viernes, 20 de junio de 2008

LA CASA DEL CONDE (I): LA FACHADA NORTE.



En algunos de los pueblos del valle se conservan viejas casas de fábrica antigua que pueden datarse, unas con más exactitud que otras, antes o después del 1.700. El pueblo que conserva un mayor número de ellas es Oseja. Con la intención de ir describiéndolas poco a poco, empezaré por hablar del caserón que se conoce desde antiguo como La Casa del Conde, sito en el lugar de La Llana.
Y comienzo por este edificio porque a pesar de haber sido la construcción privada más destacada de todas, excepción hecha de la casa solariega de los Piñán, es también la peor conservada. En su fachada norte mantuvo hasta hace unos años un magnífico arco de medio punto, de considerables dimensiones, que acabó derrumbándose ante la indiferencia de vecinos y autoridades.
El caserón, perteneciente a varios dueños por la fragmentación de la transmisión hereditaria, fue construido a finales del siglo XV o, con más probabilidad, en el siglo XVI. Como en el caso de la ermita de San Pedro, es nuevamente un arco que se abre en uno de sus muros el que nos permitirá datar este edificio con relativa precisión. Pero vayamos por partes.
La Casa del Conde es un bloque de planta rectangular, con cubierta a dos aguas, que en su cara norte lleva adosada una pequeña vivienda tradicional de dos pisos, con corredor y horno de pan. Este último edificio no perteneció a la estructura originaria del caserón señorial que nos disponemos a analizar, sino que es bastante posterior en el tiempo. El hecho se apreciaba sin dificultad antes del derrumbe del arco mencionado, no sólo por el diferente tipo de construcción, sino especialmente porque los muros de la casa más reciente invadían gran parte de las jambas de dicho arco.
El dibujo que ofrecemos de esta fachada fue publicado en El habla y la cultura popular de Oseja de Sajambre, de Ángel Fernández González, editado por el Instituto de Estudios Asturianos en el año 1959. El resto de las observaciones están basadas en mis anotaciones personales y en fotografías antiguas que mi tío, José Díaz y Díaz-Caneja, fue efectuando a edificios que él consideraba -con fundamentado criterio- de posible interés histórico.
A excepción del arco y de, al menos dos puertas, el edificio tiene pocos vanos y, cuando los hay, acostumbran a ser ventanucos escasos y aspilleras. Aunque estas troneras o aspilleras son características de las construcciones defensivas, en esta zona de las montañas cantábricas pueden tener también una razón de ser muy diferente. Más que una función militar, los angostos vanos servían para proteger a la vivienda del frío y de las inclemencias de los largos y rigurosos inviernos. Debemos tener en cuenta además que durante los siglos XV y XVI sólo las iglesias y los palacios más suntuosos podían permitirse cerrar sus ventanas con vidrios y, aun en los siglos XVII y XVIII, los cristales seguían siendo un lujo inalcanzable para la mayor parte de la población. Serán los avances de la industrialización del siglo XIX lo que abaratará los costes de la fabricación del vidrio, porque mientras tanto las ventanas seguían cubriéndose con paños o con pergamino. En tierras frías y de severa climatología, como es el caso, la característica edilicia por antonomasia era abrir la menor cantidad posible de vanos en los muros de las casas. Es por esto que dicha peculiaridad arquitectónica se convierte, en sí misma, en un indicio de antigüedad.
Las dimensiones del monumental arco tantas veces mencionado equivalían casi a un piso entero y se componía de dovelas y jambas monolíticas, al uso de la tierra. Cada una de las piezas de los arcos, de las aspilleras y de las puertas son sillares trabajados, al igual que los esquinales, mientras que el resto de los paramentos está hecho de mampostería. Junto al gran arco de medio punto, la fachada presenta una puerta adintelada y una diminuta ventana a la altura del piso bajo de la casona.
Próximo capítulo: La Casa del Conde (II), el muro lateral.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy leyendo y disfrutando de todo lo que nos cuentas. Yo conocí bien la casa del Conde tal cual nos la muestras en la fotografía y viviendo en ella una familia numerosa que eran amigos e ibamos juntos a la escuela por ser del barrio...

Anónimo dijo...

¿Y no te acordarás de cómo era por dentro, antes de que se convirtiera en pajar?

Anónimo dijo...

Solo lo que era vivienda, que, abajo era solo una planta con la tradicinal cocina, el horno y nada más y arriba otra sala donde dormían y el corredor. todo el edificio eran ya cuadras y pajares.Eso sí, estaban en buen estado. Como también conocí la escuela del Arcediano donde fueron mis padres y que yo sepa tu abuela Esperanza que era la más amiga de mi madre... ¡Qué pena que todo se haya perdido.!

Anónimo dijo...

Lourdes, tenemos que hablar este verano.

Anónimo dijo...

Cuando quieras en agosto espero andar por allí. Me entusiasma todo esto...

Anónimo dijo...

En agosto estaré, en julio no, porque en la universidad no tenemos vacaciones antes del 20 de julio y, además, yo tengo que ir a Alemania unos cuantos días. Pero, sin mi padre, este año estaré más tiempo en Oseja. Si conociste la escuela del arcediano podrás aclararme una cosa ¿a que los arcos que se conservan en dicho barrio (o se conservaban) no pertenecían a esa escuela que tú recuerdas?

Anónimo dijo...

Ya te lo digo. NO. esos arcos yo nunca los había visto y me extrañaron la primera vez que los ví. Yo creo que los hicieron cuando empezó a pertenecer la finca a Angel el Mexicano...muy bien no lo se porque yo esos años falté un tiempo de Oseja. Al menos empezaron a aparecer, pero yo tampoco podía saber si estaban ocultos por la maleza. Ya te digo que me extrañaron. Yo, de pequeña jugué mucho por esa escuela y subíamos y bajabámos por la escalera e incluso arriba había algún banco donde se sentaban los ñiños y mi madre me explicaba despues como se colocaban los niños en una parte y las niñas en otra. Ellas no podían estudiar lo mismo que los ñiños...

Anónimo dijo...

Es muy interesante todo lo que cuentas. Ya buscaremos el momento de charlar este verano. Efectivamente, siempre me ha parecido que la piedra de tales arcos no tiene nada que ver con los materiales que se han utilizado en los edificios antiguos de Oseja. Como mucho, se asemejaría algo más a la piedra de la iglesia que costeó Ignacio Díaz-Caneja. Debo observarlo con más detenimiento y, desde luego, preguntar por una posible fábrica moderna. Lo que tenía bastante claro (y tú me lo estás confirmando), es que no pertenecen a ninguna construcción del siglo XVI, XVII ni siquiera XVIII. En el XVIII se debió hacer la casa Piñán y los tipos de piedra son bien distintos.

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