domingo, 22 de junio de 2008

LA CASA DEL CONDE (III): EL MURO LATERAL

La Casa del Conde: aspilleras, moldura conopial
y puerta con arco de medio punto.

Arco conopial de La Casa del Conde.
Oseja de Sajambre.

Espero sepan disculparme si cometo alguna imprecisión en la orientación de los muros, pues no hallo estos datos en mis anotaciones. Cuando vaya a Sajambre este verano revisaré estas cosas brújula en mano. Voy a referirme ahora al lienzo más interesante de todos, que puede verse en la primera fotografía de este segundo artículo.
El muro parece manifestar al exterior la existencia de tres pisos o, en su caso, de dos pisos de gran altura. El carácter compacto y cerrado de la pared no deja de recordarnos el aspecto de una casa fuerte medieval. Como es habitual en toda la región, el aparejo sigue siendo la mampostería, conservando rastros de haber estado revocado en alguna ocasión. Ofrece una puerta y varias ventanas que paso a describir.
La puerta se compone de sillares trabajados y dovelas que conforman un arco de medio punto. La estrechez del vano y las escasas dimensiones del dovelaje indican que nos hallamos ante una construcción de notable antigüedad. A ello apuntan también las ventanas que se abren en forma de angostas saeteras constituidas por tres sillares en cada caso (el superior y los laterales), así como una ventana cuadrada con una moldura labrada en forma de arco conopial, que puede verse asimismo en la fotografía adjunta.
El arco conopial (véase el post "La Casa del Conde II") se introduce con el estilo isabelino o gótico tardío, es decir, en las décadas finales del siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos. Molduras labradas de la misma manera que este arco las encontramos en varios edificios de Cantabria y del oriente de Asturias, como sucede con la casa nº 36 de la Calle Mayor de Llanes, datada en el siglo XV; la Torre de Sámano (Cantabria), datada a principios del siglo XVI; o la reutilización que de una moldura similar se hizo en un palacio del siglo XVII, el de los González Cutre de Caravia. En cambio y a diferencia de la Torre de Sámano, el dovelaje de la puerta de Oseja nos forzaría a adelantar la cronología al siglo XV.
Si sólo fuera por las características arquitectónicas que reúne este lienzo, deberíamos afirmar que nos encontramos ante una casa fuerte bajomedieval. Sin embargo, dos hechos desentonan en esta primera apreciación. Por un lado, su planta rectangular, de marcada horizontalidad, propia de las casonas del siglo XVI en la comarca. Y por otro, la puerta adintelada de la fachada norte y el gran arco con dovelaje desarrollado que es característica omnipresente en la arquitectura del siglo XVI de esta región peninsular.
Existe, no obstante, una posibilidad muy extendida también en los casos catalogados y estudiados en la vecina Asturias, que se refiere a una probable remodelación efectuada en el siglo XVI al objeto, quizás, de adecuar una antigua casa fuerte a la nueva función de vivienda señorial. Se explicaría así el gran espacio abierto en dicho muro y rematado en arco de medio punto, que no tendría sentido en una torre con funciones militares.
En el magnífico inventario arquitectónico de todos los concejos asturianos llevado a cabo por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo a lo largo de los años 1981, 1982 y 1983 (publicado en estos tres números de la Revista Liño), se constatan para esta región dos etapas principales de reconstrucción edilicia que, no sería nada raro, se hubieran dejado sentir también en Sajambre. La una en los siglos XII y XIII, cuando los templos prerrománicos son sustituidos por otros de fábrica románica (como ya vimos en otros artículos, es característico de la zona un marcado conservadurismo arquitectónico que obliga siempre a retrasar las cronologías). Y la otra, a lo largo del siglo XVI, cuando se reconstruyen viejos edificios medievales para adaptarlos a nuevas funciones y diferentes usos.
En este contexto, podrían tener perfecta cabida dos hechos: 1º) la construcción (ex novo) en los siglos XIII-XV de la iglesia de San Pedro de Orzales (hipótesis que sólo la arqueología podría confirmar); y 2º) la readaptación del edificio que nos ocupa que habría pasado de ser una casa fuerte bajomedieval a una casona señorial en los albores del Renacimiento.
Próximo capítulo: Sobre Condes y Palacios.

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