sábado, 19 de julio de 2008

MÁS SOBRE EL PATRIMONIO HISTÓRICO DE SAJAMBRE: la arquitectura militar.

Sajambre conserva, en el término de Ribota, dos construcciones militares de la Guerra Civil, pertenecientes a la etapa en la que las II y III Brigadas Navarras intentaban penetrar en la línea de defensa republicana de Asturias. Esto se debió a que tras el alzamiento del ejército en Marruecos y el posterior estallido de la guerra, todos los puertos de la Cordillera Cantábrica entre Somiedo y Piedrasluengas quedaron en poder de los republicanos excepto el Puerto del Pontón, por haberse sumado Sajambre a la causa rebelde desde los primeros momentos del conflicto.

Entre el mes de julio de 1936 y el otoño de 1937, Sajambre se convirtió en una pieza clave y en una avanzadilla de los nacionales, frente a la férrea resistencia y los continuos combates mantenidos con la 7ª Brigada y el 38º Batallón Asturias llamado “Pontón”, al mando de Manuel Sánchez Noriega, el Coritu, que, entre estratagemas y escaramuzas, llegó a infiltrarse en Sajambre el 30 de mayo de 1937 para volar la central de Pío.

En la Península y en Europa, la arquitectura militar originada por los diferentes enfrentamientos bélicos del siglo XX ha ido pasando por diferentes etapas: desde la glorificación de determinados enclaves al ser elevados a la categoría de mito por los vencedores, hasta la destrucción de los más odiados en las geografías de los vencidos, pasando por los memoriales edificados para nunca olvidar a las víctimas de las enormes aberraciones que la Humanidad cometió en las pasadas décadas.

Una segunda etapa es la de la vergüenza o la desidia, el abandono y la condenación al silencio de las piedras.

Y en la tercera etapa, cuando el ojo humano es ya capaz de contemplar al mismo tiempo las luces y las sombras de su Historia en la distancia, surge la consciente necesidad del recuerdo responsable, del mantenimiento de la memoria por respeto a los muertos de todos los colores y para enseñar a los vivos, sobre todo a los más jóvenes, las monstruosidades que nunca debieran haberse producido.

Acabo de volver de Nüremberg, aquella hermosa y antigua ciudad de las Dietas imperiales que fue elegida como capital del Partido Nazi por Adolf Hitler. Las edificaciones megalomaníacas de todos los fascismos y las tres etapas que acabo de retratar se comprenden allí mejor que en ningún otro sitio. Primero los norteamericanos dinamitaron cruces gamadas y vergonzosos muros. Después, los políticos condenaron al olvido los restos infamantes. Y desde los años 90, allí donde antaño se reunían por decenas de millares los partidarios del fürher para aclamar sus ideas de odio, hay hoy instalaciones deportivas; allí donde se escuchaban los sonidos metálicos de presagios sangrientos en los entrenamientos paramilitares, sólo se escuchan hoy bullicios festivos en los multitudinarios conciertos musicales; allí donde se construyera una enorme avenida para desfiles, hay hoy un aparcamiento; allí donde se pretendían ensalzar los valores del combate, hay hoy una laguna que invita al sosiego y al disfrute de la naturaleza. Pero cuando se recorren estos lugares, se observa en todos ellos unas pequeñas columnas que pueden muy bien pasar hasta desapercibidas, con uno, o dos, o tres carteles en los que se dice lo que aquello fue, en donde se explica lo que aquello significó y en donde se recuerda a lo que aquello condujo. El recorrido se inicia en el llamado popularmente Dokuzentrum, un museo de interpretación histórica con un diseño y una finalidad básicamente didáctica, que pretende mostrar a lo que es capaz de llegar el género humano cuando se infecta con ese virus asesino, esa peste, llamada intolerancia.

El recuerdo histórico de los lugares construidos para matar y de los lugares de muerte no sólo es necesario, es imprescindible. Mientras haya personas a las que les moleste que se siga hablando de campos de exterminio, de soluciones finales o de memorias históricas, seguirá siendo necesario recordar que aquellas cosas existieron, que personas como cualquiera de nosotros las cometieron y que ninguno está exento de volver a hacer lo mismo, si situaciones similares volvieran a producirse. Y una vez que el pasado haya sido asumido por todos y se consiga hablar con objetividad de tales cosas, seguirá siendo necesario darlas a conocer a las nuevas generaciones.

La Historia no es cíclica, el pasado jamás se repite de la misma manera. Pero, por desgracia, no se puede decir lo mismo de la naturaleza humana.

Conservemos los testimonios de la Guerra Civil en Sajambre.

Forman parte de la Historia.

NOTA: Ver las fotografías en http://www.frentenorte.es/ (el enlace directo está en el apartado Notas y Noticias de este blog, columna de la derecha).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Elena, toda la vida se pueden aprender cosas. Con todo lo último que has escrito sobre las Memorias históricas, me has hecho hacer una reflexión profunda, estoy totalmente de acuerdo.

Anónimo dijo...

Como historiadora lo tengo muy claro, como persona también, aunque en todo esto mi opinión personal es lo que menos importa. En otros lugares, se están poniendo en valor ya los restos de la Guerra Civil, quiero decir, los fortines y casamatas como la que hay en Ribota y en el túnel de los Beyos. Ahora, con el Parque, hay un contexto excelente para ocuparse de estas cosas, de salvaguardar todo lo poquito de historia que quede en Sajambre. Lo único que hago es advertir de "queda esto" y "ojo, también esto otro tiene valor". No pretendo nada más. Quizás cuelgue alguna otra cosa antes del 2 de agosto ya desde Asturias, pero no es seguro. En principio, mi intención es estar en Oseja el 2 o el 3 de agosto.

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