldeanas usaron sayas, una falda que caía desde la cintura hasta los pies. La saya de las campesinas se distinguía de la de las damas por llegar hasta un poco más arriba del tobillo. Dependiendo del nivel económico, la saya tenía más o menos cantidad de tela para conseguir un mayor número de pliegues. Cuando se superponían varias sayas, las faldas interiores recibían el nombre de refajo.

Las sayas que aparecen en los documentos sajambriegos son de sayal, de estameña y de paño: “una saya de sayal y otra de paño, ambas usadas” (Oseja, 1718); “una saya de estameña... y otra de sayal” (Pío, 1787).

Formando parte del ajuar que el escribano público, Gonzalo Piñán, entrega a su hermana en 1653 por su casamiento y como parte del vestuario femenino aparecen “dos fajas”. El problema estriba en que, en esta época, la única prenda llamada faja era masculina (banda de lana que abrigaba el vientre). Pero en un ámbito femenino la voz faja tiene el significado de franjas, bandas o tiras horizontales de terciopelo que se cosían como adorno sobre las sayas y que, a veces, llevaban recortes verticales que dejaban ver el fondo de la falda. Cuando la ventera disfraza al cura en el capítulo XXVII de la Primera Parte del Quijote, dice Cervantes: “púsole una saya de paño, llena de fajas de terciopelo negro de un palmo en ancho”.

Y entre las muchas y reiteradas leyes suntuarias promulgadas durante toda la Baja Edad Media y el Antiguo Régimen no es difícil encontrar prohibiciones relacionadas con este adorno de las sayas, como la que en el año 1527 establecieron las Cortes de Valladolid: “Que las mujeres en las sayas no pudiesen traer fajas más anchas de 4 dedos y de ellas pudiesen traer hasta 8 por saya de arriba a abajo"(2). Leyes que buscaban la austeridad en los adornos del vestido se fueron repitiendo hasta finales del siglo XVIII, como la Pragmática de 1723: “los dichos vestidos han de poder ser guarnescidos de faxas llanas, pasamanos o bordadura”, siempre que no “exceda de seis dedos de ancho y con que no lleven más que una sola guarnición”(3).

En la parte inferior y superior solían llevar una tela más gruesa, llamada cortapisa, que servía para atenuar el desgaste de la saya en tales lugares. La cortapisa no aparece en ninguno de los documentos seleccionados, pero a finales de la década de los 50 del siglo pasado se recordaba su uso en las sayas locales(1).

En las pocas veces que se especifica el color se dice que eran oscuras: prietas o negras. En cierto modo, es comprensible que los colores oscuros predominasen en la indumentaria campesina de la época. Por un lado, hay que considerar el nivel de pobreza mayoritaria entre los sajambriegos de aquellos tiempos, que les impedía poseer un vestuario diversificado, además de lo caros que eran los tintes. Y por otra parte, no debemos olvidar las obligaciones a las que estaban sometidos por el peso de la costumbre y por la Ley con anterioridad al siglo XIX. Entre la una y la otra se veían obligados a guardar largos lutos por la muerte de padres, hijos, esposos, hermanos, suegros y abuelos. Además, estaba establecido que el criado llevara luto por su amo, el heredero por su benefactor y los súbditos por los miembros de la realeza en las exequias fúnebres. E, incluso, de vez en cuando podía dictaminarse alguna ley que reglamentaba sobre el color de una u otra prenda, como aquella Real Orden de Carlos IV de 1799 en la que se establece que, con independencia de la clase social, el color de toda basquiña (saya) fuese el negro.

MANTEO
Sólo en un único caso se cita esta falda o saya envolvente entre los 32 documentos con datos que estoy analizando: “Yten mando y es mi boluntaz mandar a mi hija, Josefa, un manteo negro”, dice en 1826 Manuela Mendoza, viuda de José Piñán, vecinos de Soto.

MANDIL
Prenda que, atada a la cintura, cubre la parte delantera de la saya. Tuvo como función originaria la de proteger y tapar la saya. Está documentado como de estameña y de paño en los tres siglos analizados.

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NOTAS
(1) Ángel R. Fernández González, El habla y la cultura popular de Oseja de Sajambre, Oviedo, 1959, p.104.
(2) Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, Real Academia de la Historia, Madrid 1863, IV, 639.
(3) Novísima Recopilación, Lib.VI, Tít.XIII, Ley XI, 5.

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